Las declaraciones de la Reina a Pilar Urbano, desmentidas por la Casa
Real y por Ansón, que han despertado tanta controversia del lado de
la izquierda por las razones que todos sabemos y unanimidad del lado
de la derecha, nos ponen, pese a que algunos no lo vean, en la
perspectiva del devenir de la Monarquía como forma de Estado en
España, pues es desde la derecha de donde les viene el peligro a
los reyes, tan felizmente aceptados por la algarada del discurso que
ha venido y viene manteniendo la izquierda. Pese a todo, dichas
declaraciones tampoco deberían sorprendernos, puesto que es bien
sabido que la reina siempre ha pensado de distinta forma al Rey, y
diametralmente distinta a lo que piensa el Príncipe y su esposa.
Ahora, entonces, tras treinta años, la cuestión vuelve a estar
equilibrada, pues ahora son las izquierdas quines querrán echarles
y las derechas quines harán todo lo posible para seguir manteniéndoles.
Una cuestión que a los incondicionales de Franco y de España nos
debería importar muy poco por muchas elucubraciones que ahora hagan
algunos al respecto del papel que puede seguir jugando la Monarquía
en la grave inestabilidad e España.
De todas formas, y elevándome sobre la bronca que se ha montado, y que
seguirá como cortina de humo conveniente para tapar los gravísimos
problemas que padecemos, yo destacaría el conocimiento que los españoles
hemos podido aprovechar de lo que la ex comunista Pilar Urbano nos
ha trasmitido fuera de guión sobre doña Sofía de Grecia, señor
de Borbón…
A saber:
Que la reina viene aguantando el "tirón" de Su Majestad Católica,
su esposo, el rey Juan Carlos. Que la reina no cree ya en las
verdades de la religión Católica y que tampoco es muy practicante,
pues parece que está muy cercana al Taoísmo y, sobre todo,
al sincretismo religioso; esa arma letal con la que juega la
Globalización como componente fundamental de la llamada New Age.
Que la reina no ha sido capaz de aprender mucho, por no decir nada,
de sus dos hijas, las Infantas, pero que esta aprendiendo mucho de
Leticia Ortiz: una chica de clase baja, divorciada y con varias
relaciones sentimentales en su haber, republicana y agnóstica antes
de convertirse en la esposa de su queridísimo hijo don Felipe. Y
finalmente, que la reina es incapaz de acertar en sus expresiones,
pues llamar "monisimo" al abuelo taxista (que no al
minero) de su nuera es de todo punto inapropiado.
Mientras esto
escribo, no sé si porqué es mi deseo sentido o porque realmente
está ocurriendo, oigo voces de griterío que piden… ¡Qué se
Vayan!
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