... Si alguien nos
hubiera dicho que un tipo como Zapatero llegaría a ser presidente
de Gobierno, seguramente que ni los más parvos del lugar lo
hubiesen creído. Y sin embargo, ahí le tenemos, orgulloso y feliz,
dirigiendo a toda esa tropa sin méritos que se ha traído y que le
sigue entusiasmada, porque es consciente de la oportunidad única
que el destino les ha brindado.
Cuando todavía colean las declaraciones del Rey, para unos
imprudentes y para otros insensatas sobre Zapatero y su proyecto político,
y al margen de las simpatías o las conveniencias que el monarca
pueda sentir por Zp, y hasta por su proyecto político, como en su día
las sintió por el señor "X", responsable máximo de la
mayor corrupción que se ha dado en España, convendría que, pese a
las apariencias, no nos quedásemos con esa primera percepción que
a todos nos produce el personaje. Pues ahí radica el meollo de la
cuestión, no tomarle en serio ni tomar en serio su proyecto político,
al que se define de relativista, esponjoso y elástico. Porque por
incomprensible que nos parezca, Zapatero no sólo tiene un proyecto
político definido, sino el coraje suficiente para ponerlo en
practica; hasta el punto, de haber conseguido en cuatro años, lo
que nadie podía pensar que se hubiera atrevido hacer. Una política
a la que algunos siguen dando el calificativo de improvisada.
Simple hasta decir basta, sin formación intelectual suficiente y con
escasos recursos dialécticas, Zapatero es un izquierdista radical
que pretende dominar el escenario público del futuro con un
discurso basado en evocaciones sublimes como propósito para un
escenario nuevo. Un discurso cuyas premisas son: la demonización
del otro, que ya no será el adversario, sino el enemigo, y la
imposición de marcos de convivencia. De ahí que Zapatero ni entre
en el debate de las ideas ni en el reconocimiento de que el
adversario tenga algo de razón.
Sólo desde esta valoración real del personaje y de su proyecto político
es cómo podremos entender el alcance de la revolución que ha
emprendido Zapatero desde la armonía aparente de las formas y de
las maneras, una táctica que va implícita en la ideología que
sostiene su proyecto... la sustitución de la política por la
guerra de exterminio a las ideas y al adversario.
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