El PSOE quiere «cargarse» al Rey.


Por Pablo Gasco de la Rocha. 01/12/2007.  


La izquierda española nunca ha sido de fiar, ni lo es tampoco ahora. Cainita, sectaria, manipuladora, anti-española y anti-monárquica, ha estado disimulando en la medida, en que la Derecha sé auto-suicidaba. Primero Fraga, cargándose AP, y posteriormente Aznar, proclamándose discípulo de Azaña, aunque ahora le dé por escribir cartas al "joven Santiago". Toda una demostración de la capacidad mental de quien se proclama, y al que algunos proclaman con evidente interés, líder de la Derecha. Un trastornado mental, aturdido por la fama y adornado con pulseras de trapo.

Que la izquierda española es anti-monárquica, es algo que sabía toda España excepto el Rey. Un Rey que, no se olvide, se ha dejado aconsejar, al menos en esto de permanecer en el puesto, por su padre y por toda esa ristra de personajillos que pulularon alrededor de Estoril, cuyo consejo máximo fue que tenía que hacer la pelota a quienes podían echarle. Y ahí está, para la posterioridad, el compadreo con Felipe González, el "señor X", que sigue pasando a la historia como un gran político, cuasi un estadista, cuando en realidad lo que fue es un gualtrapa corrupto, paleto y cómplice en varios asesinatos de Estado. Pero claro, los años del exilio voluntario en Estoril fueron para nuestra monarquía altamente aleccionadores. Pues, si para el padre fue la prueba del nueve en cuanto a que nunca se ceñiría la corona de España, para el hijo fue una lección que nunca olvidaría: el Rey tiene que mancillar a la derecha y compadrear con la izquierda, le cueste lo que le cueste al Reino.

La monarquía impuesta por Franco ha funcionado bien, y lo sigue haciendo. Y hasta el punto es así, que la Institución continúa siendo la más valorada por los españoles, a tenor de lo reflejado en las encuestas de opinión, y muy por encima de la Judicatura, los Partidos Políticos o los Sindicatos. Aunque es evidente que tales instituciones, sujetos u objetos, tienen poco de qué vanagloriarse. Sin embargo, la izquierda español, no nos engañemos más, no sólo no es monárquica, sino que es, antes que nada, anti-monárquica. Y lo es por dos razones fundamentales: La primera, porque habiendo participado en el Golpe de Estado "de los Concejales" que impuso la Segunda República, sigue revistiendo de espíritu democrático al colapsado régimen por todo tipo de crímenes e ilegalidades, así como a la dictadura marxista del Frente Popular que provocó la Guerra Civil. Y la segunda, porque nunca ha olvidado que don Juan Carlos de Borbón es el sucesor de Franco "a título de Rey". Por eso, aunque tengan que reconocer que la Monarquía ha funcionado bien -como manifiesta uno de sus plumíferos, José García Abad-, su espíritu cainita les lleva más allá de lo razonable, y se pasan por el arco del triunfo lo que es una máxima política de obligado cumplimento: "No trates de arreglar lo que funciona".     

Y viene al caso el rótulo de mi artículo, porque con ocasión de los últimos actos protagonizados por el Rey (Cumbre Hispanoamericana con su "¿Por qué no te callas?"; Acto de Apertura del curso Universitario en Oviedo, en donde el Rey pronunciaba un discurso alejado del habitual trámite protocolario, haciendo una encendida defensa de la institución monárquica que él encarna, asociándola "indisolublemente al proceso democrático de nuestro país", y su Viaje a nuestras provincias olvidadas de Ceuta y Melilla, más españolas que Navarra, pero reivindicadas por el moro sátrapa de Marruecos), parece como si se estuviera dándose cuenta de cuál es su verdadero papel en el acontecer de España. Una actitud que, pese a que el pueblo aprueba y aplaude en todo su contenido, modos, formas   y maneras, la izquierda tacha de "cambio de paso" de la Monarquía. Aduciendo razones tan poco convincentes como: que su actuación mandando callar a un presidente electo –se refieren al mono Chavez- ha humillado a millones de sufridos venezolanos e hispanoamericanos en general; que el viaje a Ceuta y Melilla ha provocado un conflicto diplomático con Marruecos, y que arrogarse el papel de motor del cambio supone rebajar la contribución a la democracia del resto de las instituciones.

