Por
Pablo Gasco de la Rocha.
Señor Rodríguez Zapatero, ni puedo felicitarle por su triunfo
electoral, ni puedo, tampoco, desearle suerte en su labor de
Gobierno, pues usted y yo sabemos que su triunfo es consecuencia de
un régimen nefasto que aturde y envilece sobre la base del chantaje
y la mentira, y que su labor de Gobierno será la que determine el
espíritu sectaria y cainita que le anima. Ambas realidades, señor
Zapatero, consustanciales a la partidocracia, aunque tendrá que
admitirme que en el caso de su partido, PSOE, y en el suyo personal,
se den de forma más clara y determinante que en el centro derecha,
PP.
Y es que usted, señor Zapatero, forma parte de la peor izquierda de
Europa, la española. Una izquierda cainita y sectaria hasta
extremos inconcebibles. Una izquierda que provocó una guerra civil,
que laboro por la invasión de nuestra Patria y que defendió y
justificó la acción terrorista de ETA como forma de aniquilar el
Estado. Una izquierda, señor Zapatero, que en los últimos tiempos
practicó el crimen de Estado, permitió la corrupción generalizada
como forma de Gobierno, y que ha propiciado con sus leyes y sus
proclamas callejeras la corrupción moral de España, hoy a la
cabeza de Europa en todo tipo de lacras: el asesinato del nasciturus
en el vientre de sus madres, la droga y el alcoholismo entre nuestra
juventud, y el aumento espectacular de prostitutas y homosexuales
con residencia en nuestro país.
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Señor Zapatero, si realmente fuera usted un hombre de izquierdas, es
decir, preocupado por la cuestión social, no se le hubiese ocurrido
no darle a los más necesitados los famosos "400
euros", que finalmente tendrá que darle a Botín, FF y
Florentino. Y por otra parte, hubiese elevado la pensión mínima a
800 euros, así como el salario mínimo interprofesional a 1.000.
Pero no, usted, por mucho que diga, no es un hombre de izquierdas,
sino un simulador, un mentecato, un incapaz y un gualtrapa de tres
al cuarto. Alguien, señor Zapatero, y créame que se lo digo sin
acritud, que es lo que es, gracias al sistema que padecemos. Un
sistema aupado sobre la falta de criterio de lo más tirado de la
sociedad: los jóvenes intolerantes, esos gamberros que amenazan de
muerte y destruyen todo tipo de propiedad que no sea la suya propia
con la sola intención de hacer callar a los que no piensan como
ellos, como usted, señor Zp, como el PSOE; los ancianos con
importantes disminuciones cerebrales que piensan que los otros les
quitarían la pensión, y los extranjeros nacionalizados o
regularizados, habidos de las ventajas que puedan seguir sacándole.
Señor Zapatero, si realmente fuera usted un hombre de izquierdas,
tampoco haría caso a esa pléyade de caciques que forman en el
nacionalismo independentista, que lo que quieren, por encima de sus
intereses particulares, es arruinar y destruir a la nación, a España.
Señor Zapatero, si usted fuera realmente un hombre de izquierdas, no se
enfrentaría a la Iglesia, por cuanto es la institución que mejor
entiendo el mensaje social que la izquierda dice compartir, y por
cuanto es quien le esta sacando las castañas del fuego a
través de la obra asistencial a los más necesitados: los parados más
extremos, los enfermos más humildes, los extranjeros más
necesitados y los ancianos más impedidos. Por no citar la labor de
civilización que ejerce entre los jóvenes en cuanto les inculca
valores morales y cívicos.
Y señor Zapatero, si usted fuera realmente un hombre de izquierdas, no
permitiría el aborto ni la eutanasia ni la adopción a los
homosexuales y lesbianas, por cuanto que es un ataque a los más
humildes y necesitados. Y desde luego que incentivaría el nivel
moral de la juventud, porque lo que sé esta formando es una
población de enfermos in-solidarios y egoístas sin conciencia
social ni interés por nada que no sea su propia satisfacción.
Señor Rodríguez Zapatero, usted no es un hombre de izquierdas. Usted
es, como antes le decía, un simulador, un mentecato, un incapaz y
un gualtrapa de tres al cuarto. Alguien que ha llegado a lo que ha
llegado, gracias a un régimen que se alza sobre lo más tirado, lo
más inculto y lo más canalla de la sociedad, una gran mayoría de
sus votantes.
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