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Actualizada: 02 de Febrero de 2.008.  

 
 
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 Los tres momentos claves de Transición.


- « una razón de Estado » -


Por Pablo Gasco de la Rocha.


Dando cumplida respuesta a la petición que desde "La Tercera" de ABC hacía don Antonio Fontán (16/10/07), ex presidente del Senado, sobre lo oportuno de repasar alguna página de la historia contemporánea que recordase el consenso de políticos y partidos que hizo posible el Estado democrático que luego se aprobó en el referéndum del 78, surge este artículo sobre aquella época de España, tan lejana y cercana a la vez.

Y cuando algunos se prestan bobaliconamente o por interés a celebrar el treinta aniversario de la Constitución, que confirmó un cambio de Régimen a través de una simple proposición de "reforma", Ley para la Reforma Política, de 4 de enero de 1977, lo primero que convendría decir, es que aquel cambio fue cuanto menos irregular, como han confirmado la mayoría de los constitucionalistas, que lo califican de singular y heterodoxo. Singular, por cuanto se produce dentro de la legalidad formal existente; y heterodoxo, por no ajustarse a los cánones tradicionales de la dogmática constitucional en cuanto a requisitos y formas. De ahí la necesidad del consenso, y de un consenso entreguista.

Sin embargo, por encima de esa "hospitalidad" constitucional con todos, incluso con los enemigos de la Nación, a los que se dio cabida en sus pretensiones independentistas, convendría que prestáramos atención especial a tres sucesos que concatenados entre sí hicieron posible la involución, y posterior gestación y alumbramiento del feto al que damos en llamar Carta Magna o Ley de leyes. Cuya viabilidad al día de hoy está aún por decidir, pues, aquejada de gravísimas enfermedades y con diferentes achaques, preferentemente en lo que respecta a la unidad de la Nación, a tenor de la organización territorial del poder reflejada en su Título VIII, a duras penas se sostiene en pie con malas curanderías, vendas sucias y emplastos.

Aunque nada de esto se explicaría, sino subrayásemos tres cuestiones fundamentales que como apunte tangencial nos servirán para entender el tema que nos ocupa:

1ª Franco murió en su cama, rodeado del cariño y del respeto de la inmensa mayoría de los españoles.

2ª La Transición se hizo en la calle, sin guión, sin proyecto predefinido y sin otro plan de futuro que el de avanzar para ver lo que ocurría.

3ª España ha ido cambiando en un continuo sobresalto, donde la reflexión ha ido avanzando al mismo tiempo que los hechos subversivos.

Ha llegado la hora, el Caudillo se muere..., "ya no se puede esperar más"

El 20 de diciembre de 1973 el Presidente del Gobierno español, almirante don Luis Carrero Blanco, cae mortalmente herido como consecuencia de una atentado terrorista perpetrado por miembros de ETA.  

Su vehículo, un doge dart blindado, vuela literalmente por los aires traspasando la fachada de la iglesia de los P.P. Jesuitas de la calle Claudio Coello de Madrid, hasta caer echó un amasijo de hierros humeantes en la azotea interior de la residencia religiosa. El almirante, el chofer y su escolta están literalmente destrozados. Sin embargo, y pese a lo dramático de la escena, un dato no-pasa desapercibido, la luz intermitente del piloto "derecho" sigue encendida y funcionando.

Pese a que ETA reivindicó el atentado, alegando que la acción se debía no sólo a las actitudes "represivas" de la víctima, sino al hecho de que era quien garantizaría la estabilidad y continuidad del régimen franquista a la muerte del Franco, a la rabia de los primeros días le sucedió un murmullo sobre las evidencias de bulto que apuntaban a lo más sórdido.

