Por
Pablo Gasco de la Rocha.
He escrito en otras
ocasiones, y siento repetirme, que la deriva territorial que
padecemos, el principal y más grave problema que tenemos planteado
como Pueblo, como Estado y como Nación no es consecuencia, en
ultima instancia, por más que nos lo quieran hacer ver así, ni de
la acción de los desarrapados independentistas ni de la ruptura del
consenso entre los dos grandes partidos nacionales, sino del
desarrollo normativo de la propia Constitución, que introduce la
posibilidad real de una España federal... Lo saben quienes la
quieren, y lo sabemos nosotros, que no la queremos.
Sin embargo, se apela a la falta de una política de consenso para
explicar tal deriva, y se pone como ejemplo paradigmático el que
existió durante la etapa de la Transición, como algo que habría
que recuperar para la buena gobernabilidad de España. Es decir,
para volver a atar con hilos todo el entramado institucional del
Estado y de la Nación... Otra vez, pues, un pacto entre
"rateros" sin más base que las buenas intenciones.
Se les olvida a estos que así piensan y que intentan hacernos pensar así,
que si existió el consenso, fue por la necesidad que tuvo una
derecha claudicante y acomplejada de ofrecer un pacto a la izquierda
marxista revolucionaria para que no se tirase al monte, y por el
pragmatismo del que tuvo que hacer gala ésta, consciente, entonces,
de las limitaciones que imponía la ruptura que ellos
preconizaban... No se podía llegar a más.
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Y como si nada se hubiera aprendido, lo que se pretende ahora, es que
sobre la base de la propia legalidad constitucional se consiga
otro tipo de consenso, un consenso anudado sobre el
"centrismo" del PP y el "republicanismo cívico"
del PSOE. Lo que sin duda pondrá en solfa conceptos básicos
del régimen actual. Es decir, la misma operación que se puso
en practica y se ejecutó en 1978... Una nueva ruptura.
Una nueva ruptura de la legalidad jurídica y política que ahora se
ejecutaría no sobre el engaño y la simulación de una Reforma,
sino sobre el estado moral de la Nación y el nivel de formación
intelectual de los españoles. Estado del que se aprovechan los
políticos que dominan el panorama del pensamiento en su
necesidad de producir estereotipos comúnmente aceptados.
Ambiente éste en el que se mueve a pleno rendimiento la Ley de
Memoria Histórica. Pues los conceptos-ideas esenciales para el
conocimiento muestran una visión viciada de la verdad y una
total ligereza intelectual y moral... Y así, por tanto, no
sorprenden los frentes que mantienen abiertos, y que suponen ya
barricadas de contención frente a quienes se opongan a sus propósitos.
Estamos ante una ofensiva de enorme calado y trascendencia, en donde el
imaginario revanchista de la izquierda juega un papel
fundamental. Y dentro de este imaginario, el anti-catolicismo y
el anti-monarquismo como lanzas punteras, a cuya cabeza figura
el PSOE de Rodríguez Zapatero como la fuerza más emergente de
influir socialmente, que no sólo no ha perdido del horizonte la
entronización de la República laica como forma de Estado, sino
que no ha olvidado que la Monarquía es una institución
impuesta por Franco, que designó a don Juan Carlos
"sucesor a título de rey". Una legitimidad que, pese
a estar consensuada dentro del "todo" constitucional a
tenor de las circunstancias del momento, escuece que se
siga manteniendo.
Pese a todo,
ante las próximas elecciones, un nutrido grupo de los nuestros
terminará votando al PP, como una vez más viene siendo
habitual en esta sociedad de moralina en la que nos injertamos.
Porque ante el panorama de España es la duda lo que vuelve
atenazar las conciencias de miles de españoles,
correligionarios nuestros, que vuelven a quedar atrapados entre
que siga gobernando el PSOE o se dé opción a lo que ellos
nuevamente sueñan puede llegar a ser el PP. Una duda que si
bien es cierto opta más por los argumentos que por los valores,
no deja de tener cierta lógica a tenor del colapso moral de
España, un colapso que es ya demasiado devastador para dejarlo
en las manos del PSOE. Aunque fuera, a la intemperie, donde
lucen los luceros, entre la dicotomía PSOE o PP muchos no sólo
no encontremos el vacío, sino un laudatorio ejercicio de
libertad y coherencia moral.
Por eso digo que
estamos ante una situación que sólo desaparecerá el día en
decidamos dar un paso adelante, y entre el Consenso y la
Rectificación nos decidamos abiertamente por la Rectificación
que traduzca fielmente la voluntad de los españoles. Porque la
libertad de la Nación española exige una profunda rectificación
del texto constitucional que padecemos, que es una profunda
deslealtad a los sentimientos de la inmensa mayoría de la
población y, sobre todo, un delito de lesa traición a la
Patria. Es necesario, por tanto, que las nuevas elecciones
generen una profundo efecto antibacteriano de Rectificación
para desalojar al independentismo de la vida política hasta
aniquilarlo, pues, al igual que las ratas, puede adoptar en cada
momento diferentes tácticas, pero nunca renunciar a su
estrategia; una estrategia sustentada en su odio a España y
resumida en un solo vocablo: independencia.
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