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Actualizada: 17 de Abril de 2.008.  

 
 
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 ¡Rebelión!


Por Jakim Boar.


“¡Disciplina!..., que reviste su verdadero valor cuando el pensamiento aconseja lo contrario de lo que se nos manda, cuando el corazón pugna por levantarse en íntima rebeldía, o cuando la arbitrariedad o el error van unidos a la acción del mando” dijo el Generalísimo a sus cadetes en la Academia Militar de Zaragoza en 1931 cuando fue relevado de su mando y cerrada la academia.

Si bien, es cierto que la disciplina hay que mantenerla hasta el último suspiro de esperanza, cuando esta se apaga es necesaria una rebelión contra la injusticia y contra el despropósito. Como hicieron todos los españoles patriotas en 1936, y que culminaron con la liberación de España convirtiéndola desde 1939 en Una, Grande y Libre.

Y es por ello que los españoles no podemos seguir aguantando que con nuestros impuestos el Gobierno quiera liquidar nuestra nación, y la igualdad de todos los españoles. Rebelión por tanto, para dejar de seguir pagando lo que destruye. Nuestros impuestos se convierten en una financiación de la destrucción de nuestros principios. Son la base de la desigualdad por la mala administración de los mismos, y cuando esto es así, es mejor que el Gobierno se asfixie y deje de recaudar cuanto más mejor.

No podemos seguir pagando a una Administración de Justicia cuando esta imparte todo menos justicia. Los jueces solo ejecutan órdenes de embargo y todo lo referente a sacar hasta el último céntimo del ciudadano honrado y que tiene problemas económicos. Mientras los violadores, pederastas, asesinos, maltratadores o esquizofrénicos peligrosos, viven libres y pasean a sus anchas por las calles donde vivimos. Para estos si hay impunidad y transigencia por parte de los jueces, pero para los ciudadanos con problemas económicos hay una justicia implacable que embargarán hasta el último céntimo de la cuenta del contribuyente en apuros. Si financiamos una “justicia” como esta estamos financiando nuestro propio paseillo.

No podemos seguir pagando a unos ayuntamientos que con nuestro dinero eliminan calles, estatuas, placas o monumentos de nuestra Historia pretendiendo borrarla hasta crear la ficción. Donde una Segunda República maltrecha, ilegítima y que jamás fue votada ni constituida por democracia alguna, se ha convertido en lo idílico, cuando realmente fue lo más sangriento y bochornoso de toda nuestra historia.

No podemos seguir pagando nuestros impuestos para criminales etarras y a los concejales de los mismos, ya que con nuestro dinero estaremos pagando las balas de nuestros asesinos.

No podemos seguir financiando a un Presidente del Gobierno, que pacta con criminales que acaban de asesinar a dos personas en una terminal de un aeropuerto. Con la intención de repartir España a una banda de asesinos, como si España fuera de su propiedad. Con nuestro dinero financiamos a un traidor a nuestros principios y a nuestra libertad, y el sueldo que recibe este parásito y que nosotros le pagamos, él lo usa para sus fines masónicos y resentidos.

No podemos seguir financiando los nacionalismos que tienen como único objetivo destruir nuestra nación y culminar sus proyectos soberanistas a través de unas grandes mentiras. Ya que en la Historia de España nación solo ha habido una y reinos muchos pero ninguno Catalán o Vasco.

No podemos seguir pagando a los ministerios de la desigualdad, que deciden que el agua es trasvasable para unos españoles de primera categoría y otros tienen que morirse de sequía porque son españoles de segunda.

No podemos seguir financiando con nuestros impuestos a unos políticos que llevan a España a la ruina y debilitan nuestra economía y dejan a España en el más absoluto de los ridículos en el exterior. Con nuestro dinero pagamos el sueldo a unos incompetentes que se deleitan de sus desastres y que nos hacen perder poder adquisitivo, mientras reparten nuestro dinero a líderes de países enemigos.

No podemos seguir pagando cánones para maleantes que viven del cuento y nunca del arte, porque con nuestra recaudación brindan por la antiespaña y se regocijan de nuestra impotencia. Por ello, no podemos dejarnos ni un céntimo de nuestros ahorros para que financien a los que quieren destruir nuestra España con sus canciones vomitivas o sus películas degradantes y corruptoras de nuestra sociedad.

No podemos seguir financiando una educación que hace creer a nuestros jóvenes que la libertad de una persona se basa en el sexo, cuando no existe la verdadera libertad en nuestra nación. No hay libertad para pasear con la bandera nacional por las calles de San Sebastián sin protección policial, como no hay libertad para pasear con la bandera nacional por las calles de Barcelona. Como ya no hay libertad para estudiar en castellano, lengua de todos los españoles. Sin embargo, si hay libertad para el sexo público, para vender revistas pornográficas en un quiosco de chucherías para niños y todas las aberraciones sexuales están permitidas. Con ello, algunos ignorantes se sienten libres. Pero la libertad no es el sexo, la libertad es un concepto mucho más amplio, y en España ahora mismo no hay libertad de ser español, principio básico de toda nación, que es la defensa y libertad de su patria, de sus principios y de sus gentes.

Por todo ello, la rebelión es necesaria y todos debemos ser conscientes que nuestro dinero está yendo a manos de administradores que hacen con el, todo lo que no deberían hacer. Con nuestra hacienda estamos financiando el fin de la nación e incluso el crimen terrorista. Y no podemos seguir haciéndolo, por tanto, cuanto menos recaude el Estado menos males podrá realizar y cuanto más débiles se encuentren las arcas del poder político y público, más fuertes seremos nosotros.

No es este un discurso antipatriota, como no lo fue la rebelión de Julio de 1936. Y es que cuando nuestros principios nos gritan desde dentro que no podemos consentir lo que se hace, cuando la injusticia pasea por donde quiera que vamos, cuando percibimos que la dictadura antiespañola se apodera de nuestra nación y cuando “nuestro corazón pugna por levantarse en íntima rebeldía”, es el momento de un único grito: ¡Rebelión!.


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