En primer lugar, que el comando ejecutor hubiera estado en todo momento vigilado, como luego se supo, y paseándose con total impunidad de movimientos por un Madrid peinado por la famosa Brigada Central de Información. En segundo lugar, lo "insólito" de comprender, y sobre todo de admitir, cómo se habían podido llevar a cabo los preparativos para el atentado, que incluían la excavación de una galería de varios metros bajo el suelo y el manejo de una más que considerable cantidad de explosivos, todo ello a escasos metros de la embajada de los Estados Unidos y de varios edificios oficiales de la capital. En tercer lugar, que no consta, porque efectivamente no se hizo, ninguna inspección por parte de la Policía Municipal respecto del permiso de obras pertinente que tuvieron que pedir los terroristas para trabajar en el sótano alquilado, y de la misma forma, que no se tomasen medidas respecto a las quejas que los vecinos habían manifestado sobre el ruido que sé hacia en el sótano. Y en cuarto lugar, lo sospechoso de admitir que el marido de la portera de la finca, un policía nacional, no se percatase de lo que estaba sucediendo puerta con puerta de su casa.

Hoy nadie medianamente informado pone en tela de juicio, porque materialmente no se puede, que el asesinato de Carrero Blanco, el hombre que se encargaría de la estabilidad de España a la muerte del Caudillo, contó con el visto bueno de sectores del Régimen, poco interesados en la perpetuación del "franquismo", así como con la participación de la CIA, pues el sofisticado y potente explosivo accionado mediante un sensor de calor, algo insólito para la época, que acabó con la vida del Presidente Carrero, provenía de una base militar de los Estados Unidos, y era prácticamente imposible de obtener fuera del ejército norteamericano.

De ahí que, la muerte de Carrero supusiera una corrección de rumbo para asegurar que la Transición no se desviase de los planes trazados. Complot que terminaría por conocer Franco, que nombra a Carlos Arias Navarro, el responsable nominal de la muerte del Almirante, presidente del Gobierno y, sobre todo, aquella frase enigmática del propio Caudillo a todos los españoles: "No hay mal que por bien no venga". Pues Franco, visto lo visto, y próximo a morir, creía que con tal designación se apaciguaban los ánimos de los "aperturistas" y no se inquietaba a los "leales", ya que, al fin y al cabo, Arias era un hombre del Régimen.

En resumen. Ciertamente que fue ETA la autora material del magnicidio que acabó con la vida del almirante don Luis Carrero Blanco, y hasta el punto lo fue, que años más tarde los "compañeros" del Almirante vengaron la "acción" eliminando a todos los miembros del comando terrorista, pero lo fue en compañía de "otros"; de esos otros que también participarán en los dos siguientes sucesos, acontecimientos o tiempos que se necesitaron para ejecutar el cambio en España.

Objetivo: "legalización del PCE"

Pese a que Santiago Carrillo había empeñado su palabra de renunciar a la revolución marxista que suponía entre otras cosas, reconocer al monarca que puso Franco (Juan Carlos dos veces consecutivas Borbón) y acatar el nuevo orden constitucional con bandera incluida, la legalización del PCE sé hacia poco menos que imposible desde todo punto de vista, no siendo el de menor importancia el jurídico.

Ante tal imposibilidad, y siendo las autoridades conscientes no sólo del efecto que pudiera tener el llamado "ejército durmiente" que el PCE siempre tuvo en la sombra, los GRAPO, con miembros operativos incluso en el Ejército y, sobre todo, en la Guardia Civil, sino la reacción que sus posibles acciones pudieran despertar en los llamados "tontos útiles", se produce la matanza de Atocha. Un suceso a fecha de hoy no esclarecido y del que nadie quiere hablar.

Una matanza absolutamente incomprensible y desproporcionada desde todo punto de vista, tanto si tenemos en cuenta el objetivo, unos simples abogados laboralistas, como las características de quienes ejecutaron la acción, un adolescente, que apenas había alcanzado unos días antes la mayoría de edad, y un hombre algo mayor, separado de su mujer, con deudas que afrontar y una vida desordenada.

¿Incitó, cooperó, manejó alguien los hilos para que aquel 24 de enero de 1977 se produjera una matanza que sirviera para el logro de algún fin, pongamos por caso, la legalización del PCE?

Es posible que nunca sepamos los nombres de los autores intelectuales de aquella "operación", pero a nadie se le escapa que hubo una trama para que tal matanza produjese los efectos que causó.

