Biografía de Francisco Franco, (2ª parte).
Franco bajo la República.
Por Eduardo Palomar Baró. 17/04/2006.
Vuelve
a Oviedo en situación de disponible, con sueldo reducido al 80%. Una vez más
se entrega a los estudios históricos y económicos, hasta que es nombrado jefe
de la Brigada de Infantería de guarnición en La Coruña y gobernador militar
de la ciudad. En este destino, el presidente del Consejo de Ministros de la República,
Manuel Azaña, visita La Coruña, mostrando gran interés en posar ante los fotógrafos
con Franco. El 10 de agosto de 1932, cuando el frustrado levantamiento militar
pro-monárquico del general Sanjurjo, por entonces director general de la
Guardia Civil, Azaña, sobresaltado, pregunta: “¿Dónde está Franco?”.
Millán Astray diría: “Franco no quiere intervenir en la política nacional
ni ha pensado nunca sublevarse el 10 de agosto, pero yo sé que lo haría si
viese que el Gobierno de la República disuelve la Guardia Civil o que llega la
hora del comunismo. Ese día, sólo, con muchos o con pocos, se echará al
campo”.
El
16 de marzo de 1933 es nombrado jefe de la Comandancia General de Baleares.
Durante su año y medio en Palma de Mallorca se dedica de lleno a recorrer la
isla y estudiar un plan de defensa de la misma, que es aceptado por el ministro
de la Guerra, Diego Hidalgo Durán, el cual quedó impresionado por la altura
profesional de Franco. El 23 de marzo de 1934 es ascendido a general de División,
llegando así a la cumbre de su carrera militar. Tiene 41 años. En septiembre
de 1934, Diego Hidalgo Durán invitó a Franco, como asesor personal suyo, a
unas maniobras militares celebradas en los montes de León.
La
revolución de Asturias
El
5 de octubre de 1934 se declara la huelga general revolucionaria en Madrid. El día
6, la angustia se extiende a toda
España. En Barcelona, Companys proclama el Estat Català, siendo sofocada la
rebelión separatista por el general Batet. En Asturias los socialistas se
sublevan, estallando la revolución. El ministro de la Guerra, Diego Hidalgo Durán
no vacila a la hora de buscar al hombre que puede salvar la situación:
Francisco Franco. Cuando éste llega al Ministerio de la Guerra, Diego Hidalgo,
exclama: “Le esperaba con verdadera impaciencia. He mandado a varios emisarios
en su busca...Le necesito”. Franco lee los telegramas que se reciben de toda
España y ve que en Asturias la situación es preocupante. Entre Oviedo y Gijón
apenas puede reunir una guarnición de 1.700 hombres, frente a 20.000 o 30.000
mineros, la mayoría armados. Franco estudia la situación y decide que el Ejército
de África tiene que ser llevado a Asturias. El Gobierno da su aprobación. El
ministro le cedió su propio despacho y así desde el palacio de Buenavista,
Franco dirigió la batalla contra la revolución asturiana. Se pone en contacto
con el crucero “Libertad”, que bombardea las posiciones de los
revolucionarios. Simultáneamente dispone medidas militares en Madrid, como la
ocupación de los edificios más altos para contrarrestar a los “pacos”. El
día 12 de octubre de 1934, el Tercio y los Regulares desembarcan en Gijón. Se
inicia el avance, que resulta verdaderamente penoso. La revolución es dominada
a un alto precio de muertes, incendios y sufrimientos, pero Franco vence, tras
duros combates.
El
14 de febrero de 1935, Franco es nombrado Jefe de las fuerzas militares en África.
En el mes de mayo, Gil Robles, jefe de la CEDA (Confederación Española de
Derechas Autónomas), es nombrado ministro de la Guerra. Reúne a los generales
Franco, Goded, Gómez Morato, Riquelme, Núñez de Prado, Rodríguez del Barrio,
Cabanellas, Villabrille, Peña y otros. Tras la reunión se llega a la siguiente
conclusión: el Ejército está deshecho. El 17 de mayo nombra sus
colaboradores: jefe del Estado Mayor Central a Franco, subsecretario al general
Fanjul y jefe de Aeronáutica al general Goded.
