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Actualizada: 23 de Noviembre de 2.007.  

 
 
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 Vienen por nosotros.

(reflexiones sobre el último 20-N)


Por Pablo Gasco de la Rocha. 


Pese haber argumentado sobrada y suficientemente, al menos desde esta página, sobre la llamada Ley de Memoria Histórica, que so pretexto de dar satisfacción a una supuesta reconciliación, sorprende al conocedor de la Historia, porque la mayor parte de su contenido trata de rehabilitar a "la canalla que se apoderó de la República" (son palabras textuales de quien fue su último presidente y máximo valedor, Manuel Azaña) con propuestas implícitas y explícitas que se esperan poder llevar a cabo: actos de homenajes institucionales, nombramientos de calles, etcétera, hay un aspecto dentro de la Ley que no por contemplado por su parte y vislumbrado por la nuestra deja de tener una importancia vital. Nuestra eliminación ideológica, y hasta física si llega el caso.

Aspecto éste, que en absoluto resta méritos a su Ley, que ha sido concebida, no nos olvidemos, con una clara voluntad didáctica, rectificar la verdad con la intención de anatematizar y deslegitimar no sólo el glorioso Alzamiento del 18 de Julio que salvó a España, sino al Régimen de los 40 años de paz y prosperidad que acaudilló Franco, al margen de dotar de revestimiento democrático al colapsado régimen por toda clase de crímenes e ilegalidades que fue la Segunda República, y la posterior dictadura marxista del Frente Popular.

Por lo que la Ley de Memoria Histórica que sale adelante con el apoyo del PP, constituye una magnífico ejemplo de cómo exponer fragmentariamente la Historia para crear un pasatiempo en perfecto equilibrio entre el pasado y el presente. Que es lo que más les interesa, y que es en lo que se han empleado cuando les ha llegado el momento (Felipe González, el "señor X" del crimen y del latrocinio de Estado no pudo hacerlo) con el apoyo de los otros, el PP, que les han preparado el caldo imprescindible para tan repugnante guiso.

En este ambiente, pues, hemos celebrado este último 20-N que dicen será el último. Aunque siempre nos quedaran los tribunales de justicia que amparen nuestra propuesta disidente y nuestro legítimo derecho a la libertad de expresión, de manifestación y reunión. Aunque convendría no fiarse demasiado.

Pero centrándonos en este último 20-N, dos datos convendría que extrajésemos. Dos datos que, aun separados hasta el punto de llevar títulos diferentes, se concatenan entre sí favoreciendo el mismo objetivo: nuestra eliminación política, incluso física del panorama político.   

Van decididamente a por nosotros

En cuanto al primero, es absolutamente evidente que este 20-N se ha querido reventar dentro del clima de violencia que los llamados anti-fascistas han querido provocar, no tanto por la muerte del joven asesinado por un "desquiciado" que no formaba parte de ninguna de las organizaciones denominadas de extrema derecha, cuanto por el objetivo que todos los años ponen como propósito, pero que este año ha podido ser aprovechado por parte de las autoridades para pedir de inmediato nuestra ilegalización, a la cabeza ese tal Zaplana al que muchos de nosotros votarán en las próximas elecciones; el mismo individuo acusado de beneficiarse ilícitamente de su posición política para hacerse con un buen patrimonio. Una ilegalización que saben pueden hacer, aunque vulnere la legalidad del Estado de Derecho, porque saben de nuestra capacidad de desunión.

Y así, y en este contexto, toda la información que los medios han ofrecido a la ciudadanía, ha sido hacerles ver que ambos grupos tenían mucho en común, aspecto que ha quedado reflejado tanto en palabras como en imágenes a través de la superposición que de tal objetivo han hecho. Como si nosotros tuviéramos que ver con los del "Movimiento contra la Intolerancia" en Madrid, la kale borroka en Vascongadas y los "jóvenes radicales de ERC" en Cataluña. Una pandilla de guarros, de gamberros y delincuentes que no dudan en portar cuchillos y atacar con todo tipo de material violento a la policía, aunque en realidad sean jóvenes dirigidos por los verdaderos responsables de la algarada, los autores intelectuales, que se aprovechan del cada vez mayor número de jóvenes desarraigados moral, familiar, cultural y laboralmente. Unos jóvenes españoles a quienes no se ofrece más garantía de futuro que competir por un salario de mierda con toda la invasión extranjera que soportamos, y a los que se anestesia de alcohol y de todo tipo de estupefacientes. No en vano estamos a la cabeza del mundo en ambas lacras en lo que respecta a nuestra juventud.

Sustituyendo las alarmas de peligro por las trompetas triunfales

Por lo que respecta al segundo aspecto de la cuestión, este último 20-N, y como viene siendo habitual desde hace años, nos ha vuelto a dejar una triste sensación de orfandad, pues las llamadas fuerzas nacionales han vuelto a expresarse desunidas, aunque monocordes en su discurso de salvación nacional. Pues, dirigidas por cabezas de ratones, son incapaces intelectual, moral e incluso estratégicamente de ponerse de acuerdo si quiera en un plan de mínimos. Y tanta es la desunión y la antipatía que se profesan, que les importa un bledo darles bazas al sistema, incluso para que se cachondee, con tal de no compartir el mismo cartel o la misma tribuna.   Aunque el verdadero problema sea la sobre-dimensión numérica de secretarios y la falta de un líder...

Y es que resulta patético que no se halla llegado a ese mínimo a través si quiera de una especie de Federación o Plataforma. Una Plataforma constituida por tres ideas fundamentales que todos deberíamos compartir.   En primer lugar, la idea de civilización cristiana que constituye nuestra raíz cultural y social, y que implica necesariamente, y antes que nada por una cuestión de fe, conformar todo el sistema político conforme a la idea cristiana del hombre y de la sociedad; porque toda la Historia es historia de Salvación. En segundo lugar, la idea de la unidad de España, irredenta en el anhelo de Gibraltar, Patria común e indivisible, que nos legaron nuestros antepasados y que debemos legar a las futuras generaciones de españoles; sin menoscabo de admitir y potenciar la rica multiplicidad de sus regiones, a las que el Estado debe conferir personalidad jurídica práctica. En tercer lugar, la idea de una economía social de mercado al servicio de las necesidades de la nación y de sus ciudadanos. Y todo ello, sobre la idea de la Unión de las Patrias de Europa, de esa Europa que se nos niega, pero que sigue portando, como gran signo mariano, su bandera azul y sus doce estrellas.  

De nosotros depende, pues, que podamos celebrar el próximo 20-N no en una iglesia encerrados, sino con la significación y dignidad que sin duda la fecha merece. De ahí que sea la hora ineludible de ponerse a trabajar por nosotros y por los españoles. Pero, ¡ojo! Siempre con la prudencia de saber que vienen a por nosotros... Por tanto, como estrategia, toda la prudencia, toda la legalidad y toda la astucia al servicio de la causa.   


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