"Aciertan cuando rectifican" es una de esas frases que en el
contexto de uno de sus memorables discursos tengo grabadas de don
Blas Piñar. Y tal ha sido así, que hoy, sin ir más lejos, el
mismo imbécil (alelado, de poca inteligencia; se dice de la
persona que dice tonterías) que se cargó el servicio militar sin
prever un sistema mixto de reclutamiento, escribe a un tal Pelayo,
que seguro es también un enclenque, falto de testosterona.
Pues bien, este mismo imbécil que hoy habla con Pelayo, es el
mismo que también se inventó eso del "patriotismo
constitucional", que seguro pensó una noche mientras leía a
su mentor, Azaña.
Considerando, ¡pobre diablo! que él, recién llegado de Valladolid,
había dado con el quid de la cuestión nacional. Esa cuestión
que tanto entretuvo a los del 98, y cuya frustración quedó
disuelta definitivamente por las cuatro décadas más prósperas y
gloriosas que nunca hemos tenido, las que propició el régimen del
18 de Julio. Y ello, más que por amor a una doctrina, ¡qué también!,
por haber tenido la fortuna de tener al frente de los destinos de la
Patria a un hombre providencial, Francisco Franco, a quien el pueblo
español encontró en una de las encrucijadas más difíciles de su
Historia.
Hoy nos encontramos ante la tragedia de no tener a lo que asirnos. Pues
los símbolos han sido vilipendiados, y son muchos los españoles
que a fuerza de haberlos visto por los suelos, tirados y escupidos,
no tienen hacia ellos el más mínimo respeto. Y mucho menos,
conciencia de consideración conceptual.
De ahí, pues, que anden como locos por importar o reinventar el
patriotismo, apenas esbozado por las muñequeras que luce Nadal, sin
atisbar a ver, que como siempre se supo: Amar a la Patria es un
deber que adquirimos al nacer.
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