Por
Pablo Gasco de la Rocha.
La izquierda española nunca ha sido de fiar, ni lo es tampoco
ahora. Cainita, sectaria, manipuladora, anti-española y anti-monárquica,
ha estado disimulando en la medida, en que la Derecha sé
auto-suicidaba. Primero Fraga, cargándose AP, y posteriormente
Aznar, proclamándose discípulo de Azaña, aunque ahora le dé por
escribir cartas al "joven Santiago". Toda una demostración
de la capacidad mental de quien se proclama, y al que algunos
proclaman con evidente interés, líder de la Derecha. Un
trastornado mental, aturdido por la fama y adornado con pulseras de
trapo.
Que la izquierda
española es anti-monárquica, es algo que sabía toda España
excepto el Rey. Un Rey que, no se olvide, se ha dejado aconsejar, al
menos en esto de permanecer en el puesto, por su padre y por toda
esa ristra de personajillos que pulularon alrededor de Estoril, cuyo
consejo máximo fue que tenía que hacer la pelota a quienes podían
echarle. Y ahí está, para la posterioridad, el compadreo con
Felipe González, el "señor X", que sigue pasando a la
historia como un gran político, cuasi un estadista, cuando en
realidad lo que fue es un gualtrapa corrupto, paleto y cómplice en
varios asesinatos de Estado. Pero claro, los años del exilio
voluntario en Estoril fueron para nuestra monarquía altamente
aleccionadores. Pues, si para el padre fue la prueba del nueve
en cuanto a que nunca se ceñiría la corona de España, para el
hijo fue una lección que nunca olvidaría: el Rey tiene que
mancillar a la derecha y compadrear con la izquierda, le cueste lo
que le cueste al Reino.
La monarquía
impuesta por Franco ha funcionado bien, y lo sigue haciendo. Y hasta
el punto es así, que la Institución continúa siendo la más
valorada por los españoles, a tenor de lo reflejado en las
encuestas de opinión, y muy por encima de la Judicatura, los
Partidos Políticos o los Sindicatos. Aunque es evidente que tales
instituciones, sujetos u objetos, tienen poco de qué vanagloriarse.
Sin embargo, la izquierda español, no nos engañemos más, no sólo
no es monárquica, sino que es, antes que nada, anti-monárquica. Y
lo es por dos razones fundamentales: La primera, porque
habiendo participado en el Golpe de Estado "de los
Concejales" que impuso la Segunda República, sigue revistiendo
de espíritu democrático al colapsado régimen por todo tipo de crímenes
e ilegalidades, así como a la dictadura marxista del Frente Popular
que provocó la Guerra Civil. Y la segunda, porque nunca ha
olvidado que don Juan Carlos de Borbón es el sucesor de Franco
"a título de Rey". Por eso, aunque tengan que reconocer
que la Monarquía ha funcionado bien -como manifiesta uno de sus
plumíferos, José García Abad-, su espíritu cainita les lleva más
allá de lo razonable, y se pasan por el arco del triunfo lo
que es una máxima política de obligado cumplimento: "No
trates de arreglar lo que funciona".
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Y viene al caso el rótulo
de mi artículo, porque con ocasión de los últimos actos
protagonizados por el Rey (Cumbre Hispanoamericana con su "¿Por
qué no te callas?"; Acto de Apertura del curso
Universitario en Oviedo, en donde el Rey pronunciaba un discurso
alejado del habitual trámite protocolario, haciendo una encendida
defensa de la institución monárquica que él encarna, asociándola
"indisolublemente al proceso democrático de nuestro país",
y su Viaje a nuestras provincias olvidadas de Ceuta y Melilla, más
españolas que Navarra, pero reivindicadas por el moro sátrapa de
Marruecos), parece como si se estuviera dándose cuenta de cuál es
su verdadero papel en el acontecer de España. Una actitud que, pese
a que el pueblo aprueba y aplaude en todo su contenido, modos,
formas y maneras, la izquierda tacha de "cambio de
paso" de la Monarquía. Aduciendo razones tan poco convincentes
como: que su actuación mandando callar a un presidente electo –se
refieren al mono Chavez- ha humillado a millones de sufridos
venezolanos e hispanoamericanos en general; que el viaje a Ceuta y
Melilla ha provocado un conflicto diplomático con Marruecos, y que
arrogarse el papel de motor del cambio supone rebajar la contribución
a la democracia del resto de las instituciones.
