Por
Pablo Gasco de la Rocha.
Golpistas fueron, y siguen siendo, quienes, como usted, tienen una visión
deformada de la realidad histórica y de la trascendencia metafísica
del 18 de Julio. Los herederos ideológicos de quienes quisieron
acabar con Europa, según había dispuesto Lenin: “A
Europa hay que tomarla por detrás, por la Península Ibérica”.
Los sucesores de la canalla que se apoderó de la República, y a
quienes puso en su sitio el mismísimo masón de Azaña cuando desde
su exilio dorado en Méjico,
no tuvo más remedio que reconocer la verdad de lo que había
pasado: “Franco
no se rebeló contra la República, sino contra la chusma que se había
apoderado de ella”. Los enemigos de España que con total desproporción y no
midiendo las consecuencias han tratan siempre de reavivar el
rescoldo criminal de sus planes frustrados:
“Y cuando se habla de héroes de la lucha antifranquista –decía
la Rata de Pontejos,
Santiago Carrillo, en 1969-,
cómo pasar en silencio la acción de los obreros, de los
estudiantes y de los intelectuales del País Vasco, entre los que se
destacan particularmente los comunistas, los católicos progresistas
y los militantes nacionalistas de ETA, quienes, combatiendo por los
derechos nacionales de Euzkadi, combaten por la libertad de los
pueblos de España”. Los tontos útiles de la algarada
marxista y antiespañola, que sin conocimiento ni moral suficientes
han colaborado con los enemigos de España, y a los que se refiere
explícitamente Franco en su Testamento: “No olvidéis que
los enemigos de
España y de la
civilización cristiana
están alerta. Velad también vosotros, y para ello deponed,
frente a los supremos intereses de la Patria y del pueblo
español, toda mira personal”.
Señor
Garzón, al margen de su desmedido afán de notoriedad, que sin duda
oculta graves problemas personales, de ahí que no deba echar en
saco roto la recomendación que le hacía de tomar viagra y colocar
espejos en toda dependencia en que se encuentre, tampoco se me
oculta su filiación comunista, que sin duda también obra como
argumento importante en su actuación. Sin embargo, y pese a lo
seguro que estamos todos los españoles de que a usted no le
interesa la Historia ni la justicia ni los muertos ni nada que no
sea cardarse su melena blanca, entiendo que sería un error
no aportar argumentos a estas notas que muchos venimos dirigiéndole.
Si quiera para el gran público que no distingue entre verdad y
mentira.
Y
es que sorprende, que a casi setenta años de su finalización
nuestra guerra de Liberación regrese al primer plano de la agitación
y la revancha. ¿Cómo explicarlo, señor Garzón? ¿Crisis de
valores? ¿Búsqueda de una identidad colectiva? ¿Pendencia no
resuelta? Son preguntas que necesitarán de una respuesta cuando
toda esta agitación pase. Con todo, lo más grave no es la mirada
que se hace de ese pasado de nuestra historia, sino el diagnóstico
que se hace de él y el doble lenguaje que utiliza el progresismo
que hace de la política nacional un constante alboroto mediático
trasmitido en director por sus medios, con esa prevención supuesta
que desde las filas del Gobierno de este chiquilicuatre
que es Zp se quiere trasmitir de moderación, pero que luego se
desactiva con sus decisiones.
Porque,
aun dimensionando su actitud como la propia de un ambicioso que
aprovecha la ocasión que el Gobierno y sus agitadores le han
brindado para hacerse notar, y estar en todos los foros, no deja
de ser grave que se le consienta poner pastas arriba a la nación
mediante la falsificación de la Historia. Una historia que habría
que iniciar explicando, que la entronización del régimen que
ocasionó la guerra se ejecuto mediante un golpe de
Estado, el de “los concejales revolucionarios”, pues a
unas simples elecciones municipales, que ganó la derecha, una minoría
política conjurada dio carácter de plebiscito contra el régimen
legítimamente constituido, la Monarquía, y a favor de la República.
