Nos enfrentamos a
una situación en la que la descomposición del sistema cobra mayor
relieve y posibilidad por la radicalización del PSOE y la
imposibilidad de gobernar del PP como no sea por mayoría absoluta,
dentro de una situación de graves problemas estructurales y
coyunturales, que obligaría a la formación de un Gobierno fuerte y
sólido, ante la imperiosa necesidad de reflotar a la Nación y
dotar al Estado de una capacidad política resolutiva que ahora no
tiene. Un Gobierno de coalición, que entre otras cosas resolviera
definitivamente el tema de la unidad territorial. Sin embargo, lo más
seguro es que esta propuesta sea rechazada por el PSOE, que siempre
ha sido un partido rebelde, gregario y de bandoleros. Con todo, es
hora de llamar la atención, porque llegados a este punto lo único
importante es España en su estabilidad, en su progreso y en sus
instituciones.
Ante la ofensiva
separatista, que plantea unas reglas de juego en muchos casos desde
la acción terrorista, cuyo objetivo y propósito es la
reinterpretación del concepto de soberanía nacional, radicalmente
alejada de los principios que inspiran la Constitución, es preciso
llevar a cabo un gesto de coherencia con nuestros fundamentos
constitucionales y con los intereses de la mayoría de la Nación,
que pasa necesariamente por reclamar al Ejército libertad de acción
para intervenir en aquellas regiones que quieran variar
unilateralmente las condiciones constitucionales.
Y desde esta
valoración, dejar claro, que España
es una Nación constituida en Estado unitario, aunque
descentralizado por regiones. Y que la Soberanía Nacional es
indivisible, y la ejerce el propio Estado sin que pueda cederla, ni
compartirla o delegarla.
Justo el preámbulo
constitucional con el que el Directorio de Don Miguel Primo de
Rivera quiso salvar la Monarquía y evitar la Guerra Civil.
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