Atentados
fundacionales.
Por Condottiere.
En
artículo del 4 de abril, José María Carrascal traza las
semejanzas y diferencias entre la Santa Transición y la
nueva transición que parece querer llevar a cabo ZP. Principal
semejanza: ambas utilizan como rampa las instituciones del régimen
anterior. Principal diferencia: la segunda se hace sin consenso.
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Se
olvida otra semejanza, y es que ambas tienen su acta fundacional en
un atentado. El 11-M recuerda cada vez más al Asesinato en el
Orient Express de Ágatha Christie, y no sólo porque sucediera
en los trenes. En esa historia, el asesino era el conjunto de todos
los sospechosos, cada cual con su móvil. En el 11M da toda la
impresión de que los diversos beneficiados del cambio de régimen
colaboraron a su modo (comisión, omisión o manipulación). Y,
fuese quien fuese la mano homicida, no cabe duda de que se trata de
la piedra angular del cambio. El asesinato de Carrero Blanco fue
pieza sine qua non para la alabada Transición, pues con
seguridad el almirante no hubiera dado su visto bueno a la reforma
política. ETA fue la ejecutora, pero aún ignoramos hasta qué
punto otros agentes del vuelco institucional fueron más allá de la
satisfacción. Alguna vez se ha hecho notar que los autores del
magnicidio fueron muriendo en los años siguientes, de modo, por lo
general, más discreto que los suicidas de Leganés. Semejanzas y
diferencias, las hay siempre.
Ningún escándalo. En definitiva, es raro el cambio político que
no viene inaugurado o precedido por algún hecho violento. Otra
cuestión es el juicio moral que merezcan dichos actos, que, por
cierto, suele guardar relación con el que merecen los gobiernos
subsiguientes. Quizá nunca lleguemos a saber lo que pasó el 11 de
marzo del 2004. Pero la función histórica de aquel suceso quedará
siempre fuera de toda duda.
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