Vuelve a Oviedo en
situación de disponible, con sueldo reducido al 80%. Una vez
más se entrega a los estudios históricos y económicos,
hasta que es nombrado jefe de la Brigada de Infantería de
guarnición en La Coruña y gobernador militar de la ciudad.
En este destino, el presidente del Consejo de Ministros de la
República, Manuel Azaña, visita La Coruña, mostrando gran
interés en posar ante los fotógrafos con Franco. El 10 de
agosto de 1932, cuando el frustrado levantamiento militar
pro-monárquico del general Sanjurjo, por entonces director
general de la Guardia Civil, Azaña, sobresaltado, pregunta:
“¿Dónde está Franco?”. Millán Astray diría: “Franco
no quiere intervenir en la política nacional ni ha pensado
nunca sublevarse el 10 de agosto, pero yo sé que lo haría si
viese que el Gobierno de la República disuelve la Guardia
Civil o que llega la hora del comunismo. Ese día, sólo, con
muchos o con pocos, se echará al campo”.
El 16 de marzo de
1933 es nombrado jefe de la Comandancia General de Baleares.
Durante su año y medio en Palma de Mallorca se dedica de
lleno a recorrer la isla y estudiar un plan de defensa de la
misma, que es aceptado por el ministro de la Guerra, Diego
Hidalgo Durán, el cual quedó impresionado por la altura
profesional de Franco. El 23 de marzo de 1934 es ascendido a
general de División, llegando así a la cumbre de su carrera
militar. Tiene 41 años. En septiembre de 1934, Diego Hidalgo
Durán invitó a Franco, como asesor personal suyo, a unas
maniobras militares celebradas en los montes de León.
ARRIBA
El 5 de octubre de
1934 se declara la huelga general revolucionaria en Madrid. El día
6, la angustia se extiende a toda España. En Barcelona,
Companys proclama el Estat Català, siendo sofocada la rebelión
separatista por el general Batet. En Asturias los socialistas se
sublevan, estallando la revolución. El ministro de la Guerra,
Diego Hidalgo Durán no vacila a la hora de buscar al hombre que
puede salvar la situación: Francisco Franco. Cuando éste llega
al Ministerio de la Guerra, Diego Hidalgo, exclama: “Le
esperaba con verdadera impaciencia. He mandado a varios
emisarios en su busca ... Le necesito”. Franco lee los
telegramas que se reciben de toda España y ve que en Asturias
la situación es preocupante. Entre Oviedo y Gijón apenas puede
reunir una guarnición de 1.700 hombres, frente a 20.000 o
30.000 mineros, la mayoría armados. Franco estudia la situación
y decide que el Ejército de África tiene que ser llevado a
Asturias. El Gobierno da su aprobación.
El ministro le cedió
su propio despacho y así desde el palacio de Buenavista, Franco
dirigió la batalla contra la revolución asturiana. Se pone en
contacto con el crucero “Libertad”, que bombardea las
posiciones de los revolucionarios. Simultáneamente dispone
medidas militares en Madrid, como la ocupación de los edificios
más altos para contrarrestar a los “pacos”. El día 12 de
octubre de 1934, el Tercio y los Regulares desembarcan en Gijón.
Se inicia el avance, que resulta verdaderamente penoso. La
revolución es dominada a un alto precio de muertes, incendios y
sufrimientos, pero Franco vence, tras duros combates.
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El
general de división, D. Francisco Franco
Bahamonde, nombrado por el Gobierno jefe
superior de las fuerzas militares de
Marruecos, 1935. |
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El 14 de febrero de
1935, Franco es nombrado Jefe de las fuerzas militares en África.
En el mes de mayo, Gil Robles, jefe de la CEDA (Confederación
Española de Derechas Autónomas), es nombrado ministro de la
Guerra. Reúne a los generales Franco, Goded, Gómez Morato,
Riquelme, Núñez de Prado, Rodríguez del Barrio, Cabanellas,
Villabrille, Peña y otros. Tras la reunión se llega a la
siguiente conclusión: el Ejército está deshecho. El 17 de
mayo nombra sus colaboradores: jefe del Estado Mayor Central a
Franco, subsecretario al general Fanjul y jefe de Aeronáutica
al general Goded.
