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Actualizada: 10 de Noviembre de 2.007.  

 
 
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 Dignísimo Padre Ángel.


Por don Ángel Garralda.


He leído con mucha pena tus declaraciones del 7 de noviembre en “El Comercio- La Voz de Avilés”, y también tu súplica de perdón, al día siguiente, que te dignifica. He leído también el consejo de “prudencia” de don Carlos Osoro que le faltó tiempo para salir en tu busca como buen pastor y llevarte al aprisco del perdón, meta de todo Mensajero de la Paz. Pero, en vista de que los periodistas aseguran que te disculpas, pero que no rectificas en tus críticas sin propósito de enmienda, permíteme salir al paso en tus diversos frentes contra la Iglesia.

Alabo tu dignísima obra “Mensajeros de la Paz” antes “Cruz de los Ángeles”; me uno a tu merecido homenaje expresado en el libro de Jesús Bastante; pero, perdona, no puedo soportar un instante, cuanto menos alabar, tu indigna crítica sin fundamento a nuestra Madre la Iglesia, ni tu pataleo sobre la sangre de los mártires, testigos de la fe, de nuestra bien llamada “Cruzada”

Si tú eres muy digno cuando haces campaña publicitaria sacando dinero para tu obra “Mensajeros de la Paz”, la Iglesia no es menos digna cuando hace campaña publicitaria, primero para construir el Seminario donde te formaste para el sacerdocio y, ahora, para aumentar el número de contribuyentes para obras tan dignas como puede ser la tuya, y más en estos tiempos de esta democracia, en la que todas las bofetadas de la masonería caen sobre el rostro de nuestra Madre la Iglesia.

Y porque la Iglesia recoge el dinero de los que voluntariamente se lo dan, no sólo tiene derecho a administrarlo sino el deber de publicar su buena administración para que crean en Ella, no los donantes sino los que no se fían de ella acusándola de poseer tesoros, ignorando sus verdaderos tesoros, los pobres y sus obras sociales.

Y si yendo, como buen filósofo, al problema de fondo de las malas relaciones entre Iglesia y Estado, opinas gratuitamente que “sólo hay un culpable: la propia Iglesia, porque no tiene interlocutores que sepan hablar”, supongo que no lo dirás por el actual Gobierno del Frente Popular quien quiere romper los Acuerdos Internacionales con la Santa Sede; no lo dirás porque Felipe González, siendo presidente, salió diciendo de su primera visita al Vaticano que el Papa, Juan Pablo II “no se mordía la lengua”; no lo dirás porque el mismo Felipe nombró como embajador en el Vaticano al ateo Puente Okea que pretendía lucirse ante el Pontífice con la mujer que era suya; no lo dirás porque el mismo Felipe no le abría la puerta al Cardenal Suquía, arzobispo de Madrid , cuando pretendía ser recibido en La Moncloa; no lo dirás porque el Vicepresidente de la CEE, Msr Sebastián, prefería que le sacaran cuatro muelas antes que aguantar dos horas de diálogo con Alfonso Guerra. 

Para colmo de males, tu argumento descansa en que “La Iglesia no puede estar siempre en posesión de la verdad”, deseando que el nuevo presidente de la CEE que resulte elegido, “tendrá que saber dialogar con el Gobierno” ¿También en materia de fe y costumbres? ¿Para ceder en la defensa de la vida de los que tienen derecho a nacer? ¿Para ceder disolviendo el matrimonio aunque Dios lo haya unido? ¿Para administrar los sacramentos a quienes viven como pecadores públicos? ¿Para dar categoría de matrimonio a la unión de homosexuales? ¿Para dar vía libre a la eutanasia contra los ancianos que estorban más de la cuenta?

Tu euforia progresista llega al límite de dividir los obispos españoles en cobardes y valientes, siendo estos “los que se atrevieron a excomulgar a Franco”. Que yo sepa, ninguno se atrevió a semejante disparate a su mayor bienhechor, porque fue Franco, no Tarancón, quien frenó a miembros de su Gobierno dispuestos a desterrar a Añoveros, obispo de Bilbao, por aquella infamante homilía de la que el mismo Tarancón dijo que no era tal ni cosa parecida.

Donde tu ignorancia culpable se demuestra es en tu afirmación de que la beatificación de los 498 mártires del 28 de Octubre en Roma es “inoportuna”, porque “esos mártires cayeron por venganza, no por Dios” ¡Vaya teólogo! que ignora hasta la definición de mártir, testigo de la fe, atribuyendo el título de mártir al minero que “muere en la mina por dar de comer a sus hijos”. Una cosa es cumplir con el deber hasta el heroísmo y otra muy distinta ser mártir.

¡¿Cómo que los 498 mártires beatificados en Roma “cayeron por venganza y no por Dios”?! ¡¿Cómo lo documentas contra el largo proceso diocesano para cada uno de los siervos de Dios, seguido del proceso en la Sagrada Congregación de los Santos en Roma que culmina en el dictamen minucioso de consultores teólogos y de una comisión de cardenales para declararlos mártires por odio a la fe y muchos perdonando como Cristo a sus enemigos?! ¿¡Cómo, repito, se te calienta la boca para borrar su mérito de mártires diciendo que cayeron por venganza, no por Dios? ¡¿Cómo te atreves a pisar así la sangre de los mártires que es la sangre de Cristo de nuevo crucificado?!

El Cura de tu pueblo La Rebollada de Mieres, don Luciano Fernández no fue asesinado por venganza sino por odio a la fe en Octubre de 1934, tres años antes de nacer tú. Pregúntaselo a un tal “Casas” que lo asesinó, quien a las preguntas de don Luciano ¿”qué mal te hice yo?, ¿no recuerdas cuando yo auxilié a tu madre para que comierais?, ¿quién te colocó a ti y a tu hermano?, no tuvo más respuesta que ¿dónde quiere que le enterremos, en La Rebollada o en Loredo?, ni ese consuelo le dieron de ser enterrado en su parroquia. Los jesuitas Emilio Martínez y Arconada, detenidos en Ujo en el tren, fueron asesinados por odio a la fe en Octubre de 1934 en la boca de una mina. Lo mismo digo de los santos mártires de Turón.

Dignísimo Padre Ángel, Mensajero de la Paz: La paz sólo llega por el sendero de la justicia, nunca por el tortuoso camino de la mentira histórica que tú pareces profesar.

Mal profeta eres anunciando la ordenación de sacerdotisas dentro de cinco años durante el pontificado de Benedicto XVI. Te agradezco que le garantices cinco años de vida al Papa Ratzinger; pero lo de las sacerdotisas, espera que llueva para arriba contra la costumbre de las nubes de llover para abajo. Y lo de que “El celibato es una barbaridad tan grande como una catedral” no lleva peligro de que esa catedral se caiga y te coja debajo.


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