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Actualizada: 30 de Diciembre de 2.008.  

 
 
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Los talibanes demócratas retiran la estatua ecuestre del Caudillo en Santander.


Por Eduardo Palomar Baró.


La apisonadora mordaz iconoclasta del socialismo imperante en nuestra patria, han conseguido, por fin, descabalgar la estatua ecuestre del Generalísimo Franco en Santander, después de varios intentos previos y valiéndose siempre de subterfugios falaces, propios de mentes descerebradas que desconocen el talento. Precisamente en una ciudad que sufrió el infernal incendio que tuvo lugar en la madrugada del 15 al 16 de febrero de 1941.  

Fue reconstruida bajo la tutela y protección del Régimen de Franco, convirtiendo una ciudad provinciana, en una urbe moderna y distinguida, atractiva para el turismo nacional e internacional.

¿Cómo es posible que un alcalde –que para más inri es del PP– transitorio y de vida efímera en este fugaz mundo terrenal, cargue con la responsabilidad de ejecutar una orden gubernamental fruto de la envidia, el odio viperino y el revanchismo?

Muy mal ese maricomplejines de alcalde llamado Iñigo de la Serna, de un Régimen pseudodemocrático, que gobierna dictatorialmente sin contar con el pueblo que les paga y los sostiene magnánimamente con sueldos y prebendas astronómicas.

Cualquier día, don Iñigo y sus ediles serán relevados y no quedarán sus nombres ni su lamentable paso por el Ayuntamiento, mientras que Francisco Franco está en la Historia, en la que perdurará a través de los siglos, a pesar de la persecución post mortem que esos falsos demócratas quieren hacer borrar todos los símbolos. Pero la Historia ha sido como ha sido y no como la que a ustedes les hubiese gustado que fuese.

Sepa ilustrísimo alcalde del PP, por si lo ignora, o como imagino no lee, que la figura del Caudillo ha motivado la edición de miles de volúmenes diseminados por todas las bibliotecas nacionales e internacionales, y sigue suscitando nuevas obras históricas que semanalmente aparecen en las librerías.

Mi protesta y repulsa más seria por la afrenta, la descalificación para el gobierno y sus secuaces, que siguen las consignas masónicas de la estrafalaria Memoria Histórica (Histérica), apriorismo de invención zapateril, que la llamada democracia de ese infame sistema deglute sin disfagia.

Recuerde el señor Presidente del Consistorio de la capital cántabra, que el 26 de agosto de 1937 fue liberada de las garras rojas del Frente Popular –que tantas barbaridades y masacres cometieron en la bella ciudad– por las tropas Nacionales del Ejército del Norte, mandadas por el heroico general Fidel Dávila Arrondo. Hay que rememorar entre las infinitas actuaciones criminales de los rojos, los horrores del Cabo Mayor, arrojando desde el Faro a los acantilados, a personas cuyo gran pecado era el ser sacerdotes o de derechas. Menos mal, como vienen insistiendo continuamente los sucesores de aquellas hordas, que lucharon ‘por la libertad y la democracia’…

Tenga la completa seguridad que la estatua del Caudillo, volverá en un futuro al pedestal que lo ha sustentado. Tal vez, por cuestión de edad, nosotros no lo veamos, pero sí las generaciones venideras.

A Don Juan Tenorio no le causaban pavor ni muertos ni vivos, siempre con la espada a punto de pelea. A los que componen la plantilla del Sistema, el solo hecho de pensar en una resurrección de la egregia figura del Generalísimo, les produce pavor y disenteritis aguda, mientras galoparían como los caballos de carreras para atravesar las fronteras. Lamentablemente esos ‘valientes’ del Sistema que se dedican a derribar estatuas y cargarse todos los símbolos de una época gloriosa de España, no son más que unos desgraciados revanchistas llenos de rencor, odio y cobardía por no haber ganado la guerra, ¡a Deo gratias! pues España la hubiesen convertido en una Albania, o en cualquiera de los infelices y desdichados países del Este que fueron ‘liberados por los demócratas soviéticos comandados por el angelito Stalin’.

A ver si se enteran de una vez, que sus antepasados perdieron la contienda justamente, entre otras cosas, por inepcia, indisciplina, falta de mando y luchas intestinas.

Los Nacionales consiguieron la Victoria por estrategia, táctica, disciplina férrea, mando único y el entusiasmo del ejército y el pueblo español que le acompañaba con indudable afán de triunfo.


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