Las líneas
generales que Franco acomete para la reorganización del Ejército
se resumen así: restablecimiento de los tribunales de honor,
separación del mando a Miaja, Mangada, Villalba, Sarabia,
Camacho, Riquelme, Hidalgo de Cisneros y otros; restablecimiento
del coronel Monasterio, del general Mola, que es nombrado jefe
del Ejército de Marruecos. Se estudia la normalización de los
sueldos y se redacta un proyecto de cooperativas militares. Se
organiza el servicio de información reservado. Es proyectada la
adquisición de patentes de aviones de caza y bombardeo, y se
prepara la fabricación de cien cañones, así como el reajuste
de piezas y cañones antiaéreos. |
Los soldados son provistos de
casco de acero; se aumenta la fabricación de cartuchos con
vistas a llegar a los 800.000 diarios y se estudia la
posibilidad de fabricar gases para la guerra química. Se
refuerzan las guarniciones de Cartagena y Baleares. Toda esta
labor se lleva a cabo en seis meses, al mismo tiempo que se
redacta un proyecto de rearme en tres años y un plan completo
de defensa nacional, redactados por el Estado Mayor Central que
preside Franco. Para ello se destinará la cifra, altísima para
aquellos tiempos, de 1.100 millones de pesetas. Pero el 19 de
diciembre se declara la crisis y Gil Robles sale del Ministerio.
Todo el ambicioso proyecto quedaría en simples ilusiones.
Franco abandona el Estado Mayor Central.
ARRIBA
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Francisco
Franco, 1936. |
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El 16 de febrero de
1936 hay elecciones generales. Antes de que sean anunciados los
resultados, se producen manifestaciones en Madrid y otras
capitales, con algunos desórdenes. Franco advierte al general
Pozas, director general de la Guardia Civil, pero es inútil.
Acude al ministro de la Guerra, general Nicolás Molero Lobo, a
quien pide que lleve al Consejo de Ministros la declaración del
estado de guerra. Molero accede y el Gobierno lo acuerda. Pero
el presidente, Niceto Alcalá Zamora, veta la decisión. Franco
acude al presidente del Consejo, Manuel Portela Valladares, y le
insiste en la necesidad de declarar el estado de guerra. Portela
vacila. No toma decisión alguna, porque considera que el
resultado de las elecciones debe permitir que otra persona ocupe
la jefatura del Gobierno y tome las medidas que crea
conveniente. |
Poco después,
Manuel Azaña Díaz es nombrado presidente del Consejo. Franco
es alejado de la Península y para ello se le nombra jefe de la
Comandancia General de Canarias, el 28 de febrero de 1936.
Cuando Franco se despide de Alcalá Zamora, le advierte sobre
los peligros del comunismo. Alcalá Zamora le responde: ”En
España no habrá comunismo”. Franco le contesta: “De lo que
estoy seguro y puedo responder es que, cualesquiera que sean las
contingencias que se produzcan aquí, donde yo esté no habrá
comunismo”. Y a Azaña, jefe del Gobierno, le dice antes de
partir para su confinamiento: “Hacen mal en alejarme, porque
yo en Madrid podría ser más útil al Ejército y a la
tranquilidad de España”. “No temo a las sublevaciones”,
espeta Azaña.
Hasta junio de 1936,
Franco sigue creyendo que la República recurrirá al Ejército
para restablecer el orden. Asesinatos, atentados, incendios de
iglesias y centros políticos, asaltos a domicilios,
represalias, huelgas políticas, están al orden del día.
Con
su mujer y su hija, Franco llega a Cádiz, donde acaban de
incendiar numerosas iglesias y conventos los llamados
“incontrolados”. Embarcan hacia Canarias y en el puerto le
reciben grupos hostiles que cambian de actitud ante su impasible
sonrisa y serenidad. Se instala en la Comandancia de Santa Cruz
de Tenerife.
