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Actualizada: 29 de Octubre de 2.007.  

 
 
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 Lección de memoria sin odio ni revancha.

Minuto Digital. 29/10/2007.

Monseñor Laplana era Obispo de Cuenca en 1936, detenido el 28 de julio junto a su mayordomo y su secretario por un grupo de milicianos fueron introducidos en un autobús y llevados a un punto de la carretera de Villar de Olalla, allí los milicianos discutieron la forma en que iban a asesinar a los religiosos, ya que algunos proponían matarles a hachazos. Se impuso el criterio del cabecilla, Emilio Sánchez Bermejo, y se les mató a tiros. Monseñor Lapana recibió un tiro en la palma de la mano mientras intentaba bendecir a sus asesinos, que el alcanzó en la cabeza.  Después los milicianos izquierdistas se ensañaron con los cadáveres. En la exhumación, que tuvo lugar el 16 de octubre de 1940, se dio a conocer las brutalidades cometidas:«La tapa de los sesos, que le había sido saltada violentamente, estaba colocada junto al hombro derecho; las dos piernas le habían sido rotas a golpes por encima de las rodillas; una parte de sus piernas fueron quemadas y sus ropas habían sido presa del fuego».

Francisco Güell Albert, párroco de Bellprat. Detenido el 27 de julio, llevado por milicianos al lugar de Rocas de Paratge, recibió un disparo en la cabeza y otro en el vientre, empujado su cuerpo por un barranco fue dejado por muerto. Unos vecinos le encuentran aún vivo y el trasladan al hospital de Igualada, vísperas de su alta los milicianos alertados por un médico, le vuelven a apresar en el hospital, trasladan a Pla de les Malles, donde le asesinan definitivamente.

Antonio Sierra Leyva, ex beneficiado de la catedral de Guadix, golpeado brutalmente por milicianos para conseguir que blasfemara, tras no lograrlo, le rocían de gasolina y prenden fuego, enterrándole vivo mientras repetía en su agonía “Padre perdónalos”. 

Antonio Roig Guash, sacerdote en Formentera, apresado el 7 de agosto de 1936, los milicianos le dispararon varias veces en las piernas para conseguir que dijera “Muera Dios”, Muera Cristo”, el sacerdote contestó “Viva Cristo Rey”, tras lo que fue acribillado a tiros.

P. Perfecto Carrascosa, franciscano, que huyó del convento de San Antonio de la calle Duque de Sesto en Madrid, donde los rojos habían asesinado ya a tres frailes, a su pueblo natal Villacañas (Toledo). Allí es apresado y salvajemente torturado. Entre el 19 y el 23 de septiembre recibe varias palizas por parte de los milicianos que quieren que llame puta a su madre y a la Virgen María. El religioso contesta: “mi madre no pudo serlo; no lo ha sido; bien lo sabéis; más la Santísima Virgen fue siempre inmaculada”. Los milicianos le causaron quemaduras con velas, llegando a abrasarle los testículos y le hicieron tragar las velas encendidas, tras lo cual, fue fusilado cerca de Tembleque. 

Como ellos miles de religiosos fueron salvajemente torturados y asesinados por los mismos miembros del Frente Popular que ahora nos venden como luchadores por la libertad y la democracia.  Son los mártires que se han beatificado este domingo, que en palabras del Papa Benedicto XVI, “con sus palabras y gestos de perdón hacia sus perseguidores, nos impulsan a trabajar incansablemente por la misericordia, la reconciliación y la convivencia pacífica.

Pero la Iglesia no ha recordado a sus mártires exigiendo que se persiga con saña el recuerdo de sus represores. Nadie ha pedido que se derriben las estatuas de Largo Caballero o Prieto, nadie ha pedido que se borren los nombres de los marxistas de las calles y plazas de España, nadie ha pedido que se condene oficialmente en el Parlamento las actuaciones del PSOE, PCE, ERC o CNT, nadie ha pedido que se marque con hierro candente a los culpables en las páginas de la historia de España, nadie ha pedido que se juzgue a Carrillo y se le sepulte en vida, como otros quieren sacar del sepulcro a Franco para juzgarle aún después de muerto. La Iglesia no quiere ir contra nadie, sino evitar que se repitan sucesos tan funestos. El recuerdo se ha realizado desde el perdón y el ánimo de reconciliación, no desde el odio y el ánimo de revancha  que anida en la Ley de memoria histórica impulsada precisamente por los partidos responsables de aquellas atroces matanzas, que por lo que se ve, no han aprendido nada de aquellos horribles años de lucha fratricida. 

No en vano el obispo de Plasencia alertaba de la importancia de estar “muy atentos” para que la memoria “no se pudra con sentimientos contaminados; sobre todo cuando el pasado es doloroso, triste, injusto o cruel”.


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