Las
líneas generales que Franco acomete para la reorganización del Ejército se
resumen así: restablecimiento de los tribunales de honor, separación del mando
a Miaja, Mangada, Villalba, Sarabia, Camacho, Riquelme, Hidalgo de Cisneros y
otros; restablecimiento del coronel Monasterio, del general Mola, que es
nombrado jefe del Ejército de Marruecos. Se estudia la normalización de los
sueldos y se redacta un proyecto de cooperativas militares. Se organiza el
servicio de información reservado. Es proyectada la adquisición de patentes de
aviones de caza y bombardeo, y se prepara la fabricación de cien cañones, así
como el reajuste de piezas y cañones antiaéreos. Los soldados son provistos de
casco de acero; se aumenta la fabricación de cartuchos con vistas a llegar a
los 800.000 diarios y se estudia la posibilidad de fabricar gases para la guerra
química. Se refuerzan las guarniciones de Cartagena y Baleares. Toda esta labor
se lleva a cabo en seis meses, al mismo tiempo que se redacta un proyecto de
rearme en tres años y un plan completo de defensa nacional, redactados por el
Estado Mayor Central que preside Franco. Para ello se destinará la cifra, altísima
para aquellos tiempos, de 1.100 millones de pesetas. Pero el 19 de diciembre se
declara la crisis y Gil Robles sale del Ministerio. Todo el ambicioso proyecto
quedaría en simples ilusiones. Franco abandona el Estado Mayor Central.
Elecciones
generales
El
16 de febrero de 1936 hay elecciones generales. Antes de que sean anunciados los
resultados, se producen manifestaciones en Madrid y otras capitales, con algunos
desórdenes. Franco advierte al general Pozas, director general de la Guardia
Civil, pero es inútil. Acude al ministro de la Guerra, general Nicolás Molero
Lobo, a quien pide que lleve al Consejo de Ministros la declaración del estado
de guerra. Molero accede y el Gobierno lo acuerda. Pero el presidente, Niceto
Alcalá Zamora, veta la decisión. Franco acude al presidente del Consejo,
Manuel Portela Valladares, y le insiste en la necesidad de declarar el estado de
guerra. Portela vacila. No toma decisión alguna, porque considera que el
resultado de las elecciones debe permitir que otra persona ocupe la jefatura del
Gobierno y tome las medidas que crea conveniente.
Poco
después, Manuel Azaña Díaz es nombrado presidente del Consejo. Franco es
alejado de la Península y para ello se le nombra jefe de la Comandancia General
de Canarias, el 28 de febrero de 1936. Cuando Franco se despide de Alcalá
Zamora, le advierte sobre los peligros del comunismo. Alcalá Zamora le
responde: ”En España no habrá comunismo”. Franco le contesta: “De lo que
estoy seguro y puedo responder es que, cualesquiera que sean las contingencias
que se produzcan aquí, donde yo esté no habrá comunismo”. Y a Azaña, jefe
del Gobierno, le dice antes de partir para su confinamiento: “Hacen mal en
alejarme, porque yo en Madrid podría ser más útil al Ejército y a la
tranquilidad de España”. “No temo a las sublevaciones”, espeta Azaña.
Hasta
junio de 1936, Franco sigue creyendo que la República recurrirá al Ejército
para restablecer el orden. Asesinatos, atentados, incendios de iglesias y
centros políticos, asaltos a domicilios, represalias, huelgas políticas, están
al orden del día.
Con
su mujer y su hija, Franco llega a Cádiz, donde acaban de incendiar numerosas
iglesias y conventos los llamados “incontrolados”. Embarcan hacia Canarias y
en el puerto le reciben grupos hostiles que cambian de actitud ante su impasible
sonrisa y serenidad. Se instala en la Comandancia de Santa Cruz de Tenerife.
