Por
Pablo Gasco de la Rocha.
Es evidente, y así se constata por los datos y por las
críticas que desde diferentes sectores se vienen haciendo, que el
modelo político español está amenazado. Y hasta tal punto es
grave la situación, que como vienen apuntando diferentes
personalidades de la vida política y social española, es necesario
imponer un nuevo modelo, cuyo primer acto sería un convenio de
acuerdo entre los dos grandes partidos, pues no es normal que los
independentistas, es decir, los que pretenden dinamitar, ocurra lo
que ocurra, el régimen y la convivencia del Estado y de la Nación,
con tan sólo 33 escaños obtenidos en las pasadas elecciones,
tengan el triple de poder en el Congreso que el primer partido de la
oposición. Una situación que cobra máxima gravedad por cuanto
nuestras FFAA parecen no tengan el mismo texto constitucional que la
mayoría de los españoles, o no saben interpretarlo debidamente.
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Pese a todo, y como
también se apunta, la crisis está en la misma naturaleza del
sistema. Porque en última instancia depende de la psicología
colectiva, fácilmente manipulable, y que ha dado como resultado la
complacencia de todos los participantes en lo que dan en llamar
(otra de sus estúpidas frases) "la fiesta de la
Democracia": las Elecciones Generales. Esa perdida de energías,
como apuntó José Antonio Primo de Rivera, miembro destacado de esa
corriente de pensadores que surgió a mediados del siglo XIX, que
sustituyeron la concepción que podríamos llamar teórica del
intelectual, por una visión funcional en la que lo que cuenta, es,
sobre todo, el poner la razón al servicio de una causa colectiva,
para librar de la opresión al pueblo o a una nación determinada. Y
que no agota la pretensión interventora de su actividad crítica en
su capacidad de dimensión mito-clástico para desmontar
supersticiones, ciencias y mitos, sino que encuentra su plena
efectividad en su pujante proposición de alternativa. De ahí, y en
el caso de José Antonio es evidente, que el establisment
tanto de la derecha como de la izquierda se viera removido en sus
reflexiones rutinarias. Pues José Antonio desconcertó con su
proposición a unos y otros, escandalizando a todos.
Sin embargo, tanta
crítica lo único que denotaba es que había acertado con la
apuesta de una cuestión crucial, la verdadera Alternativa. Pretensión
de una visión unitaria, aunque múltiple y rica en determinaciones
y matices, de un punto de vista superior, capaz de darnos acceso a
la verdad, fundiendo teoría y práctica. En resumen, capaz de
alcanzar categoría científica, pues incidió en la naturaleza
misma del ser humano, en su emancipación, en la verdadera
autenticidad del hombre. De ahí, por tanto, que ni izquierdas ni
derechas pudieran, por razones diferentes, ver con buenos ojos las
críticas que aquel joven abogado ponía en cuestión.
Hoy, en cambio, en
el lugar que antes ocuparon los pensadores, los intelectuales, es
decir, aquellos investigadores científicos-sociales de verdad, lo
ocupan los literatos, incluso los artistas, que suplen con el
prestigio que los medios les dan su escasa familiaridad con los
saberes en relación con los temas sobre los que se les pide opinión.
Por eso, cuando
desde La Tercera de ABC (paradigma de la intelectualidad), Fernando
Fernández Méndez de Andés, Rector de la Universidad Antonio
Nebrija, se preguntaba ( 24 de enero de 2008) cómo hemos llegado
hasta aquí, la única respuesta posible es recomendarle que
eche la vista atrás, y retomando el paisaje que todavía es posible
visualizar, ponga en entredicho, y ya sería uno más, lo que se ha
venido dando por bueno, justo y sabio: la forma en cómo se hizo el
traspaso de un Régimen a otro, cuya clave está: en que siempre se
ha estado cediendo. Pues, como bien se dijo al principio de los
tiempos, el sistema se alzaría "legalizando todo lo que
estuviera en la calle".
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