Hace unos meses me
expresé por este medio cuando se sospechaba que los peperos que
gobiernan la capital cantabra iban a cometer tal tropelía contra la
Historia de España. Hoy vuelvo por estos lares y les digo lo mismo:
LAMECULOS. La Ley de Memoria Histérica ha actuado y
Santander es otra de tantas ciudades que ya ha perdido la estatua de
Francisco Franco para mayor gloría,¡una vez más!, del abuelo masón
de Zapatero. La
estatua, réplica exacta de la mítica de Nuevos Ministerios,
llevaba erigida en ese lugar desde 1964 y ha sido hoy, 34 años
después de la muerte
de Franco, que el Alcalde de Santander (sigo sin saber cómo se
llama) ha decidido
quitarla del paisaje urbano santanderino. Para una ciudad que había
en España original en su mobiliario urbano, cuando hoy lo que
predomina es el “arte democrático”, hoy nos tenemos que
conformar con poco (dicen que en Melilla aún queda otra... le
quedará poco. No, los Regulares lo impedirán (dicen algunos)... ¿Ah
sí...? Pues vais listos los melillenses si os fiáis de la ONG de
Chacón).
Sinceramente la
noticia no me importa lo más mínimo. Antes sí, me indignaba pero
porque pensaba que era una injusticia histórica que se quitasen
monumentos a Franco mientras se homenajea, la misma noche, al
asesino de Paracuellos. Ese día la tropelía fue el regalo del
Estado al asesino por su noventa cumpleaños. Hoy en cambio me puedo
hasta alegrar, fijaros, por varias razones. Una de ellas es que
Francisco Franco no es
precisamente un personaje que se merezcan un pueblo de borregos y de
cobardes como el pueblo español, o "ciudadanía",
que queda mejor. Estoy convencido que Franco estará encantado en
los cielos de tamaña decisión de los que antes le lamían en culo.
Seguirá pensando eso de que “no se nos puede dejar
solos...”. Se acordará, quizás, cuando
el general Fidel Dávila liberó la ciudad a principios de
1937 y la alegría se apoderó de calles como la avenida del
Sardinero cuando los aristócratas y las gentes pudientes salieron a
recibir con banderas nacionales a las tropas del bando nacional. Hoy
de eso sólo queda un pedestal vacío acribillado a taladro limpio
en la plaza del Ayuntamiento santanderino, nido de peperos y de
liberales y, lo más seguro, hijos de aquellos que salieron a
recibir a las tropas de Dávila.
Os
repito, no me importa lo más mínimo.
Me indigna más que haya tenido menos repercusión que
retiren la placa que conmemora a los muertos despeñados en el Faro
de Cabo Mayor por los rojos que el mediático y espectacular
descabalgamiento de Franco. Lo dicho, peperos de mierda, sois unos
lameculos todos.
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