Sé
que soy un radical, pero yo, que quieren qué les diga, entre una
mujer abandonada, compuesta y sin novio, y un tibio, justito de
testosterona, siempre me inclinare por la mujer, que es el caso que
nos ocupa y preocupa. Por eso, entre Cristina Almeida, la hija
putativa de María Antonia Iglesias, la ex concejala con el PCE y ex
candidata a la presidente de la Comunidad de Madrid por el PSOE, la
fémina aplacada por el macho sudamericano con el que por fin pude
compartir mantel y cama, y este tal Hermann Tertsch, presentador del
diario de la noche en Telemadrid, tibio y justito de testosterona
hasta decir basta, me quedo con la rabanera comunista. Porque,
aunque quiera quemarme a mi también, si lo intentase la podría
pegar un tiro cuando la viese venir de frente con la tea. Sin
embargo, el daño que hizo este tal Hermann la noche del día 20 de
noviembre es bastante difícil de reparar.
Y
es que, parece, al menos así lo ve nuestro amigo Hermann, que la
quema de libros y en general la intolerancia se dio no sé cuantos años
antes de Cristo en China, en Alemania durante el mandato de Hitler,
en parte del mundo católico al sentirse ofendido con una frase de
los Beatles y en el mundo musulmán por la condena a muerte que pesa
sobre el autor de "Los versos satánicos". Es decir, que
ni en la Rusia comunista ni en la China de Mao ni en la Camboya de
Polt Tot, ni en la Cuba de Fidel ni en ningún otro punto caliente
del globo se han quemado más libros y se ha dado tanta intolerancia
como en los sitios y por los motivos que Hermann nos cito a modo de
ejemplo máximo la noche del jueves 20 de noviembre.
Por
eso, entre una rabanera comunista incendiaria con los ojos saltones,
pero bien puestos, y un castrado con aspiraciones a dandy inglés, a
nadie medianamente serio se le pueden plantear dudas.
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