23 de noviembre de 2008
Sra.
Mestre:
Como
Delegada del Gobierno en la Comunidad Taifa de Madrid quiero
expresarte mi más absoluta protesta, bien envuelta en el papel de
estraza del desprecio, por las órdenes que desde esa triste
Delegación impartiste a la Guardia Civil para reprimir sentimientos
nobles, que no podrás entender jamás, y para humillar a varios
miles de españoles, pagadores de impuestos y hasta (algunos)
votantes en ratos libres. No hablo por que sí, que fui testigo en
el Valle de los Caídos (monumento que jamás entenderás) de las
indignas actuaciones de individuos de un cuerpo armado al que, hasta
ayer, tenía un respeto y admiración casi reverenciales. Aquellos
pobres guardias se dedicaban a quitar, con raro entusiasmo, las
poquísimas banderas españolas que algunos que no habían leído
los ukases oficiales pretendían llevar al Valle. Pero también
quitaron a una mujer, ya sabes, española, un broche de la Virgen
del Pilar que llevaba un lacito con la bandera de España; a otra le
quitaron un rosario que llevaba en el espejo retrovisor; a otra española
pagadora de impuestos la echaron a empujones, cuando ya la Misa había
concluido, por rezar el rosario en las inmediaciones de la tumba de
Francisco Franco (ya sabes, el Generalísimo) pues, al decir de
aquellos guardias, convertidos por orden superior, en sicarios del
poder político, “estaba provocando”. Un triste guardia civil
metió el brazo por la ventanilla del coche señalando el llavero
que tenía una Bandera de España, ya sabes, la bandera del país
que figura en el Pasaporte. Pero en esta ocasión se encontró con
la horma de su zapato porque la mujer le dijo: “pues quítese
ese brazo en el que lleva la Bandera de España”. Podría
citarte más ejemplos pero por hoy bastan.
Hace
años, otra antecesora tuya, Ana Tutor, antigua “azul”, pretendía
amargarnos un 20 de noviembre la alegre marcha de miles de españoles
por la Castellana en dirección de la Plaza de San Juan de la Cruz.
Aquella Delegada nos mostraba a las cohortes de Epaminondas con sus
escudos y yelmos, no preparadas para intervenir, porque sabían que
la pacífica marcha no representaba peligro para nadie, sino para
humillar con ese absurdo despliegue a una masa de manifestantes,
prontos a convertirse por ley en infra-españoles. Tú metiste en el
Valle a una pequeña tribu de antidisturbios, no más de una docena,
para actuar lo mismo que la ex-azul: hacer ver a los que asistieron
a la Misa en la Basílica que, para el sistema corrupto que nos
domina, éramos unos delincuentes.
Miles
de españoles dieron su vida por una España bastante mejor que la
de la triste república, y nosotros somos herederos de aquellos españoles.
Y ni tú, ni esos elementos de la Guardia Civil descendiendo a
misiones de ilotas de políticos, ni cien antidisturbios puestos en
columna de nueve en fondo, ni la Policía Montada del Canadá a paso
de carga, ni los Bomberos a manguerazos, ni leyes infectas, ni la
“culta” destrucción de monumentos, cruces, símbolos y
recuerdos de nuestra Historia podrán con nosotros porque, como dice
la Biblia en alguna parte, el espíritu vencerá siempre a la
materia. Nosotros somos parte de ese espíritu, vosotros la materia,
pero eso sí, materia con olor a pies.
“Siento”
que seas tú quien se lleve estos tirones de oreja, cuando hay otras
dos patas de mismo banco, Rodríguez y Pérez. Pues cuéntaselo para
que se lleven su parte.
Y
que Dios os confunda.
Jesús
Flores Thies
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