|
|
Un
régimen, la II República, cuyos conjurados en el llamado “Pacto
de San Sebastián” intentaron imponer mediante un golpe de Estado
en todo regla, el de los capitanes Fermín Galán y Antonio García
Hernández a los que finalmente abandonaron a su mala suerte. Que tuvo que ceder a la acción separatista-violenta
del sedicioso Francisco Maciá, que había proclamado la República
en Cataluña antes que se hiciera en el Estado y la Nación española,
así como a la proclamación, igualmente unilateral, de la República
Vasca por el jugador de fútbol del Athetic Club de Bilbao, José
Antonio Aguirre y Lecumbe. A la
quema de iglesias y conventos por toda España, obligando al
Gobierno, todavía provisional, a declarar el estado de sitio en
toda España. A las provocaciones a la mayoría católica, que
tienen su punto más grave en la expatriación del Cardenal Primado
don Pedro Segura (15-6-1931), aunque dicha pena no se aplicaba ya en
España. A un Ley de Defensa de la República que atentaba y era
incompatible con los derechos de los españoles reconocidos y
proclamados en la Constitución de la República, pero que
finalmente Azaña aprobó. A la abundante legislación contra el Ejército
y la Iglesia. A las huelgas y asesinatos que de forma escandalosa se
produjeron durante el llamado Bienio-Social-Azañista (1931-1933) en
Castilblanco, Extremadura, Andalucía y todo Levante
fundamentalmente, con el aporte de tensión que a la situación político-social
llevaron los anarquistas. Al malestar de los republicanos de
derechas, que el día 21 de febrero de 1933 se reunieron hasta
cuarenta mil en la Plaza de Toros de Madrid exigiendo al Gobierno la
convocatoria de elecciones. A una sublevación de oficiales cansados
de la situación que vivía España, y a la que no se dio mucha
importancia. Al levantamiento monárquico de Sanjurjo, ex Director
General de la Guardia Civil y que en ningún momento había hecho
uso de la fuerza en la jornada del 12 de abril de 1931, lo que sin
duda alguna propicio que aquellos concejales revolucionarios
pudieran ocupar a saco la Casa de la Gobernación y la huida del
Rey. A la Matanza de Casas Viejas, el asunto más siniestro y brutal
del Gobierno de Azaña que tuvo lugar en el gaditano pueblo de Casas
Viejas (12-1-1933), matanza de campesinos anarquistas que habían
proclamado el “comunismo libertario”. A la Revolución de
Asturias (5-10-1934) que socialistas, comunistas y anarquistas
protagonizaron durante el llamado Bienio Negro en el que tras las
elecciones de 1933 ganaron las derechas, que duró seis días y que
dejo un balance de cientos de muertos y miles de detenidos, y
cuantiosísimos destrozos y perdidas materiales, sobre todo en
edificios de iglesias, y que muchos consideramos como la antesala de
lo que preparaba la canalla (socialistas, comunistas, anarquistas)
tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de
1936. Al intento secesionista de Luís Companys que proclamó la
independencia de Cataluña el día 6 de octubre de 1934. Al escándalo
del estraperlo. Y finalmente, a un intento de golpe de Estado por
parte de un grupo de generales cuyo cabecilla era Joaquín Fanful,
pero al que no se adhirió José María Gil Robles y rechazó
Franco, personalidades con las que Fanjul contaba como
imprescindibles.
Pero
por si esto no fuera poco, señor Garzón, y rogaría que me
fuese siguiendo, pues le estoy dando toda una lección de historia
en unas pocas líneas, el régimen que con tanta pompa de
zafiedad, revancha cainita y falta de preparación moral e
intelectual se había implantado tras el golpe de Estado “de los
concejales” (de ahí el abandono de los intelectuales que lo habían
propiciado, pasándose la gran mayoría al bando de Franco), termina
su periplo histórico mandando a sus guardias –la Guardia de
Asalto- asesinar al líder de la Oposición, don José Calvo Sotelo,
un asunto que aunque para usted tenga poca importancia, define para
la Historia cuál es el calificativo de aquel Régimen que fue la II
República, y que como dijera José Antonio Primo de Rivera,
“tantas esperanza había despertado”… Aunque la pregunta del
millón, estimado Baltasar, es si la “vuelta a la guerra” servirá
para aprender historia. Piadoso propósito que no todos comparten.
