Por
Pablo Gasco de la Rocha.
Una de las instituciones de la nación que no debería contaminarse con
los enredos del discurso político es el Ejército. Pues, aun siendo
una institución dependiente del poder civil, tiene encomendadas
funciones y prerrogativas que exceden con mucho, hasta la propia
supervivencia del mismo sistema político que reconoce y propicia.
De ahí, que aunque el régimen político cambie, la nación
permanezca. Sin embargo, el fenómeno de las "sociedades
secretas militares", tan pernicioso para la vida de los ejércitos
y para la propia nación, ha sido algo universal en nuestro país,
que también ha contando con una influencia perniciosa, la masonería.
Lo que sin duda explica muchas de las actuaciones de quines deben
conducirse con el máximo rigor en la defensa de la integridad de la
Patria y de su orden constitucional. Funciones que son inherentes a
los ejércitos nacionales, su misma razón de ser.
La máxima de proteger a nuestras FFAA de los vaivenes políticos ha
terminado por situarlas más como servidores del Gobierno de turno,
es decir, de un partido político, que como servidores de la Nación,
del Estado y de la Patria. Lo que sin duda enreda la cuestión de
sus funciones, de su independencia o dependencia respecto al poder
civil y de su papel en el caos político que a todas luces es
evidente. De ahí, qué nadie entienda que el Ejército de España
se halla inmiscuido de la guerra que ETA mantiene contra la nación
española y sus Instituciones; que consienta existan regiones en las
que no ondee la Bandera Nacional, y que no se respete el
orden constitucional, su única función política.
Por ende, y como servidores de lo que a todas luces trasluce su actuación,
es decir, servidores del partido político que ocupa el Gobierno, se
les ha encargado que evalúen y completen una lista lo más
exhaustiva posible de los últimos vestigios escultóricos o plásticos
que todavía queden en sus dependencias de la época de Franco. Y ahí
está toda esa tropa adocenada, al mando de los mercenarios que
vienen de fuera, completando, al unísono con los políticos PSOE,
IU, PNV, ERC, BNG, EA y CIU, todo vestigio de una época gloriosa, despreciando
a quines fueron sus compañeros y sus mandos, y obviando que esos símbolos
representan a un Ejército que, secundado por una gran parte del
pueblo español, se alzó contra un Gobierno tiránico y
fraudulento, y, cumpliendo lo que preceptúa la ley constitutiva de
todo ejército nacional, se erigió en defensa de la Patria, defendiéndola
de sus enemigos exteriores e interiores. Al margen, del
incumplimiento que hacen de las Ordenanzas respecto de lo que dicen
de Franco, Generalísimo a perpetuidad de los Ejércitos de Tierra y
Aire, y de la Armada.
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Adocenado políticamente, y con una ceguera suicida en lo que concierne
a su función constitucional, nuestro Ejército ha querido
destacarse como fuerza militar que contribuye al dividendo de paz
internacional, pero, a tenor de lo que ha sido su actuación en la
guerra que apoyamos, Guerra de Irak, tampoco parece que tengamos
mucho de qué gloriarnos: "se trataba de impedir que el clérigo
Muqtada al-Sadr incendiara la región con su naciente Ejército de
Madhi, mediante la negociación y acuerdos prácticos, evitando su
detención que supondría graves daños colaterales" (Reflexiones
Militares sobre la participación española en Irak, artículo
publicado en "La Tercera" de ABC, 2/4/08) Actuación que,
como a la postre se comprobó, creó "un problema gravísimo
al Mando norteamericano, al no haber eliminado o detenido al clérigo
terrorista".
Como tampoco es cierto lo que en dicho artículo refiere a modo de queja
lastimera el General de División en la Reserva, don Ricardo Martínez
Isidoro, referente a que el pueblo español no tenga una opinión
acertada sobre la actuación de sus FFAA en aquella guerra ilegal,
ilegítima e inmoral, por mucho que él "no perciba una
opinión general sobre lo que allí hizo nuestro Ejército de
Tierra". Pues, es evidente, que su papel, no sólo en
aquella Guerra sino en todas las misiones internacionales a las que
se nos manda, se circunscribe en desmarcarse de las operaciones
militares y concentrarse en operaciones cívicas: asistir
parturientas, montar guarderías, apagar incendios y cuidar
ancianitos.
Pese a que el ilustre jubilado eche mano de eso tan socorrido que
es la épica, venga a cuento o no, y termine diciéndonos para
impresionarnos que "los siete militares españoles del CNI
asesinados nunca lo serán en vano en la regeneración de Irak".
¿De qué vais, tropa adocenada?
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