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 La ley de Memoria Histórica «olvida» eliminar las calles homenaje a etarras.

J. Pagola. ABC. 15/10/2007

La geografía vasca está sembrada de plazas, calles y avenidas que llevan el nombre de pistoleros de ETA que a lo largo de los últimos cuarenta años murieron víctimas de su propio odio. Un paseo por el siniestro callejero etarra desvela que hoy en día, y con la permisividad, si no complicidad, del régimen nacionalista, hay ciudades y pueblos que recuerdan como «hijos ilustres» a «Argala», «Txabi Etxebarrieta», «Txiki y Otaegi», «Txikia», «Pana», «Santiago Brouard», protagonistas, con diferentes papeles, de uno de los capítulos más negros de la historia reciente del País Vasco. El PSOE y sus socios, mientras, no consideran necesario hacer otra ley de «memoria histórica» que obligue a prohibir de una vez esta ignominia.

¿Cabe imaginarse la avenida «Jamal Ahmidan, «El Chino»,» en las cercanías de la estación de Atocha? ¿Cómo reaccionarían los ciudadanos si el Ayuntamiento de Madrid inaugurara un parque infantil en Santa Eugenia con el nombre de «Serhane, El Tunecino»? ¿Hasta qué punto se verían ofendidas las víctimas del 11-M si una calle de El Pozo tomara el nombre del yihadista Allekema Lamari? Pues este sin sentido, esta ofensa a los afectados por el zarpazo del terror, este desafío a la sociedad se da, desde hace muchos años, en el País Vasco. Y, lo que resulta más sorprendente, también en municipios que no son feudos de ETA. Ello ocurre, además, cuando no pocos ayuntamientos gobernados por el PNV se han negado en los últimos años a designar una calle, una plaza, incluso un triste callejón sin salida, con el nombre de una víctima del terrorismo.

Ahora que la Ley de Memoria Histórica obliga a la retirada de símbolos franquistas, se impone, más que nunca, la obligación, legal y moral, de desterrar para siempre cualquier icono que rememore la limpieza étnica que emprendió la banda hace cuarenta años.

Parque «Pana»

Hernani, uno de los feudos tradicionales de ETA-Batasuna, ha dado a uno de sus parques principales el nombre de «José Manuel Aristimuño, Pana», en memoria de un jefe del «comando Araba», uno de los más sanguinarios de ETA, muerto en 1981 durante un enfrentamiento con la Policía, en Vitoria. A raíz de aquello, la novia de «Pana», Soledad Iparraguirre, decidió, como venganza, incorporarse a la banda con el alias de «Anboto». Además, junto al casco viejo de Hernani se extiende la calle «Felipe Sagarna, Zapa», miembro de Herri Batasuna asesinado por elementos de la extrema derecha el 19 de abril de 1980.

Una de las principales avenidas de la localidad vizcaína de Lejona, gobernada desde la reinstauración de la Democracia por el PNV, lleva el nombre de «Txabi eta Joseba Etxebarrieta». El tal «Txabi» ha pasado a la negra historia como el pistolero que abrió la interminable lista de víctimas mortales de ETA, cuando el 7 de junio de 1968 disparó por la espalda, y lo remató en el suelo, al guardia civil de Tráfico, José Pardines Arcay. Horas después, Etxebarrieta fue interceptado por agentes de la Benemérita en una zona denominada Benta Haundi, a las afueras de Tolosa, y falleció como consecuencia del tiroteo abierto. Allí, en Benta Haundi, sus incondicionales de entonces, que son los de ahora, levantaron un monolito en su recuerdo. Pero lo que resulta más sorprendente, un busto instalado en Bilbao, gobernado también por el PNV desde la Transición, recordó al etarra hasta que en 2004 fue retirado tras la denuncia del colectivo Basta ya. Y mientras el verdugo es reconocido para la posteridad nacionalista con calles y monolitos, su víctima, el guardia Pardines, es recordado por sus compañeros, que dieron su nombre a una calle del cuartel de Inchaurrondo.

