Por
Jakim Boar.
“¡Disciplina!...,
que reviste su verdadero valor cuando el pensamiento aconseja lo
contrario de lo que se nos manda, cuando el corazón pugna por
levantarse en íntima rebeldía, o cuando la arbitrariedad o el
error van unidos a la acción del mando” dijo el Generalísimo a
sus cadetes en la Academia Militar de Zaragoza en 1931 cuando fue
relevado de su mando y cerrada la academia.
Si bien, es cierto
que la disciplina hay que mantenerla hasta el último suspiro de
esperanza, cuando esta se apaga es necesaria una rebelión contra la
injusticia y contra el despropósito. Como hicieron todos los españoles
patriotas en 1936, y que culminaron con la liberación de España
convirtiéndola desde 1939 en Una, Grande y Libre.
Y es por ello que
los españoles no podemos seguir aguantando que con nuestros
impuestos el Gobierno quiera liquidar nuestra nación, y la igualdad
de todos los españoles. Rebelión por tanto, para dejar de seguir
pagando lo que destruye. Nuestros impuestos se convierten en una
financiación de la destrucción de nuestros principios. Son la base
de la desigualdad por la mala administración de los mismos, y
cuando esto es así, es mejor que el Gobierno se asfixie y deje de
recaudar cuanto más mejor.
No podemos seguir
pagando a una Administración de Justicia cuando esta imparte todo
menos justicia. Los jueces solo ejecutan órdenes de embargo y todo
lo referente a sacar hasta el último céntimo del ciudadano honrado
y que tiene problemas económicos. Mientras los violadores,
pederastas, asesinos, maltratadores o esquizofrénicos peligrosos,
viven libres y pasean a sus anchas por las calles donde vivimos.
Para estos si hay impunidad y transigencia por parte de los jueces,
pero para los ciudadanos con problemas económicos hay una justicia
implacable que embargarán hasta el último céntimo de la cuenta
del contribuyente en apuros. Si financiamos una “justicia” como
esta estamos financiando nuestro propio paseillo.
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No podemos seguir
pagando a unos ayuntamientos que con nuestro dinero eliminan calles,
estatuas, placas o monumentos de nuestra Historia pretendiendo
borrarla hasta crear la ficción. Donde una Segunda República
maltrecha, ilegítima y que jamás fue votada ni constituida por
democracia alguna, se ha convertido en lo idílico, cuando realmente
fue lo más sangriento y bochornoso de toda nuestra historia.
No podemos seguir
pagando nuestros impuestos para criminales etarras y a los
concejales de los mismos, ya que con nuestro dinero estaremos
pagando las balas de nuestros asesinos.
No podemos seguir financiando a un Presidente del Gobierno, que
pacta con criminales que acaban de asesinar a dos personas en una
terminal de un aeropuerto. Con la intención de repartir España a
una banda de asesinos, como si España fuera de su propiedad. Con
nuestro dinero financiamos a un traidor a nuestros principios y a
nuestra libertad, y el sueldo que recibe este parásito y que
nosotros le pagamos, él lo usa para sus fines masónicos y
resentidos.
No podemos seguir
financiando los nacionalismos que tienen como único objetivo
destruir nuestra nación y culminar sus proyectos soberanistas a
través de unas grandes mentiras. Ya que en la Historia de España
nación solo ha habido una y reinos muchos pero ninguno Catalán o
Vasco.
No podemos seguir
pagando a los ministerios de la desigualdad, que deciden que el agua
es trasvasable para unos españoles de primera categoría y otros
tienen que morirse de sequía porque son españoles de segunda.
No podemos seguir
financiando con nuestros impuestos a unos políticos que llevan a
España a la ruina y debilitan nuestra economía y dejan a España
en el más absoluto de los ridículos en el exterior. Con nuestro
dinero pagamos el sueldo a unos incompetentes que se deleitan de sus
desastres y que nos hacen perder poder adquisitivo, mientras
reparten nuestro dinero a líderes de países enemigos.
No podemos seguir
pagando cánones para maleantes que viven del cuento y nunca del
arte, porque con nuestra recaudación brindan por la antiespaña y
se regocijan de nuestra impotencia. Por ello, no podemos dejarnos ni
un céntimo de nuestros ahorros para que financien a los que quieren
destruir nuestra España con sus canciones vomitivas o sus películas
degradantes y corruptoras de nuestra sociedad.
No podemos seguir
financiando una educación que hace creer a nuestros jóvenes que la
libertad de una persona se basa en el sexo, cuando no existe la
verdadera libertad en nuestra nación. No hay libertad para pasear
con la bandera nacional por las calles de San Sebastián sin
protección policial, como no hay libertad para pasear con la
bandera nacional por las calles de Barcelona. Como ya no hay
libertad para estudiar en castellano, lengua de todos los españoles.
Sin embargo, si hay libertad para el sexo público, para vender
revistas pornográficas en un quiosco de chucherías para niños y
todas las aberraciones sexuales están permitidas. Con ello, algunos
ignorantes se sienten libres. Pero la libertad no es el sexo, la
libertad es un concepto mucho más amplio, y en España ahora mismo
no hay libertad de ser español, principio básico de toda nación,
que es la defensa y libertad de su patria, de sus principios y de
sus gentes.
Por todo ello, la
rebelión es necesaria y todos debemos ser conscientes que nuestro
dinero está yendo a manos de administradores que hacen con el, todo
lo que no deberían hacer. Con nuestra hacienda estamos financiando
el fin de la nación e incluso el crimen terrorista. Y no podemos
seguir haciéndolo, por tanto, cuanto menos recaude el Estado menos
males podrá realizar y cuanto más débiles se encuentren las arcas
del poder político y público, más fuertes seremos nosotros.
No es este un
discurso antipatriota, como no lo fue la rebelión de Julio de 1936.
Y es que cuando nuestros principios nos gritan desde dentro que no
podemos consentir lo que se hace, cuando la injusticia pasea por
donde quiera que vamos, cuando percibimos que la dictadura antiespañola
se apodera de nuestra nación y cuando “nuestro corazón
pugna por levantarse en íntima rebeldía”, es el momento de un único
grito: ¡Rebelión!.
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