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Actualizada: 27 de Noviembre de 2.007.  

 
 
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  Sobre el 11-M.


 ¿Qué ha resuelto la sentencia?


Por Pablo Gasco de la Rocha. 


Las noticias se acumulan, y apenas se tiene tiempo de comentar todo lo que ocurre. Sin embargo, algo habrá que decir sobre el mayor atentado criminal de nuestra historia, el atentado islamista del 11 de Marzo de 2004, un asunto complejo y poco investigado. Entendible, y sólo en parte, por iniciados. De ahí que la teoría oficial haya resultado vencedora, pese a que ni despeja dudas ni aclara autorías ni explica motivaciones.    

No despeja dudas, porque los informes policiales en los que se basa la sentencia dicen lo mismo desde el primer momento del atentado, cuando ni siquiera se había iniciado la investigación. No aclara autorías, porque ni se han investigado las conexiones entre ETA y los islamistas, ni se han aclarado las autorías intelectuales, los instigadores del atentado. Y no se especifican motivaciones, porque no se habla de Afganistán, Irak o del hipotético e ilusorio territorio irredento de los moros como causa posible de la masacre.

Por no mencionar dos hechos de una gravedad suprema que siguen conformando en el imaginario de los que no "tragamos". El primero, que si a los islamistas que se suicidan se les atribuye la autoría del atentado, se debería haber hecho referencia a las motivaciones que expresaron en los vídeos de reivindicación. Y el segundo, y más grave, lo inexplicable que el atentado se cometiera por personas que en su mayoría estaban "controladas" por Garzón en su juzgado y bajo el seguimiento de las Fuerzas del Orden Público.  

De todas formas, la sentencia ha sido aceptada por todos como el resultado de la obra bien hecha por nuestros jueces y, en último instancia, por nuestro Estado de Derecho. Hasta el punto es así, que hasta se ha dicho que hemos vuelto a dar una lección al mundo... Pero ¿una lección de qué?

Pues una lección de autentico pasotismo, más allá de toda prudencia, pues ni siquiera tras el atentado hubo reacción, si quiera testimonial por parte de la ciudadanía hacia esa población hostil que en su mayoría se alegró o disculpó la masacre, los moros que nos invaden. Y en esto sin duda que sí hemos dado una lección al mundo. Pero una lección de cobardía. Una más.

Cuando termino de escribir este comentario sobre el 11-M se conoce la noticia de la muerte de un joven español, un adolescente, asesinado por otro joven español tras una pelea multitudinaria, pues, como viene siento habitual en todas las manifestaciones o concentraciones que convocan los grupos denominados de extrema derecha, un grupo de radicales, gamberros desarrapados y marginales acuden a boicotearlas.

Sin embargo, poco importa ya está reflexión, que sin duda debieran tener en cuenta las autoridades, pues estos que provocan son los mismos que en el norte de España realizan la llamada kale borroka o los que en Cataluña agraden a diputados del PP y queman fotos del Rey.  Los mismos, pese a que a estos les dirija un tal Ibarra.  

Pese a todo, una advertencia convendría también hacerse al hilo de esta juventud sin horizontes y expuesta a la marginalidad del fracaso escolar, alcoholizada y a la cabeza de Europa en consumo de drogas. Una juventud que tampoco lo tiene fácil en su realización laboral, cada vez más difícil como consecuencia de la invasión extranjera. Cuyas mafias, pandillas y grupos obnubilan a nuestros jóvenes de diferentes barrios de España.

Y lo más triste de todo, aparte de la perdida de esa vida humana que deja en la más absoluta desolación a una madre, a una abuela y a todos los españoles con sentimientos, es que por lo que se protestaba era precisamente por esa marginalidad a la que el Estado español condena a nuestra juventud. Una juventud buena y espontánea que no sabe calibrar ni distinguir el verdadero peligro. Aunque ahora nos salga el sinvergüenza del Ibarra, del "Movimiento contra la Intolerancia", ganándose el pan que se tendría que ganar picando en una mina, de cuyo pasado ya me gustaría saber más de lo que sabemos. Un falso y un provocador que abría que procesar por procedimiento de urgencia.


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