Por
Jaime Miguel Tur, antiguo Sargento Legionario.
“A
veces imagino que en realidad todo es imaginario, que vivimos un
presente dormido desde el que soñamos que tuvimos pasado...”
¡Querido Paco!, lo que acabas de leer no es ningún
galimatías; es un pensamiento que han traído a mi mente, los
elogios que dirigió SM.
El Rey –tu recomendado-, al
Presidente del Gobierno Señor Zapatero.
Alabanzas que obligan a
imaginar que no imaginamos lo imaginable; que no somos
quienes somos y que el
Jefe del Estado Español es algo imaginario; que no existe y, por
tanto, es una realidad que no puede enterarse de lo que ocurre en el
diario convivir.
Vamos, decir que el Señor Zapatero es "un hombre muy honesto", "muy recto",
"un ser humano íntegro", "con profundas
convicciones", "que no divaga" y que "sabe muy
bien hacia qué dirección va y por qué y para qué hace las
cosas" “que el rechazo que recibe de los españoles es por
culpa de la forma de sus cejas”, es para imaginar lo inimaginable.
Mas dejémoslo en un comprensible: “los años no perdonan”. Por
no repetir la Real expresión: “¿Por qué no te callas?”.
No voy a traer en esta ocasión el cúmulo de barbaridades
que ha cometido el Señor Zapatero –el tío más mentiroso que ha
tenido la humanidad desde
el paleolítico-, porque necesitaría bastantes cientos de páginas
para exponerlas, y
tampoco estoy dispuesto
a machacar las mentes de los ciudadanos españoles con la sarta de
iniquidades a que nos tiene acostumbrados ese Señor;
que todos conocen perfectamente.
Lo que sí haré –en esta ocasión-, es recordar unas de
las intervenciones de SM El Rey, que nadie criticó, si no fui yo.
No es posible pasar en silencio la visita –no recuerdo
el año- que realizó a Santiago de Compostela ni olvidar lo mucho
que le pidió al Santo Apóstol.
En la prensa leímos: "su Majestad el Rey pidió ante
el Apóstol Santiago por todos y cada uno de los españoles en torno
al marco estable de convivencia y porque España siga creciendo
dentro de su rica pluralidad y diversidad.
También rogó por el fin de la lacra del terrorismo, sus
muertes, amenazas y extorsiones. Así como amparo para militares y
Fuerzas de Seguridad del Estado; por la paz, libertad y progreso,
por quienes sufren calamidades como la que asola Irán.
Pidió al Apóstol ayuda en la lucha contra el
sufrimiento, el hambre, la pobreza, las desigualdades e injusticias
sociales. La humanidad necesita una vez mas de tu ayuda, Señor
Santiago, dijo el Rey, para pedir protección ante los riesgos y
amenazas para la paz.
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Don Juan Carlos también pidió aliento y amparo para los
miembros de las Fuerzas Armadas y de Seguridad que en tantos países
desempeñan con ejemplar entrega las diversas y complejas misiones
encomendadas.
Tras rogar al Apóstol que preserve a todos los españoles
en torno al marco estable de convivencia, progreso y bienestar que
juntos hemos labrado, incluyó en su plegaria que Europa siga
avanzando como espacio abierto de paz cooperación y progreso para
todos".
¡Ahí es ná! ¡Menudo endoso! ¿A qué sí? Te lo digo,
porque tú ganaste todo
el bienestar que diste a nuestra Nación, jugándote la vida con dos
cojones. Es decir: sin hablar con santos.
Bien, pienso ¡Querido Paco!, que el Jefe de un Estado, en una comparecencia pública, no
puede endosarle a un llamado Santo lo que sea conveniente conseguir,
sin relegar al summum de la inutilidad a toda la clase política
gobernante española, que es la encargada de solucionar todos los
conflictos, desajustes y anomalías mundanas, encargadas al bendito.
Por supuesto, la intención benefactora es de agradecer
siempre, pero como dice Martín Fierro "no pinta el que tiene
gana, sino el que sabe pintar"
Y es que la confianza en el más allá como solución a
los problemas de convivencia terrenal, es el manifiesto expreso de
una incapacidad supina.
Y el beso y el abrazo a la imagen representativa de un
llamado santo, es algo que los gobernantes han de desechar, por lo
estrambótico del acto. Esa acción es propia de viejecitas sin
solución, por lo regular.
Otra intervención la oímos en uno de los mensajes navideños
que dirigió a todos los españoles y con el que todos los medios de
comunicación comulgaron, sin chistar.
De uno de los apartados entresaco: "hemos conseguido
entre todos hacer de España una sociedad cada vez más libre, más
igualitaria y justa, más equilibrada, tolerante y generosa".
Algo que funde plomos. Tú conoces mejor que yo, querido
Paco, que lo de igualitaria, equilibrada, tolerante y generosa,
sobran, si también nos dijo que es justa. Ya que lo justo guarda en
sí la igualdad, el equilibrio, la tolerancia, la generosidad… ¿Vas
cogiendo?
Otra cuestión es cuando dijo "más libre". ¿Eso
qué es? ¿Qué significa? ¿Quiere decir que en España hay
libertad? Pues ¡no! Si yo hiciera la dura crítica que merece el
Jefe del Estado; que en derecho me corresponde por ser
contribuyente, como se le hace a cualquier alto funcionario que
devenga su salario de los impuestos que pago, iría de cabeza a la cárcel.
También nos avisó del rechazo de la sociedad a los
emigrantes. Pues tampoco estoy de acuerdo. La sociedad española no
rechaza a los emigrantes, lo que rechaza es la manera en que llegan
y la peligrosidad de su situación, debido a la inutilidad y apatía
indignante de los gobernantes ante el caos que origina una venida de
extranjeros sin la cobertura laboral y de residencia que habrían de
procurar.
España
es hoy el estercolero receptor de todas las bandas de delincuentes
-ladrones, vagos y maleantes-
que quieran venir. Ya habrán llegado los emigrantes ilegales
que fueron expulsados de Italia por Decreto.
Decreto Ley que hubo de
establecer el Gobierno Italiano, por la cantidad de gente
soez y malandrina –que diría el monstruo- que les llegó como
normales emigrantes que venían a colaborar con la nación.
Y
que muchos de ellos estarán ya en nuestro país mangando y
disfrutando de la Seguridad Social -hospitales incluidos- y todas
las prestaciones gratuitas que han establecido con nuestro dinero la
caterva de politicastros ladrones, dilapidadores, jetas, falsas madres de Calcuta, e
incompetentes pencos que
soportamos.
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Paco,
no te enfades; tú hiciste lo que te pedía tu limpio y honrado
proceder en beneficio de nuestra Nación. Y te digo que no te
enfades, porque todos los humanos cometemos errores. Si pudiéramos
jugar las cartas dos veces, otro gallo nos cantaría. Vuelve a
recibir un siempre y eterno: ¡A tus órdenes!
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