Del
beato Bartolomé Blanco Márquez, cooperador salesiano
Nacido en Pozoblanco (Córdoba) en 1914, Bartolomé Banco fue
arrestado como dirigente católico (era secretario de los Jóvenes
de Acción Católica y delegado de los Sindicatos Católicos) el 18
de agosto de 1936. Fue fusilado el 2 de octubre de 1936 mientras
gritaba «¡Viva Cristo Rey!». Tenía 21 años.
Prisión
Provincial. Jaén, 1 de octubre de 1936.
Maruja del alma:
Tu recuerdo me acompañará a la tumba y mientras haya un latido en
mi corazón, éste palpitará en cariño hacia ti. Dios ha querido
sublimar estos afectos terrenales, ennobleciéndolos cuando los
amamos en Él. Por eso, aunque en mis últimos días Dios es mi
lumbrera y mi anhelo, no impide que el recuerdo de la persona más
querida me acompañe hasta la hora de la muerte.
Estoy asistido por muchos sacerdotes que, cual bálsamo benéfico,
van derramando los tesoros de la Gracia dentro de mi alma, fortificándola;
miro la muerte de cara y en verdad te digo que ni me asusta ni la
temo.
Mi sentencia en el tribunal de los hombres será mi mayor defensa
ante el Tribunal de Dios; ellos, al querer denigrarme, me han
ennoblecido; al querer sentenciarme, me han absuelto, y al intentar
perderme, me han salvado. ¿Me entiendes? ¡Claro está! Puesto que
al matarme me dan la verdadera vida y al condenarme por defender
siempre los altos ideales de Religión, Patria y Familia, me abren
de para en par las puertas de los cielos.
Mis restos serán inhumados en un nicho de este cementerio de Jaén;
cuando me quedan pocas horas para el definitivo reposo, sólo quiero
pedirte una cosa: que en recuerdo del amor que nos tuvimos, y que en
este instante se acrecienta, atiendas como objetivo principal a la
salvación de tu alma, porque de esa manera conseguiremos reunirnos
en el cielo para toda la eternidad, donde nada nos separará.
¡Hasta entonces, pues, Maruja de mi alma! No olvides que desde el
cielo te miro, y procura ser modelo de mujeres cristianas, pues al
final de la partida, de nada sirven los bienes y goces terrenales,
si no acertamos a salvar el alma.
Un pensamiento de reconocimiento para toda tu familia, y para ti
todo mi amor sublimado en las horas de la muerte. No me olvides,
Maruja mía, y que mi recuerdo te sirva siempre para tener presente
que existe otra vida mejor, y que el conseguirla debe ser la máxima
aspiración.
Sé fuerte y rehace tu vida, eres joven y buena, y tendrás la ayuda
de Dios que yo imploraré desde su Reino. Hasta la eternidad, pues,
donde continuaremos amándonos por los siglos de los siglos.
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