ARRIBA
Durante la II República,
las conspiraciones fueron casi continuas, siendo las más claras
la del 10 de agosto de 1932 con la sublevación del general
Sanjurjo en Sevilla, con reflejos en Madrid. La movilización
militar de los carlistas a cargo del coronel Varela en 1933. En
el año 1934 visitan a Benito Mussolini el político monárquico
Goicoechea y el general Barrera, obteniendo la promesa del jefe
del fascismo italiano de millón y medio de pesetas y de cierta
cantidad de material de guerra.
Franco no participó
en ninguna conspiración porque no iba con su manera de ser. En
1923, cuando se produjo el golpe militar del general Primo de
Rivera, él estuvo completamente al margen, porque estaba
entregado a la campaña de Marruecos. En vísperas de abandonar
Franco la Península, para hacerse cargo de la Comandancia
Militar de Canarias, unos jefes del Ejército se reunieron en
Madrid en la casa de un agente de Bolsa. Allí estaban los
generales Mola, Rodríguez del Barrio, Fanjul, Goded, Valera,
Orgaz y el coronel Galarza. Franco solamente escucha sus
opiniones y se despide de ellos. Los reunidos se han mostrado de
acuerdo en varios puntos: se opondrán a la entrega del poder a
un jefe de Gobierno que fuera marxista y a un estallido de
anarquía. El Movimiento sería eminentemente militar, aunque se
aceptase la colaboración de cualquier paisano que no fuera
marxista. Como figura máxima surgió el nombre del general
Sanjurjo, residente en Portugal, y como lema, el “Orden, paz,
justicia”.
Por las mismas
fechas, el diputado de la CEDA, Ramón Serrano Suñer, cuñado
de Franco, presentó a éste en su casa a José Antonio Primo de
Rivera. Cuando se trató del porvenir inmediato y de las
perspectivas de violencia, Franco aconsejó a José Antonio que
estuviera en contacto con el teniente coronel Yagüe.
ARRIBA
Instalado en Canarias, Franco sigue al día
los acontecimientos que se producen en la Península. El 16 de
junio de 1936 tiene lugar una de las sesiones parlamentarias más
dramáticas de toda la historia de España. Gil Robles, jefe de
la CEDA, denuncia los hechos acaecidos desde el 16 de febrero al
15 de junio: incendios de iglesias, atracos,
huelgas generales, periódicos destruidos, bombas,
muertos y heridos, asaltos, incautaciones, etc. En la misma sesión
habla José Calvo Sotelo, teniendo un violento incidente con el
presidente del Gobierno, Santiago Casares Quiroga, siendo objeto
de insultos y de amenazas por parte de algunos diputados
izquierdistas y por el propio presidente.
ARRIBA
El 23 de junio de 1936, Franco
escribe
una carta al presidente del Gobierno y ministro de la Guerra,
Santiago Casares Quiroga, para denunciar lo que se está
haciendo con el Ejército. Un párrafo decía:
«Aquel movimiento de indisciplina
colectivo de 1917, motivado, en gran parte, por el favoritismo
y arbitrariedad en la cuestión de destinos, fue producido en
condiciones semejantes, aunque en peor grado que las que hoy
se sienten en los Cuerpos del Ejército. No le oculto a V.E.
el peligro que encierra este estado de conciencia colectivo en
los momentos presentes, en que se unen las inquietudes
profesionales con aquellas otras de todo buen español ante
los graves problemas de la Patria».
Esta carta fue considerada como una última
apelación al Gobierno para que impusiese disciplina desde la
legalidad. Y era una advertencia clara, que nadie se había
atrevido a formular al Gobierno. Pero Casares Quiroga dejó sin
respuesta la carta de
Franco.
ARRIBA
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El
13 de julio de 1936 se produce el asesinato de Calvo Sotelo.
Tras practicar un simulacro de registro en el piso de Calvo
Sotelo, fue detenido con el propósito de declarar en la Dirección
General de Seguridad. Una vez en la camioneta número 17 de la
Guardia de Asalto, al mando del capitán de la Guardia Civil,
Fernando Condés Romero, fue asesinado. La conmoción en España
es indescriptible. |
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