Por
Fernando González de Canales.
Hace
unos meses se sometió a referéndum en Portugal la aprobación de
una ley que despenalizaría el aborto provocado a partir de las 10
semanas ampliando así el abanico de derechos de las
ciudadanas portuguesas. La participación no superó el 50% y el
resultado fue de una pírrica victoria del Sí al Holocausto
durante las 10 primeras semanas del embarazo.
Según
la legislación, el referéndum quedaría anulado por no superar el
cupo mínimo de participación ciudadana, pero seguro que el Primer
ministro Sócrates se ocupará personalmente de que salga adelante
ya que estamos ante una de sus apuestas electorales más importantes
de la última campaña electoral. Nada más que mostrarnos
continuamente una de las grandes taras del sistema democrático:
su capacidad de convertirse en la dictadura de las mayorías en
detrimento de los más débiles; en este caso del nasciturus.
La nueva ley saldrá adelante, con o sin referéndum, ya lo verán.
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El
tema que vengo a tratar desde un principio es desde cuando una mayoría
de ciudadanos se ve cualificada para poder decidir que es legal
o no, o incluso, que es legítimo o no, ya que no es lo mismo legal
(derecho amparado por la ley actual) que legítimo (justo, ecuánime),
sobre temas tan complicados como el aborto / asesinato cuando ni
siquiera se le da ni voz ni voto al acusado y principal
protagonista de este referéndum. Una mayoría de ciudadanos que ya
han nacido (que les dejaron nacer, dígase así) van a estar ahora
¿capacitados? para votar en un plebiscito como este para decidir
sobre si van a permitir o no nacer a otros como ellos. Una situación
un poco estúpida e hipócrita a mi parecer.
El
Estado, al amparar bajo el omnipotente manto de la legalidad
el genocidio masivo de inocentes indefensos, se convierte en el
principal RESPONSABLE de esta masacre amparada por los poderes públicos
y camuflada como una supuesta ¿ampliación? de derechos para
la ciudadanía cuando paralelamente se ignora y condena a la
principal victima que, supuestamente, es un ciudadano más
con los mismo derechos que los que les privan de vivir. El Estado es
culpable de promover entre la juventud la idolatría del sexo sin
consecuencias, causa principal del incesante incremento de la práctica
abortiva entre adolescentes, reduciéndolo la sexualidad en su
dimensión máxima a simple “sexo” como una mera necesidad
fisiológica.
Las
cifras del aborto en Europa hablan por sí solas: se mata a un niño
cada 30 segundos. También es sugerente el dato que nos daban hace
unos meses: en el año 2006 sólo se dieron en adopción 20 niños
españoles. Estos son datos bastantes preocupantes a mi modo de ver
ya que cuando vemos que muchos ciudadanos españoles salen fuera de
nuestras fronteras para adoptar niños será porque aquí ya no hay
suficientes.
Mucha
gente critica esta postura ya que dicen que para opinar sobre esto
hay que ponerse en el lugar de una mujer que se encuentra de repente
con una vida en el vientre por un “accidente” y que no
dispone de los recursos suficientes para mantenerlo (pongo la
palabra “mantenerlo” en cursiva ya que erróneamente para mucha
gente el no poder mantener un niño es igual a no poder
proporcionarle las mismas comodidades (la “Play Station”, la PSP...)
que un niño normal occidental). También hay que decir que
cuando estas chicas acuden a las autoridades sanitarias para ver que
pueden hacer solo les ofrezcan la salida de la muerte y no las
proporcionan información sobre muchísimas iniciativas que se están
poniendo en marcha con el propósito de ayudar y de dar múltiples
salidas al embarazo y una alternativa a la muerte. Pero como es de
sobra conocido, las autoridades sanitarias, responsabilidad del
Estado, cierran el abanico a la única opción posible: la muerte.
Tengo
el deber moral de decir que del negocio de la muerte se benefician
actualmente en estas sociedades deshumanizadas un grupo reducido de
bolsillos. Los responsables y gerentes de las distintas clínicas
(abortórios) sacan grandes beneficios por cada asesinato
provocado en sus clínicas. Su
nombre oficial es "centros acreditados para la interrupción
voluntaria del embarazo". En cristiano, campos de la muerte, fábricas
del exterminio. Es en las clínicas privadas donde la avaricia, la
miseria humana y el pensamiento fantasioso están matando a más de
68.000 seres inocentes cada año con la ayuda de una sociedad sorda,
muda y ciega y con el silencio de los poderes públicos. Muchos de
estos poderes públicos, aún estando en manos de gente que se auto
denomina como cristiana, practican la ley del silencio y caen, además,
en el pecado por Omisión. Sería bueno recordárselo a todos
estos que van de católicos por la vida y que luego, por motivos
electorales y por el ya famoso que dirán CALLAN, callan
como putas. También recordarles lo que haría Jesucristo con
los tibios... escupirlos de la boca
Por
ello considero ante todo al Estado como el principal responsable de
la matanza silenciosa de inocentes indefensos cada día y cada
minuto. El responsable por no dar otras alternativas mucho más
beneficiosas para todos a largo plazo que la salida rápida al
aborto. El responsable de callar ante los que se lucran del negocio
de la muerte. El responsable por promover en la sociedad, y sobre
todo en los jóvenes, la idealización de la sexualidad, que la
reduce a mero consumo de sexo y lo separa de su principal finalidad.
De todo esto... el Estado es el CULPABLE, el culpable de asesinar a
los hijos de la Patria.
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