La
guerra de los cobardes.
Por José Luis
Ramos.
Muchas veces salen a
la luz informaciones sobre las atrocidades de algún personaje histórico,
aunque actualmente la mayoría sean falsas, muchas olvidadas u
ocultadas y muy pocas verídicas. Se habla mucho del terrorismo de
ETA y no deja de ser trágico, desde luego, la cantidad de vidas que
se han llevado por delante. El 11-M fue un día dramático para España,
aunque no sólo por la cantidad de víctimas que hubo, sino por lo
que supuso y por cómo se preparó, precisamente por los que
pretenden olvidar y encubrir todo lo que sucedió. La “violencia
de género” parece haberse puesto de moda, aunque supone otra
forma de publicidad y manipulación social. Y en el mundo nos
encontramos con catástrofes naturales, hambre, epidemias,
guerras,… Todo ello, por mucha propaganda, por mucho silencio o
por muchas mentiras que haya, no deja de ser terrible en mayor o
menor medida.
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Lo que resulta todavía más atroz es la cantidad de abortos voluntarios
que se producen en España y en gran parte del mundo cada día. La
diferencia con todo lo anterior radica en que esta es la guerra de
los cobardes porque supone asesinar e, incluso, torturar a seres
inermes unidos a la vida desde el momento de su concepción, porque
no hay posibilidad de defensa al que se ataca y porque, además,
parece ser un tema tabú incluso en quienes debieran defenderlo con
más ahínco. Esas “interrupciones voluntarias” se convierten en
ejecuciones de personas que no pueden decidir, convirtiéndose, al
fin y al cabo, en el mayor ataque a la libertad.
El aborto provocado, además del asesinato
del niño, también tiene consecuencias negativas para la abortista,
la cual no sólo es víctima de daños morales, sino que a menudo
sufre secuelas físicas y psíquicamente puede llevar hasta el
suicidio al ser consciente del crimen. Supone, además, la
desnaturalización de la misma porque “… en sus manos está
depositado el misterio inescrutable de la vida.”
Y este es un tema que no merece juicio
alguno. La ley moral
natural, con la que nacemos todos, según las palabras de santo Tomás
de Aquino, "no
es otra cosa que la luz de la inteligencia infundida en nosotros por
Dios. Gracias a ella conocemos lo que se debe hacer y lo que se debe
evitar.”
Así que cualquier hombre, por el hecho de ser hombre, conoce la
magnitud del crimen, siempre y cuando no se desnaturalice, siendo
precisamente esa alteración el objetivo de tanta manipulación. Al
igual que sería inútil discutir que lo que es verde es verde y no
azul, inútil sería discutir también sobre este tema, que no es
sino uno de los muchos que intentan destruir la familia y la
sociedad actual.
En España llevamos viviendo el 11-M todos los días desde que se aprobó
en 1985 la Ley de Interrupción Voluntaria del embarazo por primera
vez, exceptuando la ley de la Generalidad de Cataluña durante el
período de la II República en 1936. (no es casualidad). De este
modo, hemos superado ya los 90.000 asesinatos al año, más de 200
al día, y todo ello mientras crecen las protestas contra la pena de
muerte, contra toda forma de guerra, contra la “violencia de género”
y contra el terrorismo, mientras se agitan las banderas de la paz y
el respeto a la vida.
¿Habrá otra mancha de igual magnitud para la humanidad?
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