Por
Jesús Flores. Coronel de Artillería-retirado.
Para los partidos políticos,
el Ejército es sólo una carta más en la baraja política. Aznar
acabó prematuramente con el servicio militar obligatorio (¡ojo! la
Constitución modelo 1978 lo consideraba obligatorio) por razones
electoralistas. Hay que tener en cuenta de que España, gracias a
los políticos, era ya el primer país del mundo en “objetores de
conciencia”, y ya por aquellas fechas el Ejército conseguía
reclutar a tres y al gato. Un día decidió, también Aznar, que el
Museo del Ejército debería salir de Madrid con rumbo desconocido,
siguiendo con amor un proyecto de la sonriente Albor, la obrera que
fuera Ministra de Cultura del partido obrero. Posiblemente, eliminar
un Museo era un símbolo casi sublime de Cultura.
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Por razones políticas
se manda al Ejército a templar gaitas aquí y allá, incluso para
vigilar elecciones cuando en España hay elecciones, como las de
Vascongadas, en las que los matones pro-etarras imponen su ley en
pueblos, aldeas y colegios lectorales. Se manda al Ejército por
razones electorales a Irak en una rara exhibición publicitaria del
entonces presidente Aznar, posteriormente se ordena retirarse a la
voz de “maricón el último” a ese mismo Ejército, en una
decisión vergonzosa y humillante de Zapatero; se manda al Líbano a
no se sabe qué; se permanece en Afganistán en misiones de pacífica
paz guerrera; se politiza a los muertos (fallecidos en el argot
periodístico); se deja humillar al Ejército quitándole la
responsabilidad de la propia protección de sus cuarteles y
establecimientos militares… Se destruyen Monumentos a los Caídos;
se demoniza un régimen al que muchos hemos servido con sacrificio y
entusiasmo; se quita una estatua del Caudillo de la Academia Militar
de Zaragoza… Y ese Ejército, bajo el peso de un “Mando”
ciego, sordo y mudo, calla y se humilla. Razones políticas de la
baraja.
Hoy le toca ¡por
fin! al Museo Militar de Montjuich. Zapatero, que no había nacido
cuando el Generalísimo Franco entregó castillo y Museo a
Barcelona, “entrega” hoy, en un gesto generoso, el castillo y el
Museo a Barcelona. Y se lo entrega a sus compañeros de cama política,
esa facción nacionalista y separatista que es el árbitro de la política
de este presidente, posiblemente el peor que ha tenido España desde
la primera glaciación. Otra maniobra en la que el Ejército es, una
vez más, carta de una baraja en el juego de los tahúres políticos.
Este Museo era un
gran museo, pese al cerco y a las cobardes y periódicas cesiones
permitidas por el “Mando”. El coronel de Caballería Montesino
Espartero le dio una categoría cultural y patriótica
extraordinaria que fue, eso es lo triste, el canto del cisne. Ante
la presión de los enemigos, no ya del Ejército, sino de España,
el “Mando” fue cediendo con la idea suicida de calmar al enemigo
que, lógicamente, se creció. Cansado de la falta de apoyo y después
de una rara maniobra que lo marginaba, el coronel renunció
irrevocablemente a su cargo. Durante algún tiempo, el Museo ha
sobrevivido gracias al tesón de un grupo voluntarioso que cediendo
y cediendo ante los políticos enemigos del Museo ha visto como,
finalmente, su esfuerzo ha sido inútil.
El Museo debería
ser trasladado, hasta los clavos, a otra ciudad española digna de
tener y valorar una joya semejante. Pero no, se almacenará en el
Cuartel del Bruch que es, no lo olvidemos, el próximo objetivo del
nacionalismo y separatismo catalán.
El “Mando” ha callado, cedido, rendido y se ha humillado sin darse
cuenta de que su falta de valor nos ha humillado a todos, militares
y no militares, a todos los que considerábamos ese Museo y ese
Castillo como algo que nunca debió ser entregado a los talibanes de
la anti-cultura, a los enemigos declarados de España y del Ejército.
Lo hemos escrito en alguna otra parte ¿Y ahora qué queda por
hacer? ¿Organizar una quema de nuestras Hojas de servicio en la
Plaza de la Armería del palacio de Oriente?
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