Sobre el Ejército y la Armada española en el horizonte de Spengler ... (y II)
-del malestar por el asunto de "las medallas", al silencio de las declaraciones en Informe Semanal: toda una declaración de principios de nuestras Fuerzas Armadas-
Por
Pablo Gasco de la Rocha.
05/10/2007.
Aunque nadie ha hablado, al menos de momento, de "ruido de
sables", se sabe que los militares anda molestos con el asunto de la
reforma en la concesión de "condecoraciones", que ha generado dudas y
polémica entre los mandos de las Fuerzas Armadas, pues esto de las
condecoraciones, máxime si son pensionadas de por vida, es asunto muy sensible.
Y es que, con motivo de la polémica suscitada por el PP que acusó al Gobierno
de no dar el "distintivo rojo" a los militares muertos en Afganistán
o Líbano, el Gobierno ha resuelto el asunto con una reforma en la que se
otorgará tal distintivo a quienes "fallezcan en acto de servicio en
misiones en el exterior: como consecuencia de acciones violentas de elementos
hostiles o cuando la muerte sea consecuencia de atentados con explosivos, minas
o supuestos análogos, ante los que no es posible reaccionar mediante el uso de
la fuerza armada". Una normativa de concesión ambigua, como todo lo que
hace este Gobierno, pues establece nuevas discriminaciones, por ejemplo,
respecto a los fallecidos a resultas del llamado fuego amigo en misiones
internacionales, así como respecto a los fallecidos por acciones terroristas en
territorio español.
Sin
embargo, y sin causar sensación ni reacción, con motivo de cumplirse el 25
aniversario de la creación del Ministerio de Defensa, que reunificó en un solo
ministerio los de Tierra, Mar y Aire, a cuya cabeza ha figurado a partir de
entonces un civil, civil que valiera o no ha puesto firmes y en primer tiempo de
saludo a los de uniforme, Informe Semanal (14 de Julio de 2007) entrevistó a
quienes todavía vivos habían ocupado dicho cargo. Y fue ciertamente
significativo que todos ellos (Joaquín Oliart, Narciso Serra, Eduardo Serra,
Federico Trillo, José Bono y el actual, José Antonio Alonso) mostrasen como
logros de lo que se ha conseguido en estos veinticinco años, el
"despojo" que se ha hecho de virtudes que hasta entonces se
consideraban consustanciales a todo ejército, esto es: la virilidad, tan
imprescindible para la guerra; el valor, tan necesario para la paz, y el honor,
tan primordial para la vida. A cuyos valores se antepone la obediencia al
ministro de turno y en menor medida, aunque también, la profesionalidad o
pericia técnica en las misiones encomendadas. Absoluto disparate, aunque no
tanto, si coincidimos con el criterio que expresa el historiador militar
Fernando Puell de la Villa en su obra "Cadetes de la segunda
época, generales de la Transición": "hoy en día, la cúpula
militar es demasiado acomodaticia, y el mando militar exageradamente dócil al
poder político de turno, hasta el punto que no planta cara ni en cuestiones
profesionales internas ni en política de defensa, porque si censan, pasan de
cobrar un millón de las antiguas pesetas al mes a sólo 300.000.
Desde el proyecto que se contemplo nada más iniciada la transición de
modificar la estructura, organización e idiosincrasia de nuestro Ejército y
nuestra Armada, y cumplido el primer propósito, cual fue el rebajar la
influencia de las Fuerzas Armadas en la vida nacional, asunto que se zanjó tras
el "turbio" asunto no aclarado del 23- F de 1981, hasta el punto que
como ha manifestado el general Miguel Alonso Baquer: "En estos momentos, no
hay ningún ejército en todo el mundo que esté más lejos de la política que
el español", sólo ha habido que esperar para completar tal proyecto, la
ejecución del segundo de sus propósitos. Un propósito largamente acariciado,
pues incidía en las Reales Ordenanzas y en la obediencia debida. Asunto que a
los políticos de la nueva hora de España les ocasionaba un serio revés.
Así,
y en este contexto ideológico de reforma, la obediencia debida, virtud tan
fundamental y necesaria en los ejércitos nacionales, se ha terminado por
considerar patrimonio de los menos inteligentes. Hasta el punto, que la
obediencia siempre deberá estar pre-determinada por lo que sea legal y correcto
en cada momento, y siempre a expensas de la conciencia de quién recibe la
orden. Pues las ordenes ya no se dan para cumplirse, sino que deben
interpretarse. Todo un sarcasmo que no se tuvo en cuenta el 23-F, y que fue lo
que a la postre le salvo la partida al Rey. Pues Miláns prefirió ser un
militar rebelde a un desobediente militar... Curiosidades de la Historia de España.
Instalada España, según todos los indicadores al respecto, en una
corrupción política y moral que nos sitúa a la cabeza de Europa en todo tipo
de lacras; aquejada de un problema gravísimo, cual es la imprecisión
constitucional de su estructura territorial, que impide saber cuál es el límite
competencial de sus Autonomías, verdaderos estados en la sombra, y con una
ciudadanía anestesiada, fácilmente manejable y presta a tragarse toda la
inmunda mercancía intragable expedida por cualquier imbécil, España se
encuentra desde hace años rehén de unas Fuerzas Armadas sumisas y silenciosas
que sólo aspiran a conseguir prebendas...
Sin embargo, ante este panorama, y frente
a la catástrofe de Europa, que es en parte el fracaso del propio sistema, la
democracia liberal, los ejércitos nacionales serán una institución
fundamental como bien ha visto Sarkozy; pues la Historia nos enseña que hay
momentos cruciales, y éste es uno de ellos, en que los ejércitos nacionales
son claves para el sostenimiento de las civilizaciones. Y en España, clave para
defender la misma integridad de la nación, hoy amenazada desde el interior (la
acción separatista de los Estatutos de Autonomía y la situación de Ceuta y
Melilla cada vez más Marroquí) y exterior de sus fronteras (amenaza del
islamismo radical e invasión africana y asiática) Claro que lo primero sería,
y más en un Estado "constitucionalmente complejo" (STC
4/1981, de 2 de febrero) como es el nuestro, defender y potenciar los símbolos
nacionales, la Bandera y la Corona, que deben respetarse y exhibirse como modo
de dar presencia real a esa identidad nacional que es España: "patria común
e indivisible de todos los españoles", cuya defensa está encomendada al
Ejército y a la Armada como declara la Constitución. Y ello, en cumplimiento
de la Ley que se ha desoído insistentemente, hasta el punto, que después de
tres décadas el Tribunal Supremo ha tenido que volver a ocuparse del asunto a
través de una nueva sentencia que proviene de un recurso de 2002 ahora fallado.
Y si fuera necesario, con un pelotón de soldados. Porque en estos símbolos
que nos identifican como nación-estado, es en donde el separatismo, mal llamado
"nacionalismo democrático", ha puesto toda su ofensiva y su modus
operandi contra España. Algo que choca con la posición del presidente
francés, monsieur Sarkozy, en cuanto a la importancia fundamental que le
ha dado al "poderoso y patriótico" Ejército francés ante la crisis
de identidad y descalabro social de Francia.
Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com