A día de hoy los comunistas siguen celebrando aquella matanza que ya ha cumplido su treinta aniversario, y aunque por razones obvias ya no pueda seguir denominándose "matanza de Amocha", no por ello deja de estar sumida en un profundo secreto del que nadie quiere hablar. Pues, como ha reconocido uno de los supervivientes: "Tengo miedo. Aquello es un asunto muy sucio que es mejor cubrir con un tupido velo"... Sin duda que con el tupido velo del misterio que envuelve toda la Transición.

Día D hora H: "neutralizar el Ejército de Franco"

Desde mediados de 1980 la escalada de la tensión en la vida política española se hizo insostenible, lo que sin duda ponía en muy serio peligro la "obra" por la que se estaba apostando.

Y en el desarrollo de los sucesos que crean tal situación, no sólo tiene que ver la escalada del terrorismo marxista, fundamentalmente de ETA, que desde la muerte de Franco había incrementado sus acciones espectacularmente, pese a los indultos y amnistías que la izquierda le había sacado al Gobierno de la UCD, sino a la acción revolucionaria del llamado "nacionalismo democrático" por cuanto sus reclamaciones y su amparo al terrorismo jugaban en contra de la unidad y la paz de la Nación. Y todo ello, en el contexto del comportamiento de la izquierda, que dando un giro de tuerca a la situación se reservaba, al menos implícitamente, el derecho de arrogarse a la acción revolucionaria: "Al cabo de los meses, los obreros, los campesinos y las amas de casa se dan cuenta de que, pese a todas las frases tranquilizadoras, el cambio es insuficiente", dirá un Carrillo aupado en la osadía, respecto a un régimen que no sólo no le pedía cuentas por sus horribles matanzas, sino que le había concedido status de "persona grata".

Por si fuera poca la gravedad de la situación, dos aspectos desestabilizadores venían a sumarse a la marcha de los acontecimientos, las luchas internas dentro de la propia UCD, el partido que apoyaba y sostenía al Gobierno, y la acción torpedeadora del PSOE a todo lo que tuviera que ver con medidas estabilizadoras, porque consciente de la debilidad del Gobierno se prestaba a gobernar solo o en coalición.

Es natural, pues, que ante aquella situación, verdaderamente pre-revolucionaria, los militares mostrasen un descontento creciente que apenas podía frenar el general Gutiérrez Mellado, Ministro de Defensa del Gobierno. Y que, lo que se vino en llamar el "ruido de sables", las intentonas por resolver la situación, estuviesen en el ánimo tanto de los que vestían uniforme como de los que no.

Pero tres hechos van actuar como la gota que desborda el vaso de la paciencia. En primer lugar, el "caso Arregui": José Ignacio Arregui era un terrorista convicto de ETA que falleció en el hospital penitenciario de Carabanchel, tras ser detenido por la Brigada Regional de Información. Fueran o no ciertas las palizas que le provocaron la muerte, lo cierto, es que el fallecimiento de este asesino provocó toda una algarada en el patio de la izquierda (PSOE y PCE), en el PNV e incluso entre la jerarquía de la Iglesia Católica vasca, donde sus jefes filas, Larrea y Uriarte, hicieron público un comunicado a favor de la libertad de los presos de ETA, a los que denominaban "patriotas vascos". En segundo lugar, el "abucheo al Rey en la Casa de Juntas de Guernica": en la visita que el monarca realizó a Vascongadas a principios de febrero. Y en tercer lugar, una serie de artículos firmados por un denominado colectivo "Almendros": publicados en el diario El Alcázar.

En este contexto, pues, se organiza, con un considerable apoyo por parte de todas las fuerzas políticas, una operación de rectificación, un "Golpe de timón" en expresión de su mentor, el honorable Tarradellas. Una operación que, "sin salirse de la Constitución", instaurase un gobierno de "concentración nacional" en defensa del orden constitucional, presidido por un militar...

Pero para tal operación, para la que se sondeó a Estados Unidos, cuyo presidente Ronald Reagan vio con buenos ojos una intervención de "este tipo", eran necesarias dos cuestiones previas. En primer lugar, que Suárez no dimitiera, lo que, sin embargo, hizo. Y en segundo lugar, el nombramiento de Alfonso Armada como segundo jefe de Estado Mayor del Ejército, que oportunamente es nombrado por Su Majestad el Rey.