Señor
Garzón, mi padre no fue un golpista porque no quiso aniquilar
Europa ni fue la “chusma” que se apoderó de la República, pero
sobre todo, porque formo en aquel Ejército que conquistó la
Victoria que salvó a España. Una Victoria total y absoluta, única
y determinante para los objetivos del bando rojo: la implantación
de la revolución bolchevique y la aniquilación de la Fe cristiana.
Cuestiones que dieron a nuestra guerra su dimensión conceptual
exacta, la de ser una Cruzada. La última Cruzada de Occidente, que
quedó definitivamente acabada con el último parte del cuartel
general del Generalísimo: “Cautivo y desarmado el ejército rojo…”. Dando
paso a una rectificación histórica, que no revolución,
que exigió de un esfuerzo intelectual y físico impresionante para
propiciar la etapa de los Cuarenta Años de Paz y Prosperidad más
largos de toda nuestra Historia: “el milagro español”. Y todo
ello, bajo la dirección del Caudillo Franco y sobre los ideales que
a todos nos unían definitivamente, después de tanta presunción y
desencanto: la Patria, el Pan y la Justicia.
Pero
aunque la Paz, señor Garzón, dio paso a la reconciliación, en la
impunidad no podían quedarse todas aquellas acciones criminales que
la canalla roja (socialistas, comunistas y anarquistas) había
realizado con total impunidad durante el tiempo en que actuaron. Y
así, y como usted sabrá, en orden a la estructuración de lo que
debe ser un Estado de Derecho, en 1939 entró en vigor la Ley de
Responsabilidades Políticas, cuya finalidad era el esclarecimiento
de los hechos delictivos cometidos. De esta forma, y mediante la
aplicación -que ciertamente fue benévola- de dicha Ley, se
ajustició, que no torturó ni se quemo en cal
viva, a quienes conforme a Derecho se tuvo que ajusticiar. Ni
a uno más, señor Garzón, pero sí a bastantes menos. (Y usted
lo sabe muy bien).
Estimado
Baltasar, muchas gracias amigo, hermano, magistrado por permitirnos
volver a refrescar ideas y habernos propiciado tener en cuenta algo
que algunas veces puede que olvidemos, y es que la tensión tenemos
que mantenerla siempre, pues en cualquier momento tenemos al enemigo
delante. Gracias, pues,
porque con su actuación nos ha puesto sobre aviso ante una
nueva avalancha. Una avalancha que, si bien es cierto ya no cuenta
con tantos como fueron, pues la ristra de arrepentidos es altamente
escandalosa, cuenta con posibilidades mucho más efectistas y
efectivas, habida cuenta que el Ejército español ha perdido el
norte de su quehacer en la Historia de España y que el nivel de
formación en las nuevas generaciones empieza a ser un hándicap
de gravísimos consecuencias para la nación. De ahí, por tanto,
que todos tengamos que agradecerle sus actuaciones, pues de la
misma forma que ha escogido hacer de zapador de sepulturas, hubiese
podido proponerse como pretendiente de la Duquesa, y entonces,
nada hubiésemos ganado nosotros.
Por
otra parte, y como está es mi última carta, pues haga lo que haga
no tengo ningún interés en dirigirme más a usted, permítame,
entonces, que le haga una reflexión, más que al hilo de la polémica
que nos mantiene, al dictado de lo que la vida nos exige.
La
vida, señor Garzón, está hecha de magnitudes amplias y sólidas,
de proporciones medidas y ajustadas, de determinismos tautológicos
inevitables, de extremos, de encuentros y desencuentros, de
intenciones, de proposiciones y de sueños, de detalles y de
quimeras, y siempre de soledades y de recuerdos. Ocurre, sin
embargo, que lo que prima, por encima de las magnitudes, son los
detalles. Y cuando esta realidad asoma fuertemente en nuestra vida,
sin otra apoyatura argumental, comprobamos con tristeza que estamos
solos ante la soledad. Pues ni siquiera las quimeras pueden llenar
nuestras ilusiones perdidas, en el océano de la nada en la que
finalmente desapareceremos para siempre.
