Por
Pablo Gasco de la Rocha.
Aunque nadie ha hablado, al menos de momento, de "ruido de
sables", se sabe que los militares anda molestos con el
asunto de la reforma en la concesión de
"condecoraciones", que ha generado dudas y polémica entre
los mandos de las Fuerzas Armadas, pues esto de las condecoraciones,
máxime si son pensionadas de por vida, es asunto muy sensible. Y es
que, con motivo de la polémica suscitada por el PP que acusó al
Gobierno de no dar el "distintivo rojo" a los militares
muertos en Afganistán o Líbano, el Gobierno ha resuelto el asunto
con una reforma en la que se otorgará tal distintivo a quienes
"fallezcan en acto de servicio en misiones en el exterior: como
consecuencia de acciones violentas de elementos hostiles o cuando la
muerte sea consecuencia de atentados con explosivos, minas o
supuestos análogos, ante los que no es posible reaccionar mediante
el uso de la fuerza armada". Una normativa de concesión
ambigua, como todo lo que hace este Gobierno, pues establece nuevas
discriminaciones, por ejemplo, respecto a los fallecidos a resultas
del llamado fuego amigo en misiones internacionales, así
como respecto a los fallecidos por acciones terroristas en
territorio español.
|
|
Sin embargo, y sin
causar sensación ni reacción, con motivo de cumplirse el 25
aniversario de la creación del Ministerio de Defensa, que reunificó
en un solo ministerio los de Tierra, Mar y Aire, a cuya cabeza ha
figurado a partir de entonces un civil, civil que valiera o no ha
puesto firmes y en primer tiempo de saludo a los de uniforme,
Informe Semanal (14 de Julio de 2007) entrevistó a quienes todavía
vivos habían ocupado dicho cargo. Y fue ciertamente significativo
que todos ellos (Joaquín Oliart, Narciso Serra, Eduardo Serra,
Federico Trillo, José Bono y el actual, José Antonio Alonso)
mostrasen como logros de lo que se ha conseguido en estos
veinticinco años, el "despojo" que se ha hecho de
virtudes que hasta entonces se consideraban consustanciales a todo
ejército, esto es: la virilidad, tan imprescindible para la
guerra; el valor, tan necesario para la paz, y el honor,
tan primordial para la vida. A cuyos valores se antepone la
obediencia al ministro de turno y en menor medida, aunque también,
la profesionalidad o pericia técnica en las misiones encomendadas.
Absoluto disparate, aunque no tanto, si coincidimos con el criterio
que expresa el historiador militar Fernando Puell de la Villa en su
obra "Cadetes de la segunda época, generales de
la Transición": "hoy en día, la cúpula militar
es demasiado acomodaticia, y el mando militar exageradamente dócil
al poder político de turno, hasta el punto que no planta cara ni en
cuestiones profesionales internas ni en política de defensa, porque
si censan, pasan de cobrar un millón de las antiguas pesetas al mes
a sólo 300.000.
Desde el proyecto que se contemplo nada más iniciada la transición de
modificar la estructura, organización e idiosincrasia de nuestro Ejército
y nuestra Armada, y cumplido el primer propósito, cual fue el
rebajar la influencia de las Fuerzas Armadas en la vida nacional,
asunto que se zanjó tras el "turbio" asunto no aclarado
del 23- F de 1981, hasta el punto que como ha manifestado el general
Miguel Alonso Baquer: "En estos momentos, no hay ningún ejército
en todo el mundo que esté más lejos de la política que el español",
sólo ha habido que esperar para completar tal proyecto, la ejecución
del segundo de sus propósitos. Un propósito largamente acariciado,
pues incidía en las Reales Ordenanzas y en la obediencia debida.
Asunto que a los políticos de la nueva hora de España les
ocasionaba un serio revés.
Así, y en este
contexto ideológico de reforma, la obediencia debida, virtud tan
fundamental y necesaria en los ejércitos nacionales, se ha
terminado por considerar patrimonio de los menos inteligentes. Hasta
el punto, que la obediencia siempre deberá estar pre-determinada
por lo que sea legal y correcto en cada momento, y siempre a
expensas de la conciencia de quién recibe la orden. Pues las
ordenes ya no se dan para cumplirse, sino que deben interpretarse.
Todo un sarcasmo que no se tuvo en cuenta el 23-F, y que fue lo que
a la postre le salvo la partida al Rey. Pues Miláns prefirió ser
un militar rebelde a un desobediente militar... Curiosidades de la
Historia de España.
Instalada España, según todos los indicadores al respecto, en una
corrupción política y moral que nos sitúa a la cabeza de Europa
en todo tipo de lacras; aquejada de un problema gravísimo, cual es
la imprecisión constitucional de su estructura territorial, que
impide saber cuál es el límite competencial de sus Autonomías,
verdaderos estados en la sombra, y con una ciudadanía anestesiada,
fácilmente manejable y presta a tragarse toda la inmunda mercancía
intragable expedida por cualquier imbécil, España se encuentra
desde hace años rehén de unas Fuerzas Armadas sumisas y
silenciosas que sólo aspiran a conseguir prebendas...
Sin embargo, ante este panorama, y frente a la catástrofe de Europa,
que es en parte el fracaso del propio sistema, la democracia
liberal, los ejércitos nacionales serán una institución
fundamental como bien ha visto Sarkozy; pues la Historia nos enseña
que hay momentos cruciales, y éste es uno de ellos, en que los ejércitos
nacionales son claves para el sostenimiento de las civilizaciones. Y
en España, clave para defender la misma integridad de la nación,
hoy amenazada desde el interior (la acción separatista de los
Estatutos de Autonomía y la situación de Ceuta y Melilla cada vez
más Marroquí) y exterior de sus fronteras (amenaza del islamismo
radical e invasión africana y asiática) Claro que lo primero sería,
y más en un Estado "constitucionalmente
complejo" (STC 4/1981, de 2 de febrero) como es el nuestro,
defender y potenciar los símbolos nacionales, la Bandera y la
Corona, que deben respetarse y exhibirse como modo de dar presencia
real a esa identidad nacional que es España: "patria común e
indivisible de todos los españoles", cuya defensa está
encomendada al Ejército y a la Armada como declara la Constitución.
Y ello, en cumplimiento de la Ley que se ha desoído
insistentemente, hasta el punto, que después de tres décadas el
Tribunal Supremo ha tenido que volver a ocuparse del asunto a través
de una nueva sentencia que proviene de un recurso de 2002 ahora
fallado. Y si fuera necesario, con un pelotón de soldados. Porque
en estos símbolos que nos identifican como nación-estado,
es en donde el separatismo, mal llamado "nacionalismo democrático",
ha puesto toda su ofensiva y su modus operandi contra España.
Algo que choca con la posición del presidente francés, monsieur
Sarkozy, en cuanto a la importancia fundamental que le ha dado al
"poderoso y patriótico" Ejército francés ante la crisis
de identidad y descalabro social de Francia.
INICIO
|