Por
Pablo Gasco de la Rocha.
Una
vez más, y como viene siendo habitual, volvemos a concurrir a unas
Elecciones Generales en las que nuevamente se plantea el futuro político
del Estado y la estabilidad de la Nación.
El
triste destino de la democracia
Si
la experiencia de los años treinta, con su corta experiencia, no ha
podido proporcionar suficientes elementos de juicio a muchos, los
treinta años de democracia actual nos aportan suficientes elementos
como para explicitar sin falsos prejuicios, que el sistema que damos
en llamar democracia, y que no es si no partidocracia, no funciona
en España. De la misma forma que el sistema occidental es
totalmente inviable para Oriente.
Pues
la partidocracia, en el fondo, es un sistema de falsedad, en el que
cada fracción, bando o partido intenta presentar una parte de la
verdad como si fuera toda ella y en el que muy raramente, la suma de
esas verdades forma la totalidad. Y todo ello, sobre la base del
panfleto falsario de la adulación que una autoproclamada
intelectualidad progresista rinde al mejor postor. Una progresía
que terminará por abdicar de sus planteamientos, como de sobra
tenemos comprobado, pues el periplo de rectificación de la los rojos
es siempre el mismo: Giménez Losantos, Juan Juaristi, Pío Moa, Ramón
Tamames, Raúl del Pozo, Cristina Almeida... lecturas que les abren
los ojos, noticias que les sitúan en la realidad y viajes que les
constatan la verdad.
Es
tal el fracaso del sistema, que las propuestas que destacadas
personalidades de la vida política, social y cultural vienen
haciendo ante la situación actual de España se sitúan claramente
más allá de la mera reforma constitucional, para adentrarse en una
verdadera rectificación del propio sistema.
Y
es que no es posible, y es uno de los males del sistema, que quien
decida la gobernabilidad de un país sean los más incultos y poco
formados de la sociedad: los jóvenes, los inmigrantes y los
ancianos. Justo el voto que los partidos intentan captar, pues es la
llave de la gobernabilidad de la Nación.
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Qué
ofrece el PP
La autodisolución de Alianza Popular, aquella formación de derechas
cuyo lema era... "España lo único importante",
dio como resultado la gestación de un retoño enclenque, no muy
inteligente, acomplejado y falto de testosterona que dieron por
nombre PP.
Con
el aporte fundamental que dicha formación ha recibido en esta
legislatura de la Jerarquía de la Iglesia Católica, la AVT, el
Colectivo de las Familias, etc. El PP, de ganar las próximas
elecciones, tendría la obligación de cambiar de política. Pero el
PP no es sólo Rajoy ni Vidal Quadras. El PP es también Gallardón,
Zaplana, Celia Villalobos y algunos más que terminarían de aflorar
como los cardos si el PP se escorase hacia los planteamientos ideológicos
de su matriz: Alianza Popular.
Por
eso votar al PP no servirá para regenerar España, sino para
propiciar y facilitar la próxima venida de otro gobierno socialista
que termine por rematar el asesinato de España.
La
actitud del Ejército
Ante
la ofensiva separatista que plantea unas reglas de juego en muchos
casos desde la acción terrorista, cuyo objetivo y propósito es la
reinterpretación del concepto de soberanía nacional, radicalmente
alejado de los principios que inspiran la Constitución, es preciso
llevar a cabo un gesto de coherencia con nuestros fundamentos
constitucionales y con los intereses de la mayoría de la Nación,
que pasa necesariamente por reclamar al Ejército libertad de acción
para intervenir en aquellas regiones que quieran variar
unilateralmente las condiciones constitucionales.
El
magisterio de la Iglesia
La
situación de España es ya tan grave desde el punto de vista moral,
que la Jerarquía no se debiera callar después de las Elecciones
contra unas leyes que no sólo desdibujan la familia y legalizan el
asesinato más alevoso mediante el aborto y la eutanasia, sino que
crean inestabilidad en la sociedad.
Defensa
e Identidad nacional
No
se trata de ser racista. Pero se impone que tomemos conciencia del
gravísimo problema que representa la inmigración des-regularizada.
Y en este sentido, se impone la toma de medidas como la expulsión
inmediata y por procedimiento de urgencia de todos los extranjeros
ilegales que soportamos, de los menores también, así como la
no-admisión de ningún extranjero más hasta no haber hecho un
estudio del impacto que supone la inmigración a todos los niveles,
y de la necesidad estructural y coyuntural que tenemos de ella.
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