Permítame que a
través de esta misiva le haga llegar mi más sentida indignación
por la retirada
de la estatua de Franco de la ciudad cuyo Ayuntamiento preside,
gracias a los votos de personas que sí respetan la figura y la
memoria del retirado. Que es otra de las grandes
incongruencias de este país a punto de despeñarse en el
precipicio. Una actuación estúpida y sectaria que en nada afectará
al mejoramiento estético de la ciudad, y mucho menos al bienestar
de sus vecinos; al margen de ser de todo punto incongruente, pues la
Historia, por más que la queramos borrar, ahí estará para enseñarnos,
aun cuando no la admitamos como propia. Actitud que es propia de los
memos como usted. Porque la historia no se hace quitando estatuas
para mayor satisfacción de los enemigos y que el pueblo erigió en
su momento por devoción y agradecimiento, sino respetando el legado
que nos dejaron las generaciones pasadas y construyendo el futuro
que dejemos a las que vengan.
Señor Alcalde, no
voy a entrar en disquisiciones filosóficas sobre lo que supone el
respeto a la Historia, porque entiendo que ni le interesan ni las
entendería; pese a todo, una pregunta se hace recurrente… ¿Qué
sería de la verdad si la historia resultarse de la visión de
Zapatero, de los etarras o de la de usted mismo? Y es que, por
encima de los numerosos hechos que es preciso dar por ciertos de la
llamada época franquista, si no queremos caer en el más
espantoso de los ridículos, la razón y la experiencia nos enseñan
que nada se consigue cuando uno está anclado en el sectarismo, la
revancha o el propio interés. Aunque lo más patético de ustedes,
los del PP, es que les hacen el juego sucio a quienes defenestrando
a Franco, defienden a toda clase de criminales nacionales e
internacionales. Siempre fue así. Y es la primera lección que
muchos de los borregos que les votan deberían aprender de una vez
por todas.
Señor Alcalde, tras
la retirada de la estatua de Franco de la ciudad de Santander y la
intención de retirar la que todavía se erige en la ciudad de
Melilla, ya sólo restaría la de José Calvo Sotelo, situada hasta
el momento en Madrid (Plaza de Castilla), con lo que también se
intentaría borrar la ignominia de un crimen instado por el último
Gobierno de la República, el del Frente Popular (socialistas y
comunistas), ejecutado por miembros de la Guardia de Asalto (la
guardia de la República) a las órdenes de un oficial de la Guardia
Civil. Al margen de proponer la de Mateo Morral, algo que no parece
muy improbable a poco que dimensionemos como están las cosas. Lo
que por otra parte me lleva a la consideración, que si algún día
somos capaces si quiera de ganar alguna alcaldía, nuestra primera
actuación, por encima incluso de las investigaciones de corrupción
que tengamos que hacer de los diferentes gobiernos del PSOE y PP,
será reponer cuántas estatuas se retiraron y retirar cuantas se
pusieron. Aunque lo llamen venganza.
Usted, señor Iñigo
de la Serna, no es quien para dar lecciones de moral ni de historia
ni de decencia política a nadie. Y no lo es, porque usted, señor
Alcalde, es simplemente una gallina cobarde y sucia en el pesebre de
la izquierda. Y a menos que indemnice a quienes en su día
sufragaron la estatua que usted ha retirado, también un ladrón.
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