Preparativos
del Movimiento
Durante
la II República, las conspiraciones fueron casi continuas, siendo las más
claras la del 10 de agosto de 1932 con la sublevación del general Sanjurjo en
Sevilla, con reflejos en Madrid. La movilización militar de los carlistas a
cargo del coronel Varela en 1933. En el año 1934 visitan a Benito Mussolini el
político monárquico Goicoechea y el general Barrera, obteniendo la promesa del
jefe del fascismo italiano de millón y medio de pesetas y de cierta cantidad de
material de guerra.
Franco
no participó en ninguna conspiración porque no iba con su manera de ser. En
1923, cuando se produjo el golpe militar del general Primo de Rivera, él estuvo
completamente al margen, porque estaba entregado a la campaña de Marruecos. En
vísperas de abandonar Franco la Península, para hacerse cargo de la
Comandancia Militar de Canarias, unos jefes del Ejército se reunieron en Madrid
en la casa de un agente de Bolsa. Allí estaban los generales Mola, Rodríguez
del Barrio, Fanjul, Goded, Valera, Orgaz y el coronel Galarza. Franco solamente
escucha sus opiniones y se despide de ellos. Los reunidos se han mostrado de
acuerdo en varios puntos: se opondrán a la entrega del poder a un jefe de
Gobierno que fuera marxista y a un estallido de anarquía. El Movimiento sería
eminentemente militar, aunque se aceptase la colaboración de cualquier paisano
que no fuera marxista. Como figura máxima surgió el nombre del general
Sanjurjo, residente en Portugal, y como lema, el “Orden, paz, justicia”.
Por
las mismas fechas, el diputado de la CEDA, Ramón Serrano Suñer, cuñado de
Franco, presentó a éste en su casa a José Antonio Primo de Rivera. Cuando se
trató del porvenir inmediato y de las perspectivas de violencia, Franco aconsejó
a José Antonio que estuviera en contacto con el teniente coronel Yagüe.
Borrascosa
sesión de las Cortes del 16 de junio de 1936
Instalado
en Canarias, Franco sigue al día los acontecimientos que se producen en la Península.
El 16 de junio de 1936 tiene lugar una de las sesiones parlamentarias más dramáticas
de toda la historia de España. Gil Robles, jefe de la CEDA, denuncia los hechos
acaecidos desde el 16 de febrero al 15 de junio: incendios de iglesias, atracos,
huelgas generales, periódicos destruidos, bombas, muertos y heridos,
asaltos, incautaciones, etc. En la misma sesión habla José Calvo Sotelo,
teniendo un violento incidente con el presidente del Gobierno, Santiago Casares
Quiroga, siendo objeto de insultos y de amenazas por parte de algunos diputados
izquierdistas y por el propio presidente.
Carta
de Franco a Casares Quiroga
El
23 de junio de 1936, Franco escribe una carta al presidente del Gobierno y
ministro de la Guerra, Santiago Casares Quiroga, para denunciar lo que se está
haciendo con el Ejército. Un párrafo decía: ”Aquel movimiento de
indisciplina colectivo de 1917, motivado, en gran parte, por el favoritismo y
arbitrariedad en la cuestión de destinos, fue producido en condiciones
semejantes, aunque en peor grado que las que hoy se sienten en los Cuerpos del
Ejército. No le oculto a V.E. el peligro que encierra este estado de conciencia
colectivo en los momentos presentes, en que se unen las inquietudes
profesionales con aquellas otras de todo buen español ante los graves problemas
de la Patria”. Esta carta fue considerada como una última apelación al
Gobierno para que impusiese disciplina desde la legalidad. Y era una advertencia
clara, que nadie se había atrevido a formular al Gobierno. Pero Casares Quiroga
dejó sin respuesta la carta de Franco.
El
asesinato de Calvo Sotelo
El 13 de julio de 1936 se produce el asesinato de Calvo Sotelo. Tras practicar un simulacro de registro en el piso de Calvo Sotelo, fue detenido con el propósito de declarar en la Dirección General de Seguridad. Una vez en la camioneta número 17 de la Guardia de Asalto, al mando del capitán de la Guardia Civil, Fernando Condés Romero, fue asesinado. La conmoción en España es indescriptible.
Biografía extraída de: http://www.generalisimofranco.com