Por
José Gabriel.
En Julio de 1936
Navarra vivía uno de los momentos más importantes de su, ya de por
sí, trascendental historia. El pueblo navarro acudió en masa para
fortalecer el carácter religioso y popular de la Cruzada de
Liberación frente al marxismo deicida. Fueron los primeros en
protagonizar la resurrección de España. Sus Tercios de Requetés,
sus Banderas de la Falange y sus Batallones dieron, al resto de España,
una lección de alegre sacrificio y desinteresada entrega absoluta.
El 9 de Noviembre de
1937, como reconocimiento a su heroísmo, el Caudillo, Francisco
Franco, concedió al histórico Reino la Cruz Laureada de San
Fernando, el más alto galardón de la milicia española.
Pasó el tiempo y
llegaron otros “hombres”… Llegó la época de la
“generosidad democrática”…, “visón de futuro”…, “política
posible”…, “olvido de agravios”…, “reconciliación de
los pueblos de España”… Navarra, se vio sacrificada y tuvo que
soportar una humillante disposición transitoria cuarta en la
Constitución que deja, permanentemente, abiertas las puertas a su
incorporación a lo que algunos, refiriéndose a las Provincias
Vascongadas, denominan, “Euskadi”.
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En 1981, desapareció,
por arte de brujería (nunca mejor dicho) la Laureada de San
Fernando en su escudo. La afrenta, se consumó con la Ley Orgánica
13/82 de 10 de Agosto, con la que se oficializó el actual emblema.
Hoy, 71 años después,
ya no hay Tercios de Requetés ni Banderas de Falange llenando la
Plaza del Castillo; ya no se reparten más « detentes » ni
escapularios; ya no hay un General Mola que acaudille, y el espíritu
de Sancho III El Mayor o el de Sancho VII El Fuerte, ha sido vendido
al ultraje sin respuesta de los separatistas mal nacidos en las
Vascongadas. Las cadenas de su escudo que representaban la victoria
en la Batalla de las Navas de Tolosa, han pasado a representar la
esclavitud frente a la inopia o complicidad de liberales,
socialistas y batasunos. Los etarras han
llegado a apropiarse, con la osadía de la ignorancia, de lo que
ellos llaman “arrano beltza”, es decir, el Águila negra del
sello del Rey Sancho el Mayor.
Mientras los astados
recorren las calles de los pueblos de Navarra, una muchedumbre de
muchachos, ebria de alcohol y odio
a lo que desconocen, monopolizan unas fiestas de San Fermín
que este año son la antesala a una
tragedia anunciada. Navarra asiste impotente a su incierto
futuro. El PSOE, está a punto de pactar con los que quieren que la
Comunidad Foral deje de ser ella misma y, por lo tanto, deje de ser
bastión de la españolidad. El Partido Popular, mientras, se hace
el digno y el valiente: por una parte, sigue atacando al PSOE y acusándole
con todo tipo de verdades; por otra, ofrece a los socialistas un
pacto para salvar la “estabilidad” del histórico Reino.
Intenta el PP, con
esta actitud, demostrar su generosidad al estar dispuesto a lo que
sea con tal de evitar que gobiernen los separatistas… ¡Qué
dignos!... Pero se olvidan de unas cuántas cosas:…: ¿Qué han
hecho durante sus años de gobierno para evitar la proliferación de
“ikastolas” en Navarra? ¿No han permitido, protegido y
respaldado el avance de eso que denominan “euskera” en su
territorio? ¿Qué iniciativas
han promovido para derogar la disposición transitoria cuarta de la
Constitución? El PP ha dado y subvencionado, al igual que en
Baleares, Galicia y Valencia, las armas con las que sus enemigos le
han derrotado. Tienen lo que se merecen; se han convertido en un
acicate hábilmente utilizado por los separatistas en sus falaces pretensiones.
Gracias a la inane
moral del PP y a la gustosa colaboración del PSOE, Navarra va
sucumbiendo frente a las abatidas de la serpiente etarra y la
blasfema icurriña.
No es sólo una
Laureada lo que ha desaparecido de la insignia de Navarra. Ya sé
que a la derecha, que se dice española, no le importa los símbolos.
Para la derecha, la Patria no es más que un marco político de
estabilidad deseable que garantice la viabilidad de sus proyectos
económicos; los símbolos, en cambio, son una incómoda herencia
que les recuerda lo que tuvieron que ser para conseguir sus
intereses. Pero la izquierda sabe perfectamente que cuando un símbolo
honesto es derribado, se derriba también lo que representa. No es
casual por lo tanto, ni obedece a honorables propósitos, la
retirada de la Laureada en el escudo de Navarra; obedece más bien,
a los mismos intereses culpables de la retirada del Águila de San
Juan del escudo de España; obedece a la miserable intención de
borrar de la historia todo aquello que refuerce nuestro sentido de
unidad, empezando por el mismísimo
Dios.
Mientras en el resto
de España, el PP y el PSOE, siguen aprobando de la manita estatutos
de autonomía que potencien las pretensiones de los que quieren que
España desaparezca, la juventud va siendo adoctrinada por un
sistema educativo que les muestra a España como algo ajeno, algo
sin definir o un simple “marco de convivencia” en el mejor de
los casos. Se renuncia a presentar a España como una comunidad histórica
con una misión que cumplir; se renuncia porque, para nuestra vergüenza,
los españoles, en su inmensa mayoría, han renunciado al
cumplimiento de su destino colectivo.
Los españoles
asistimos con lágrimas en los ojos al llanto de Navarra; pero que
nadie se lleve a engaño: las lágrimas que brotan de nuestras almas
no son las lágrimas de la derrota; son las lágrimas
del dolor que ha de provocar nuestra reacción frente a la
canalla que campa a sus anchas por nuestra ultrajada España.
Mantengamos, como
hacen los buenos navarros, nuestra FE intacta en la Sagrada Promesa
del Corazón de Jesús; tengamos claro que el día que los navarros
reaccionen, no habrá lugar para el llanto, y las ratas volverán a
ser sólo eso, ratas…
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