Señores Obispos, su mensaje es político, sibilino y atentatorio.
Por
Pablo Gasco de la Rocha.
15/12/2007.
-carta
pública a los prelados-
Tanto
va el canto a la fuente, que dice el refrán, que al final termina por romperse,
símil que hago comparativo con la paciencia que se nos ha terminado a algunos
ante la actitud que vienen adoptando determinados prelados de la Iglesia Católica
española, asustados ante el furor de ese "republicanismo cívico" que
en fondo de los fondos no tiene dos malos guantazos a poco que seamos capaces de
responderles.
Hijos de su tiempo como todos y de una ubicación geográfica concreta
como es la España post-franquista, no se trata que se les pida más de lo que
algunos son incapaces de comprender o defender, esto es, que lo que vulgarmente
se llama Guerra Civil fue, tanto desde el punto de vista de los hechos históricos
como desde su dimensión metafísica, una Cruzada, pues lo que caracteriza el
acontecimiento de tal, no es tanto la autoridad que la predica (Carta Colectiva
de la Asamblea Plenaria de Obispos, 1937), como el motivo que impulsa y hace
reaccionar los ánimos de miles de españoles para defender o atacar a Cristo.
Una persecución que en el ámbito de la Historia se sitúa al mismo nivel que
la de Diocleciano, Nerón o Trajano. Y una Cruzada que tiene el mismo
significado y significante que las que se promovieron en la Edad Media para
rescatar los Santos Lugares.
Sin embargo, aun aceptando que no se comprende lo que es evidente o no
se defienda por miedo, como siempre fue entendida y defendida por la Jerarquía
de la Iglesia Católica española mientras vivió el Caudillo, lo que no es
disculpable, y menos en un prelado de la Iglesia Católica, son los
entendimientos torcidos, que es lo que siempre se llamó la falta de juicio. Una
falta de juicio que, como nos advierte la filosofía, hace que quienes la
padecen crean ver en sus razonamientos una hermosa perspectiva.
Seres Obispos españoles, no es justo, se miente y se falta a Dios en
sus Mártires, muchos de ellos ya Santos, gracias al impulso de Su Santidad Juan
Pablo II y del actual Pontífice, Benedicto XVI, cuando hipócritamente se dice:
"No queremos señalar culpas a nadie en esta trágica ruptura de la
convivencia"... ¡No tengan miedo! Acaso no sospechan qué la juventud española
está necesitada de actitudes valientes, coherentes en todo y defendidas ante
cualquier circunstancia.
Estimado monseñor don Ricardo Blázquez, permítame que le diga que no
juega limpio, y créame que me disgusta utilizar esta expresión referida a
usted, pero eso es lo que hace al utilizar, para no comprometerse ante de la
ofensiva socialista con su Ley de Memoria, el argumento de "pedir perdón
por actuaciones concretas de la Iglesia durante el periodo de la II República y
la Guerra Civil". Porque no sólo no viene al caso y confunde, como de
hecho lo hace, sino que da alas al enemigo, que así se declara nuestro, que
nunca ha pedido perdón. Y sobre todo, Monseñor, que por esos puntuales errores
de la Iglesia Católica que somos todos los bautizados en la Fe en Cristo y
dentro del Magisterio de la Iglesia Católica, Apostólico y Romana ya pidió
perdón Su Santidad Juan Pablo II. Ese Pontífice tan valiente y santo que Dios
nos ofreció y entregó en un momento especialmente importante de nuestra
Historia.
Señores
Obispos, ni la Iglesia Católica española debe pedir perdón por lo acontecido
durante el periodo que va de 1931 a 1975, antes al contrario; ni el Cardenal
Tarancón fue un "instrumento eficaz de reconciliación", pues no sólo
la reconciliación ya era un hecho tras los 40 años de paz y prosperidad de la
España del "milagro" de Francisco Franco, sino que el año 1975 marca
de forma indeleble el principio de un proceso de des-cristianización paulatino,
tenaz y brutal que llega hasta nuestros días, en donde España es hoy el mayor
estercolero de Europa. A la cabeza, como ustedes bien saben, en todo tipo de
leyes anticristianas: aborto, matrimonio homosexual, reproducción asistida e
investigación biomédica; y en lacras tan espantosas en lo que afectan a
nuestra juventud, como son: la drogadicción, el alcoholismo, el fracaso
escolar, el bajísimo nivel de educación ético, las cada vez más frecuentes
muertes en carretera y los embarazos no deseados de adolescentes.
Señores Obispos de la Iglesia Católica española, acaso no ven que la
ofensiva de la Ley de Memoria Histórica está dentro del plan sibilino contra
el que nos advirtió Franco: "No olvidéis que los enemigos de España
y de la civilización cristiana están alerta". Hagan pues,
entonces, lo que el Caudillo nos recomendó hacer: ¡Velen! Y tal actitud,
señores prelados, conscientes de que, como nos ha recordado el Papa en la
festividad de la Inmaculada Concepción, el sábado 7, "los valores morales
no pueden negociarse".
Por cierto, de los dineros que los contribuyentes católicos damos a la
Iglesia se aprovechan también Setién, Uriarte y algunos otros. Pregunto.
Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com