Por
Eduardo Palomar Baró.
Sr. Alcalde D. Jordi
Hereu:
En mi condición de veterano natural de
Barcelona, pues hace muchos años que peino canas, permítame que
muestre mi descontento y mi más gran repulsa hacia su actuación
como alcalde de la Ciudad Condal.
Nunca nuestra
querida Barcelona ha estado tan descuidada, tan sucia y tan dejada,
como lo está bajo su mandato. A raíz de los Juegos Olímpicos,
cada vez se ha ido degradando más, llegando a la más alta
degeneración, en todos los sentidos, en la actualidad.
Ante todo, consiéntame
hacerle unas preguntas, que verdaderamente considero de
enorme relieve e importancia y que me gustaría contestase.
Desearía saber lo
que nos cuesta a los barceloneses sus campañas propagandísticas a
través de esos folletos de auto bombo y auto complacencia que nos
envía periódicamente, mostrándonos una Barcelona, que ríase Vd.
de Alicia en el país de las maravillas.
Dos grandes
preocupaciones que nos invaden a los barceloneses es el conocer qué
se puede hacer en caso de ser atropellado por las bicicletas, que
tanto pululan por la ciudad y que incumpliendo con las ordenanzas,
transitan impunemente por las aceras, por el paseo central de la
Rambla de Cataluña –donde curiosamente está la señalización de
prohibido bicicletas, y que se pasan por el arco de triunfo–, al
igual que lo hacen, mayoritariamente, con los semáforos en rojo.
Debido a la ausencia total de guardias urbanos y a la carencia de
matrícula, si somos arrollados ¿qué hacer? Esta pregunta también
es válida para los acróbatas de los monopatines.
Y en el caso de los
perros, después de oír la clásica frase de su propietario/a: ¡no
muerde! pero si en aquel momento al chucho se le cruzan los cables
haciendo caso omiso a la aseveración de su dueño/a, o se abalanza
sobre el indefenso ciudadano propinándole un buen susto, ¿qué
hacer? ¿A quién recurrir?
La proliferación de
pintadas en las fachadas, monumentos, mobiliario, puertas metálicas,
etc., es una verdadera vergüenza, dando un aspecto tercermundista a
la ciudad. A ustedes, los políticos, que tanto les gusta viajar por
todo lo alto a costa del nunca bien ponderado y sufrido
ciudadano-pagano, le propongo visite la ciudad norteamericana de
Chicago, y se quedará “pasmao” (que decía el inefable
socialista Alfonso Guerra) de la limpieza y carencia absoluta de ‘graffitis’.
¿Sabe como lo consiguió el alcalde Richard M. Daley de la hermosa
ciudad estadounidense? Pues sencillamente, imponiéndoles a los
‘artistas’ –aparte de una sanción económica– la obligación
durante unos determinados fines de semana, de dejar como una patena
lo ensuciado, distinguiéndolos con un llamativo y flamante chaleco
de color naranja, para ‘reconocimiento’ y escarnio ante los
ciudadanos, de sus proezas.
Otra ‘moda’ para
dejar aún más sucias las paredes de los edificios, consiste en
empapelarlas de propaganda, curiosamente patrocinadas muchas de
ellas por el Ayuntamiento y la Generalitat, dando de esa forma un
buen ejemplo de la prohibición de fijar carteles.
|
|
Al no haber ninguna
vigilancia, las motos también se dedican a ir por las aceras, en
contra dirección, a velocidades vertiginosas y elevadísimos
decibelios. Los giros, tanto las motos como los coches, hacen caso
omiso al pobre peatón que tiene verde, y en el caso de tímida
protesta, le llueve una verdadera catarata de improperios.
En el tiempo de la
oprobiosa, en los chaflanes de las calles barcelonesas los guardias
urbanos se encargaban de controlar el tráfico a la vez que
proporcionaban información y ayuda a los viandantes, asistiendo en
caso necesario a los ciudadanos, tanto peatones como automovilistas,
multando las infracciones, etc. etc. Por las noches actuaban los
cuerpos de Serenos y Vigilantes, servicios impensables en esta
frustrante democracia ‘que nos hemos dado’. Te abrían los
portales, acudían a las farmacias en busca de medicamentos
solicitados, avisaban a los médicos ante el requerimiento de los
vecinos, intervenían en las escasísimas peleas nocturnas, dando
una seguridad y protección absoluta a los barceloneses. Eran
conocidos y queridos en el barrio.
Ya pueden establecer
leyes cuando en realidad no las hacen cumplir, como por ejemplo con
la tristemente famosa sobre las banderas, ‘olvidándose’ en
muchas instituciones la bandera de España, o no poniéndola en el
sitio que le corresponde, o sea en el mástil central. He llegado a
observar en hoteles y bancos, verdaderas filigranas para no colocar
nuestra enseña nacional, a base de figurar la bandera catalana, la
de la ciudad, la del Mercado Común, y la correspondiente a la
entidad.
Se ha llegado a esta
lamentable situación actual, –salvo contadísimas excepciones–
gracias a la enorme cantidad de ineptos políticos, con una
exasperante nula preparación, carentes muchos de ellos de los más
elementales estudios, ocupando cargos que no hubiesen imaginado en
su vida. Y así nos crece el pelo.
Esta carta se podría
convertir en el ‘libro gordo de Petete’, pero por hoy acabo para
no distraerle más en sus importantes cometidos.
Con mi máximo
respeto me veo obligado a manifestarle que ni Barcelona ni los
barceloneses, nos merecemos tener un tan nefasto Alcalde.
Le saluda muy
atentamente,
EDUARDO
PALOMAR BARÓ
INICIO
|