Razones que no se
sostienen, pero que trasluce el verdadero varapalo que han sufrido
con el "paso adelante" del Rey adaptándose a una nueva época,
cosa que temen profundamente, pues hasta ahora veían a la Monarquía
como una institución frágil y a la intemperie, y con la que les
era imprescindible contar para sus propósitos. Al margen del
disgusto que les ha supuesto que el primer debate tras treinta años
de Monarquía, no haya procedido de ellos, la Izquierda republicana,
sino de ciertos sectores de la Derecha, aunque por motivos
totalmente contrarios a los que ellos hubieran esgrimido.
Es por eso por lo
que la Monarquía está en peligro y por lo que empiezan a maniobrar
para cargarse al Rey. A cuya institución y persona advierten desde
su medio más cotizado, "El Siglo": "Aquí se ha
optado por un silencio que ya iba haciéndose largo y espeso
por la determinación de proteger a una institución, a la que se
suponía frágil, y a la intemperie. Pero que, a partir de ahora, la
institución deberá acostumbrarse a vivir sin la impunidad que
produce la complicidad" (José García Abad, "El Rey
cambia el paso", El Siglo, nº 763, del 19 al 25 de noviembre
de 2007).
Y es que, hasta
ahora, la Monarquía y en concreto la persona del rey Juan Carlos no
les había supuesto mayor conflicto para sus planes, antes al
contrario, pues siempre la habían y le habían utilizado como
coartada de sus malintencionados propósitos, lo que sin duda queda
reflejado en esas dos expresiones no tan enigmáticas para quienes
sabemos cómo piensa la izquierda y, por tanto, el PSOE: a) "una
institución a la que se suponía frágil" y b) "la
institución deberá acostumbrarse a vivir sin la impunidad que
produce la complicidad". Es decir, que hasta ahora habían
pasado por alto no criticar lo poco transparentes negocios del
monarca, sobre todo, su participación directa en intermediaciones
para la compra de petróleo en países árabes; su posición durante
el intento de golpe de Estado de 23 de febrero de 1981; sus famosas
escapadas o su participación en cacerías de animales
protegidos.
Sin embargo, ahora
la cuestión es otra, porque ahora la cuestión es que el Rey quiere
reinventarse, lo que ha dado lugar a que ha multiplicado por cien su
notoriedad tanto en España como fuera de ella, y entonces el Rey se
ha convertido para ellos en vulnerable. Lo que no saben, pues todavía
tienen que esperar acontecimientos, es "si esta
circunstancia será –como ha dicho uno de sus lanceros,
Enric Sopena-, a medio o largo plazo, buena o mala para el rey y
la monarquía". Aunque lo que sí es seguro, es que el
PSOE, como se apunta desde las páginas de "El Siglo", ha
llegado al fin de la placidez con la Monarquía. Y que el momento
crucial será "casi con seguridad, cuando se produzca el
hecho sucesorio" (Enrich Sopena). Por lo que bueno será,
como también advierten, "que no se confíe el Príncipe".
Y toda esta
ofensiva, porque la Izquierda tiene sus propias alianzas con los
amigos marxistas (Fidel Castro, Hugo Chavez, Daniel Ortega...),
guarda el propósito de entregar Ceuta y Melilla a Marruecos, y
tiene muy asumido que fue la Izquierda en general, y el PSOE en
particular, quien verdaderamente ha democratizado España. Por eso
la ofensiva es grave, y mucho más en un país como el nuestro, que
hasta ahora ha sido mucho más juancarlista que monárquico.
Pese a todo, siempre
nos quedará el ejército de alabarderos que forme Carrillo para
detener el asalto al Palacio de Invierno. Un Carrillo que, pese a su
inclinación natural de asesino en serie, seguro se mantendrá leal
al Rey, porque nadie le ha llamado tan vehementemente "Don
Santiago" como se lo ha llamado el Monarca. Nada menos que a él,
a Santiago Carrillo, una repugnante y pestilente rata.
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