"¡Un Gobierno presidido por un militar!.. ¿Quién será ese general? El que la va a armar" (se preguntaba unos días antes el periódico El Alcázar)

¿Qué fue entonces lo que ocurrió aquella tarde del 23 de febrero de 1981 si "todos" estaban de acuerdo?... Acaso fue qué los políticos decidieron esperar un poco más por ver lo que podía hacerse con un Gobierno presidido por Calvo Sotelo.

Lo que ocurrió fue, que una vez dimitió Suárez, los políticos "conjurados" decidieron que los militares siguieran con la "operación", para cuyo fin se les brindaron todas las facilidades a través del CESID, que en todo momento controlo la "situación", conociendo puntualmente todos los preparativos y facilitando su puesta "en marcha". Por eso, antes de que Tejero y sus hombres tomasen el Congreso, una veintena de agentes del servicio secreto de la Guardia Civil vestidos de paisano, a cuyo mando iba un teniente del servicio de información que obedecía órdenes "dictadas" por el coronel Cassinello -el jefe de los espías- peinaron la zona de dificultades y advirtieron a la seguridad interior del Congreso. De esta forma la operación se presentaría como un golpe de Estado contra la Democracia que entre todos "nos estábamos dándonos". Lo que incidiría de forma determinante en el descabezamiento del Ejército, que por aquel entonces todavía era el de Franco.

De ahí, que lo que ocurre después sea absolutamente incomprensible, y en primer lugar para sus más directos protagonistas. Para Tejero, que no entiende nada, y que al final "atrincherado" intenta su propio golpe de Estado, el de "los espontáneos": Un golpe romántico y patriótico que nos hubiese conducido a una situación de impasse. Y para Armada, un militar culto, monárquico, constitucionalista y de probada fidelidad al mando, que veía fracasar "su solución", por cuanto en todo momento actúa consciente de la situación de máxima gravedad que por aquellas fechas de finales de 1980 y principios de 1981 se cernía sobre la convivencia de la vida nacional, intentando solucionarla para bien del Rey, de España y de la democracia, adelantándose a los intentos de golpe de Estado, consciente de la gravedad que al menos uno de ellos encerraba, el de "los Coroneles", previsto y proyectado para la primavera de ese año, justo "cuando florecieran los almendros". Y tal solución, la "Solución Armada", sobre dos premisas: la frase, que el general pone en boca de SM la reina, "Alfonso, sólo tú nos puedes salvar" y un lema escrito en una piedra milenaria, "Prosigue".

En resumen. Cierto es que fueron Armada, Tejero, Miláns del Bosch y todos los de la "foto" los que protagonizaron el suceso del 23 de Febrero, pero en aquella Operación también estaban "otros", sin cuya colaboración y asistencia no se hubiese producido, al menos de la forma que se produjo.

Por eso, analizada la Transición de este modo, sorprende que al día de hoy se puedan seguir sosteniendo afirmaciones como las hizo Pedro González Trevijano en La Gaceta (1 y 2 de diciembre de 2007): 

"Aquella bendita etapa que supuso la superación de los antagonismos fratricidas de una Guerra Civil, con su labor de firme sutura de nuestros desencuentros atávicos y con el desmantelamiento de las inservibles estructuras del franquismo"

Afirmaciones que mienten sobre la realidad formal y objetiva de los hechos. Pues, la Transición, que fue el tiempo propicio que las fuerzas siniestras aprovecharon para llegar a la situación que hoy soportamos, se hace sobre una España en paz, en orden y en progreso; descansa sobre los cadáveres de miles de compatriotas nuestros asesinados por la acción criminal de las bandas marxistas (ETA, GRAPO y FRAP) y la droga que auspicio la izquierda con el marchamo intelectual de un sinvergüenza, Tierno Galván; el reconocimiento de la desmembración de España, y la degradación moral de la sociedad.


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© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.008. - España -

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