Por
último, decirle, señor Garzón, que quienes nos reunamos este año
entorno al 20-N celebraremos, conmemoraremos y recordaremos con
mayor significado, si cabe, el 18 de Julio. Una reacción a la que
hubiésemos prestado todo nuestro apoyo de colaboración de haber
vivido en aquella época. Una reacción, señor Garzón, que
provocaremos y apoyaremos, no lo quepa la menor duda, si se
produjeran las mismas o parecidas circunstancias que provocaron
aquel glorioso y necesario Alzamiento que salvó España de
convertirse en una provincia de Moscú, sin identidad, sin religión
y sin futuro.
Sin
otro particular, y considerando y deseando que puede que un día le
veamos, como hemos visto a tantísimos otros, recular y
rectificar…
¡Viva
el 18 de Julio de 1936!
Fdo.:
Pablo Gasco de la Rocha
P.D.
El joven -casi un niño- de la foto es mi padre, que se incorporó a
la llamada de la Patria con 16 años el día de la fundación del
Requeté en Madrid, 20 de agosto de 1936, operando en Becerril y
Puerto del Boquerón –con la graduación de cabo-, y en las de
Hoyos de Pinares como Sargenteo; pasando el día 30 de octubre de
1936 al Requeté Auxiliar por haber sido reclamado como menor de
edad vía Cruz Roja: desempeñando el cargo de Jefe Provincial de la
Agrupación Escolar Tradicionalista en la provincia de Ávila,
facultándosele para nombrar y visitar las Jefaturas Locales de la
Provincia a los efectos de la Unificación; así como facultado y
encargado para hacer el nombramiento del Jefe Provincial de la AET
de Toledo, con nombramiento desde Pamplona (30 octubre de 1937) por
el Jefe Nacional, don José María Olazábal y por el Secretario
Nacional, don Miguel Ángel Astiz. Incorporándose nuevamente al
frente de guerra al cumplir 18 años como marinero voluntario, 13 de
julio de 1938, en la Armada, entrando a bordo del Buque-Escuela
“Galatea” el mismo día de su incorporación, navegando por
primera vez el día 3 de agosto de ese mismo año en el “Corcubión”
y en el “Genoveva”, y, durante algún tiempo formando parte de
la tripulación de la motonave “Ciudad de Alicante” para pasar
nuevamente al “Galatea” en donde permanece hasta el día 4 de
octubre de 1938 para servir en el crucero auxiliar de guerra “Mar
Negro”, una antigua motonave trasformada para poder dar cobertura
a buques mayores y entrar así mismo en acciones de guerra. De su
periplo en la Armada es de destacar: el servicio de bloqueo en aguas
griegas y de Valencia, deteniéndose durante esas operaciones a
varios buques de mucha mayor dimensión; bloqueo de las aguas
catalanas y bombardeo del puerto, fábricas y baterías en Palamoc,
así como rechazando a la aviación roja; desembarco en la isla de
Menorca; intento de desembarco en Cartagena cuando se produjo la
sublevación , lo que propició un formidable bombardeo de costa con
la utilización del calibre del 38 y varios ataques de la aviación
enemiga; tener el honor de tener al Generalísimo a bordo que pasó
revista a toda la tripulación; y por último, y ya cumpliéndose el
final de la guerra, fue el primer barco nacional que fondeo en el
puerto de Valencia, mandando las primeras fuerzas que ocuparon los
pueblos de Gandia, Javea y Denia. Siendo desmovilizado por haber
cumplido quince meses de servicio activo con arreglo a las
disposiciones vigentes sobre el particular y en virtud del decreto
del Excmo. Señor Comandante General del Departamento de Cartagena,
el día 13 de julio de 1939. Licenciándose en el Minador “Júpiter”
el día 12 de febrero de 1940, según consta en el Certificado de
Licenciamiento firmado por su Segundo Comandante, don José Luís de
la Guardia.
Había
permanecido 18 meses en el frente de guerra y comenzó su vida en la
paz. Jamás pasó la cuenta de nada ni a nadie hizo nunca ningún
mal. Hoy mi padre, fallecido a la edad de 47 años en accidente de
ferrocarril, el 15 de marzo de 1968, duerme frente a Gredos en un
pequeño pueblecito cerca de El Escorial.
INICIO
|