Acabo
de escuchar sus palabras por la COPE. Entró en España con peluca
hace 32 años; pero, desde que se la quitó habla sin pelos en la
lengua y enseñando los dientes con ganas de morder.
Con
voz de quien sienta cátedra de moralidad contra la Iglesia, acaba
de decir que Rouco y Cañizares son lo más parecido a Pla y
Deniel y Gomá de los años treinta. Es que se le sube la bilis
porque, en aquellos años 30 llevó las de perder, borracho de
odio a la Iglesia, con la pretensión, siempre vieja y siempre
nueva, de que las puertas del infierno prevalezcan contra ella.
Sin
embargo, entre la comparación de cardenales y obispos de ayer y de
hoy no se ha atrevido a hacer mención de los 7.000 curas que, entre
otros él personalmente, el mayor genocida, se tragó con odio
insaciable.
¡Anda,
Carrillo! Tu lema es la mentira. ¿A quién quieres engañar
de nuevo? ¿Te has leído el libro de Ricardo de la Cierva:
“Carrillo miente”? Tarancón te invitó a comer a solas en un
convento de monjas en La Cuesta de las Perdices (Madrid); en su
eminentísima ingenuidad pensaba que te iba a meter en el bote. Tu
encantado siendo servido por las vírgenes de Dios a la vera de
un cardenal que no se parecía en nada a Gomá y Pla y Deniel. Bien
puedes decir de la Iglesia lo que acabas de decir del exseminarista
Garzón: que “ le ha salido el tiro por la culata”.
¡Pobre
Iglesia Española! que, ahora, tienes que oír a todas horas y por
todos los medios en manos de los que perdieron la guerra, que tú
tuviste la gran culpa, cuando lo cierto es que tú fuiste la primera
sorprendida del estallido aquel 18 de julio de 1936.
Tan
sorprendida que Tarancón salvó la piel en Galicia, zona nacional,
dando conferencias de Acción Católica, muy lejos de su parroquia
de Villarreal (Castellón), donde no quedó un cura vivo y el templo
incendiado por los cuatro costados. Tan sorprendida, que Gomá,.
Primado, salvó la piel porque estaba tomando aguas en un balneario
en Navarra, zona nacional.. Tan sorprendida, que el obispo de
Salamanca, Pla y Deniel, salvó la piel en zona nacional, quien, no
sólo ofrece su palacio episcopal para sede del Generalísimo,
salvador de la Patria y de la Iglesia, sino que fue el primero en
calificar de “Cruzada” a aquella gesta gloriosa, que cambió el
rumbo de la historia con la victoria sobre el comunismo.
Esto
es lo que le duele a Carrillo, que Rouco y Cañizares se
parezcan tanto en defensa de la Religión a Pla y Deniel y Gomá,
aquellos dos catalanes eminentemente españoles, a los que él no se
pudo dar el gusto de “cepillar” porque cayeron en zona nacional.
El prefería comulgar con obispos opuestos a Franco, desagradecidos
a quien más benefició a la Iglesia, quienes aplaudiendo una
Constitución sin Dios, callan como muertos al verla convertida en
una Constitución contra Dios, porque en ella han tenido cabida
todas las consecuencias que padecemos de tantas leyes contrarias a
la ley de Dios, a la sombra de unas Cortes, en las que no hay un
solo parlamentario, ni de la izquierda revanchista ni de la derecha
cobarde y “sin remedio” que diría Gonzalo Fernández de la
Mora, capaz de salir en defensa de la Religión Católica en un
pueblo de mayoría aplastante de bautizados .
Sin
embargo, el incombustible genocida de Paracuellos del Jarama y aledaños,
el que consintió la huida del Gobierno Rojo de Madrid a Valencia,
con la condición de que le dejaran manos libres para dar comienzo
al día siguiente a las grandes matanzas de Noviembre de 1936 con
miles de asesinatos a inocentes, se atreve a dar lecciones de moral
y sentar criterio contra Rouco y Cañizares, dos cardenales
predilectos de Benedicto XVI, a quien no querían como sucesor de
Juan Pablo II, los mismos que deseaban la muerte de Carlos Vojtila,
el gran propulsor de las beatificaciones de los mártires de la bien
llamada “Cruzada” .
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