El
Rey, el Ministro y el dictador.
Por Jaime L.
Sin
ser sospechoso de simpatizar con este Gobierno, ni mucho menos con
la dictadura cubana, he de salir en parcial defensa de nuestro
Ministro Moratinos.
Desde los medios de
comunicación españoles no de izquierdas se le reprocha enérgicamente
en los últimos días no haberse entrevistado con la disidencia
anticomunista de la Isla y, antes incluso de haber iniciado el
viaje, poco menos que se le exigía que consiguiera allí la
liberación de los presos políticos o el fin del régimen
castrista.
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Quienes hacen estas
críticas no reparan en que, por simple diplomacia y oficialidad
entre Gobiernos, un Ministro extranjero no puede visitar
oficialmente un país, y en él a su Jefe del Estado y al día
siguiente cenar, como la cosa más normal del mundo, con una
oposición que no es reconocida oficialmente. Y que, desde
luego, no es misión –ni lógica no viable- de un Ministro del
Reino de España conseguir cambios radicales y repentinos en una
dictadura caribeña que está a punto de cumplir 50 años, con
permiso de los siempre adorados EE.UU.
Y hablando del Reino
de España, lo que sí es, no sólo reprobable, sino
absolutamente innecesario es la misiva que nuestro Monarca ha
enviado, a través del titular de la cartera de Asuntos
Exteriores, al tirano Castro, deseándole, de su Puño y Letra,
una «pronta recuperación».
En definitiva, se
puede pedir que nuestro Gobierno ignore, salvo para condenarlo,
a tan siniestro régimen, y desde luego, que no se manden
Ministros en viaje oficial, pero, que una vez hecho el viaje, se
le recrimine a Moratinos no haber recibido a la disidencia, es
un argumento de demagogia inaceptable. Más aun cuando nadie en
este país tan libre se atreve a criticar a Su Majestad por tan
repulsivo gesto de Real pelotería.
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