Por
Pablo Gasco de la Rocha.
Y dijo Dios, "no
es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda
adecuada" E hizo a la mujer. Entonces el hombre exclamó:
"Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi
carne".
Anda mi mujer dándome la lata referente al Rey, es su gran hora,
y la aprovecha, hasta el punto que me ha llamado traidor a Franco, y
de memoria me ha recitado lo que, entre otras cosas, el Caudillo nos
mando respetar y acatar: "Por el amor que siento por nuestra
Patria, os pido... que rodeéis al futuro Rey de España, don Juan
Carlos de Borbón, del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis
brindado y le prestéis, en todo momento, el mismo apoyo de
colaboración que de vosotros he tenido."
Y sin darme tiempo a reaccionar, pues quien da primero, da dos veces, me
ha soltado toda una reflexión que entiendo es bastante práctica...
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Yo no digo que no tengas parte de razón –me ha dicho-, pero tú, como
todos los que han pensado como tú, sois incapaces de comprender cuál
ha sido y es la auténtica realidad de España. Y la realidad, nos
guste o no, se quiera o no admitir, es sobre la que se fundamenta
todo. Pues sin ella no existe nada. Por eso, aun, admitiendo cierta
frivolidad en el Rey (los borbones siempre han sido frívolos, sin
ir más lejos fíjate en todos los hijos de Don Alfonso XIII), no es
menos cierto que al Rey le hubieran votado de España de no
haber sido frívolo y, por tanto, de no haberse plegado a todo lo
que se ha plegado. Es decir, sino hubiera admitido ciertas cosas,
que sin duda han perjudicado a España. Pero es que España es
ingobernable. Acuérdate –me ha vuelto a recordar a Franco- que ya
lo dijo el Caudillo. Por eso escogió al Rey, porque dentro de lo
malo, Franco sabía que era lo mejor.
Y como yo sigo callado, mi mujer se ha crecido, y ahora me hace una
serie de preguntas que sin duda no sé como contestar...
Quién que no sea el Rey mantendría la unidad de España. Acaso el Ejército
que te enseño una serie de valores que es incapaz ahora de
reivindicar. O es que piensas en el Poder Judicial, incapaz de
mantener su independencia como correspondería a un Estado de
Derecho. Y qué dices de los Partidos Políticos, incluso los tuyos,
esas poderosas superestructuras que no pagan sus créditos y que
ahogan la verdadera representación real de los ciudadanos.
El rey es –me ha seguido diciendo-, dejaros ya de milongas y
convenceros de una vez, la única pieza institucional del Estado que
garantiza la unidad de la Nación, y sin él todo se vendría abajo.
Pero, ¡ojo! –me ha dicho muy seria-, yo me refiero al Rey, no a
su familia. Por eso, cuando el Rey muera o se marche, que todo
sucederá cuando Dios quiera, ya no habrá forma de parar la
desmembración de España, y vuestras grandes palabras... "Si
España quiere suicidarse, nosotros se lo impediremos",
quedarán huecas de sentido, pues, por encima de la realidad, habéis
estado empantanados en quimeras. Sin duda, como decía el Caudillo,
"no se nos puede dejar solos".
Ante tal avalancha de razones debo confesar que me pliego, y de alguna
forma me arrepiento de todo lo que he venido manifestando y opinando
sobre Su Majestad don Juan Carlos, "sucesor de Franco a título
de Rey". Pero, claro, ella también ha tenido que comprender,
que la situación de España es muy grave, y que aunque se ha notado
una cierta mejoría respecto a los dos últimos acontecimientos que
ha protagonizado don Juan Carlos, tampoco la cosa es para lanzar
campanas al vuelo y pensar que todo va a resolverse
satisfactoriamente por impulso real. Pues, al margen de los poderes
que no tiene el Rey, él también tendrá que salirse por la
tangente, como tan magníficamente ha hecho en la Cumbre
Iberoamericana poniendo en su sitio al patán del mono Chavez.
Y es que, mi mujer, que no es monárquica ni de las JONS, cree sólo en
don Juan Carlos porque le puso Franco, y piensa que el Caudillo no
se equivocó jamás, y tampoco en esto. Pues, a pesar de todo lo que
ha acontecido, incluso a la actuación del propio monarca en el
devenir de la España que hoy tenemos, ella siempre ha pensado que
es lo único que nos ha salvado de la quiebra absoluta y lo que nos
sigue salvando por más pomposas manifestaciones que hagamos sobre
el estado de democracia que tenemos. Incluso, cuando se apela a
nuestro Estado de Derecho. Y no digamos nada cuando a alguien se le
ocurre mentar al Ejército como salvaguardia de la Patria o cuando
ve todas esa manifestaciones de camisas azules divididas y en
permanente pugna desde hace treinta años.
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