Por
Pablo Gasco de la Rocha.
-carta pública a
los prelados-
Tanto va el canto a
la fuente, que dice el refrán, que al final termina por romperse, símil
que hago comparativo con la paciencia que se nos ha terminado a
algunos ante la actitud que vienen adoptando determinados prelados
de la Iglesia Católica española, asustados ante el furor de ese
"republicanismo cívico" que en fondo de los fondos no
tiene dos malos guantazos a poco que seamos capaces de responderles.
Hijos de su tiempo como todos y de una ubicación geográfica concreta
como es la España post-franquista, no se trata que se les pida más
de lo que algunos son incapaces de comprender o defender, esto es,
que lo que vulgarmente se llama Guerra Civil fue, tanto desde el
punto de vista de los hechos históricos como desde su dimensión
metafísica, una Cruzada, pues lo que caracteriza el acontecimiento
de tal, no es tanto la autoridad que la predica (Carta Colectiva de
la Asamblea Plenaria de Obispos, 1937), como el motivo que impulsa y
hace reaccionar los ánimos de miles de españoles para defender o
atacar a Cristo. Una persecución que en el ámbito de la Historia
se sitúa al mismo nivel que la de Diocleciano, Nerón o Trajano. Y
una Cruzada que tiene el mismo significado y significante que las
que se promovieron en la Edad Media para rescatar los Santos
Lugares.
Sin embargo, aun aceptando que no se comprende lo que es evidente o no
se defienda por miedo, como siempre fue entendida y defendida por la
Jerarquía de la Iglesia Católica española mientras vivió el
Caudillo, lo que no es disculpable, y menos en un prelado de la
Iglesia Católica, son los entendimientos torcidos, que es lo que
siempre se llamó la falta de juicio. Una falta de juicio que, como
nos advierte la filosofía, hace que quienes la padecen crean ver en
sus razonamientos una hermosa perspectiva.
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Seres Obispos españoles, no es justo, se miente y se falta a Dios en
sus Mártires, muchos de ellos ya Santos, gracias al impulso de Su
Santidad Juan Pablo II y del actual Pontífice, Benedicto XVI,
cuando hipócritamente se dice: "No queremos señalar culpas a
nadie en esta trágica ruptura de la convivencia"... ¡No
tengan miedo! Acaso no sospechan qué la juventud española está
necesitada de actitudes valientes, coherentes en todo y defendidas
ante cualquier circunstancia.
Estimado monseñor don Ricardo Blázquez, permítame que le diga que no
juega limpio, y créame que me disgusta utilizar esta expresión
referida a usted, pero eso es lo que hace al utilizar, para no
comprometerse ante de la ofensiva socialista con su Ley de Memoria,
el argumento de "pedir perdón por actuaciones concretas de la
Iglesia durante el periodo de la II República y la Guerra
Civil". Porque no sólo no viene al caso y confunde, como de
hecho lo hace, sino que da alas al enemigo, que así se declara
nuestro, que nunca ha pedido perdón. Y sobre todo, Monseñor, que
por esos puntuales errores de la Iglesia Católica que somos todos
los bautizados en la Fe en Cristo y dentro del Magisterio de la
Iglesia Católica, Apostólico y Romana ya pidió perdón Su
Santidad Juan Pablo II. Ese Pontífice tan valiente y santo que Dios
nos ofreció y entregó en un momento especialmente importante de
nuestra Historia.
Señores Obispos, ni
la Iglesia Católica española debe pedir perdón por lo acontecido
durante el periodo que va de 1931 a 1975, antes al contrario; ni el
Cardenal Tarancón fue un "instrumento eficaz de reconciliación",
pues no sólo la reconciliación ya era un hecho tras los 40 años
de paz y prosperidad de la España del "milagro" de
Francisco Franco, sino que el año 1975 marca de forma indeleble el
principio de un proceso de des-cristianización paulatino, tenaz y
brutal que llega hasta nuestros días, en donde España es hoy el
mayor estercolero de Europa. A la cabeza, como ustedes bien saben,
en todo tipo de leyes anticristianas: aborto, matrimonio homosexual,
reproducción asistida e investigación biomédica; y en lacras tan
espantosas en lo que afectan a nuestra juventud, como son: la
drogadicción, el alcoholismo, el fracaso escolar, el bajísimo
nivel de educación ético, las cada vez más frecuentes muertes en
carretera y los embarazos no deseados de adolescentes.
Señores Obispos de la Iglesia Católica española, acaso no ven que la
ofensiva de la Ley de Memoria Histórica está dentro del plan
sibilino contra el que nos advirtió Franco: "No olvidéis
que los enemigos de España y de la civilización cristiana están
alerta". Hagan pues, entonces, lo que el Caudillo
nos recomendó hacer: ¡Velen! Y tal actitud, señores prelados,
conscientes de que, como nos ha recordado el Papa en la festividad
de la Inmaculada Concepción, el sábado 7, "los valores
morales no pueden negociarse".
Por cierto, de los dineros que los contribuyentes católicos damos a la
Iglesia se aprovechan también Setién, Uriarte y algunos otros.
Pregunto.
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