Razones que no se sostienen, pero que trasluce el verdadero varapalo que han sufrido con el "paso adelante" del Rey adaptándose a una nueva época, cosa que temen profundamente, pues hasta ahora veían a la Monarquía como una institución frágil y a la intemperie, y con la que les era imprescindible contar para sus propósitos. Al margen del disgusto que les ha supuesto que el primer debate tras treinta años de Monarquía, no haya procedido de ellos, la Izquierda republicana, sino de ciertos sectores de la Derecha, aunque por motivos totalmente contrarios a los que ellos hubieran esgrimido.

Es por eso por lo que la Monarquía está en peligro y por lo que empiezan a maniobrar para cargarse al Rey. A cuya institución y persona advierten desde su medio más cotizado, "El Siglo": "Aquí se ha optado por un silencio que ya iba haciéndose largo y espeso por la determinación de proteger a una institución, a la que se suponía frágil, y a la intemperie. Pero que, a partir de ahora, la institución deberá acostumbrarse a vivir sin la impunidad que produce la complicidad" (José García Abad, "El Rey cambia el paso", El Siglo, nº 763, del 19 al 25 de noviembre de 2007).

Y es que, hasta ahora, la Monarquía y en concreto la persona del rey Juan Carlos no les había supuesto mayor conflicto para sus planes, antes al contrario, pues siempre la habían y le habían utilizado como coartada de sus malintencionados propósitos, lo que sin duda queda reflejado en esas dos expresiones no tan enigmáticas para quienes sabemos cómo piensa la izquierda y, por tanto, el PSOE: a) "una institución a la que se suponía frágil" y b) "la institución deberá acostumbrarse a vivir sin la impunidad que produce la complicidad". Es decir, que hasta ahora habían pasado por alto no criticar lo poco transparentes negocios del monarca, sobre todo, su participación directa en intermediaciones para la compra de petróleo en países árabes; su posición durante el intento de golpe de Estado de 23 de febrero de 1981; sus famosas escapadas o su participación en cacerías de animales protegidos.  

Sin embargo, ahora la cuestión es otra, porque ahora la cuestión es que el Rey quiere reinventarse, lo que ha dado lugar a que ha multiplicado por cien su notoriedad tanto en España como fuera de ella, y entonces el Rey se ha convertido para ellos en vulnerable. Lo que no saben, pues todavía tienen que esperar acontecimientos, es "si esta circunstancia será –como ha dicho uno de sus lanceros, Enric Sopena-, a medio o largo plazo, buena o mala para el rey y la monarquía". Aunque lo que sí es seguro, es que el PSOE, como se apunta desde las páginas de "El Siglo", ha llegado al fin de la placidez con la Monarquía. Y que el momento crucial será "casi con seguridad, cuando se produzca el hecho sucesorio" (Enrich Sopena). Por lo que bueno será, como también advierten, "que no se confíe el Príncipe".

Y toda esta ofensiva, porque la Izquierda tiene sus propias alianzas con los amigos marxistas (Fidel Castro, Hugo Chavez, Daniel Ortega...), guarda el propósito de entregar Ceuta y Melilla a Marruecos, y tiene muy asumido que fue la Izquierda en general, y el PSOE en particular, quien verdaderamente ha democratizado España. Por eso la ofensiva es grave, y mucho más en un país como el nuestro, que hasta ahora ha sido mucho más juancarlista que monárquico.

Pese a todo, siempre nos quedará el ejército de alabarderos que forme Carrillo para detener el asalto al Palacio de Invierno. Un Carrillo que, pese a su inclinación natural de asesino en serie, seguro se mantendrá leal al Rey, porque nadie le ha llamado tan vehementemente "Don Santiago" como se lo ha llamado el Monarca. Nada menos que a él, a Santiago Carrillo, una repugnante y pestilente rata.

 

 

Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com