 

El fraile que se hizo etarra

Otra avenida de la nacionalista Lejona lleva el nombre de Eustaquio Mendizábal, «Txikia», un fraile benedictino que cambió la sotana por la metralleta. El mérito para formar parte del callejero de la localidad no fue su pasado religioso, sino su currículum terrorista. Murió en 1973 en un enfrentamiento armado con las Fuerzas de Seguridad. Como homenaje, ETA puso el nombre de su alias, «Txikia», al «comando» que ese mismo año asesinó en Madrid al presidente del Gobierno, almirante Luis Carrero Blanco.

Cizúrquil, una microdictadura de ETA-Batasuna en la Guipúzcoa más profunda, designó a su plaza principal con el nombre de Joseba Arregi, un pistolero del «comando Madrid» que falleció en 1981 por los malos tratos recibidos en dependencias policiales de la capital de España.

Tiempos atrás, también, el Ayuntamiento nacionalista de Durango dio a su plaza principal, en la que se ubica la Casa Consistorial, el nombre de «Gudaris Txiki y Otaegi», los dos etarras fusilados en septiembre de 1975, cuando agonizaba el franquismo, junto a tres terroristas del FRAP. «Txiki y Otaegi» también dan nombre a calles de otros municipios, como Amorebieta, en Vizcaya, o Echebarri, en Guipúzcoa.

 

Plaza «Argala»

Una de las principales plazas de Arrigorriaga, en Vizcaya, se llama «Argala», el alias utilizado por el ex dirigente de ETA José Miguel Beñarán. Este terrorista, al que se le atribuye su participación material en el asesinato de Carrero Blanco, murió el 21 de diciembre de 1978, por el mismo procedimiento utilizado por el «comando Txikia» para perpetrar el magnicidio: con una potente bomba que hizo saltar por los aires el coche en el que se acababa de introducir. El atentado, que tuvo como escenario la localidad francesa de Anglet, fue atribuido a elementos de la ultraizquierda.

Una de las calles de la localidad guipuzcoana de Elgueta se denomina «Domingo Iturbe», en recuerdo y homenaje al que fue dirigente de ETA, con el alias de «Txomin», durante la primera mitad de la década de los 80, precisamente la más sanguinaria en la sanguinaria historia de la banda terrorista. Fue la etapa en la que la banda introdujo el coche bomba.

Una calle céntrica de Bilbao lleva la denominación de «Santiago Brouard», ex dirigente de HASI, el partido encargado de garantizar la ortodoxia en Herri Batasuna, que fue asesinado por mercenarios en su consulta de pediatría de la capital vizcaína. Asimismo, una calle del municipio de Astigarraga lleva el nombre de «Tomás Alba», concejal de Herri Batasuna en el Ayuntamiento de San Sebastián asesinado el 28 de septiembre de 1979 por ultraderechistas. Una calle de Llodio, población alavesa que casi siempre ha estado bajo el dominio de ETA-Batasuna, se denomina «Eusko Gudarien» (Soldados Vascos). Si se tiene en cuenta que la denominada «izquierda abertzale» considera a los pistoleros de ETA como «gudaris», la sospecha está más que justificada, como en el caso del municipio de Alegría, en la Guipúzcoa profunda, donde una de sus calles toma el nombre de «Txikia», el mismo con el que asignó ETA al «comando» que asesinó al almirante Luis Carrero.

Pero los símbolos etarras también se extienden a determinadas zonas de Navarra. En Echarri-Aranaz, feudo de Batasuna, un monumento recuerda a varios pistoleros de ETA muertos en un enfrentamiento con la Guardia Civil.

 

Calle «Telesforo Monzón»

Además, numerosos municipios del País Vasco, entre ellos Bilbao, dedican una de sus calles o plazas a Sabino Arana, cuya doctrina xenófoba, racista y excluyente sirvió después de inspiración a ETA. Hace años, el Ayuntamiento de Bilbao vivió momentos más que tensos cuando se votó denominar a una de sus calles con el nombre de Telesforo Monzón, el ex dirigente, primero del PNV, después de ANV, que arengó a los vascos a declarar la guerra a España y enalteció, hasta el final de su vida, a los «gudaris» de ETA.


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