Seamos osados… ¡Rompamos las urnas!
El capitalismo, sujeto
por naturaleza a una expansión sin límites a través de ciclos
económicos de diversa amplitud y que ha funcionado a pleno
rendimiento desde la caída del Comunismo, ha dejado de funcionar. A
la crisis de todo el sistema financiero, sobre la que se ha venido
construyendo el capitalismo salvaje en esta última fase de expansión,
se une ahora la incertidumbre y la desconfianza, cuya consecuencia más
inmediata es que el mercado reacciona con oscilaciones bruscas de
precios, introduciendo una variable de graves consecuencias. Con
todo, lo más grave de la situación es que a corto plazo no se
aporta una visión racional sobre tal coyuntura, limitándose a
aumentar la cuantía mínima de depósitos para evitar el colapso de
la actividad económica.
Frente a la responsabilidad culposa con la que han actuado todos los
gobiernos europeos propiciando un sistema financiero especulativo
que no ha contado con mecanismos de control, la crisis es,
fundamentalmente, un problema de codicia. Que es la tercera variable
o aspecto de este desaguisado, introducida por la cancillera
alemana, Ángela Merkel, la única persona capaz en la Europa de los
mercaderes, frente a esos dos monigotes que son Sarkozy y
Berlusconi, prueba evidente del estado de postergación en el que se
encuentra Europa
Al hundimiento del llamado Estado del Bienestar: seguridad social,
subsidio de paro, jubilación, etcétera, que pasará a la historia
como el logro de varias generaciones en su devenir político, económico
y social, se unirán otros problemas que de igual forma se han
dejado enquistar: salud moral e inmigración, que evidencian la
crisis multidisciplinar de Europa.
Con todo, hay que huir, para empezar, del
escepticismo y del desánimo, sentirse vivos y nuevamente europeos,
e intentar construir de cara al horizonte, porque esta crisis económica
corre a la misma velocidad a la que nos aboca ese oscurantismo bárbaro
donde medran todos los intereses personales de las clases dirigentes
en detrimento de las necesidades de la sociedad, potenciando de modo
global valores frívolos y fútiles que poco o nada nos aportan como
seres humanos, lo que nos pone ante la tesitura irrenunciable de un
nuevo liderazgo político hoy por hoy todavía en manos de las urnas.
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