Estimado
Iván:
Antes
de nada, y sin más preámbulo al uso, quiero que sepas que te
acompaño en el sentimiento por la perdida de tu padre, vilmente
asesinado por la misma banda que ininterrumpidamente viene actuando
desde hace treinta años (y que yo tengo como referencia los años
de la muerte de Franco), y al que ya jamás volverás a ver salvo en
el Cielo. Y eso, si él ya se ha salvado (lo que deseo de todo corazón)
y tú, por tu parte, te salvas. Aunque esa sea otra cuestión, y
desde luego, la más importante.
Estimado
chaval, por mucho que me esfuerce en comprenderte no consigue
hacerlo, pues entiendo que tienes edad suficiente y la perdida ha
sido demasiado grande para que te sigas conduciendo con arreglo al
guión establecido. Ese guión que ininterrumpidamente han marcado
todos los políticos de turno, y que desgraciadamente ha sido
adoptado como estandarte ignominioso por la mayoría de la sociedad,
incluso por los más perjudicados, los familiares de las víctimas.
Un guión intolerable que ninguna persona ha debido portar, y mucho
menos si la víctima, como es tu caso, tiene la condición de
militar. Pero en fin, todos sabemos como está el Ejército y el
papel que ha venido jugando en este y otros temas.
"No
se saldrán con la suya", parece que has dicho, al menos así
lo reflejan todos los periódicos… O más exactamente, "ETA
no se va a salir con la suya, nunca jamás". Frase que sin
necesidad de hacer un ejercicio de memoria suprema me retrotrae,
casi sin yo quererlo, a la que dijo otro joven como tú, el hijo de
Francisco Tomas y Valiente cuando el cadáver de su padre estaba
todavía "caliente": "Sepan los terroristas que no
han conseguido nada".
Sois,
estimado Iván, una panda de aborregados estúpidos e inconscientes
a los que la Historia os pedirá cuentas. Pues ni vuestra condición
de jóvenes -que actuará como agravante de cargo-, ni mucho menos
la de santos con la algunos interesadamente tratan de investiros, se
podrá alegar en vuestro favor. Porque los santos, querido Iván, lo
son, entre otras cosas, por haber tenido un alto concepto y una
dimensión real de la justicia, que es uno de los atributos de Dios.
¿Te imaginas, estimado Iván, esa actitud de pusilanimidad que
expresas en san Pablo, el hombre que batalló por la causa de la
Justicia, denunciando todo lo que no se correspondía con ella y que
finalmente fue mártir por confesar su fe en Cristo? Yo tampoco.
¿Te
das cuenta qué por muy niño militar que seas le estás
haciendo el juego a quienes interesadamente tratan de sacudirse
culpas y responsabilidades?
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