El gobierno socialista se sustenta
principalmente merced a su tramado muy bien estructurado de los
medios de comunicación social. Drásticamente aseptizado de
profesionales expertos y objetivos, ha reclutado sagazmente a los
periodistas más sectarios que con absoluta fidelidad e
inquebrantable adhesión sirven a sus maquiavélicos intereses
políticos.
Uno de estos
plumíferos junta-palabras y en horas extras temido tertuliano por
su manifiesto desprecio y mala educación hacia los otros
componentes que a Dios gracias no son sociatas, es el perínclito
Enric Sopena que forma un tandem simbiótico con su docta y taimada
esposa, ambos articulistas del socialista-catalanista diario “El
Periódico de Cataluña” (sin ny, pues estoy escribiendo en
español), carente por completo de colaboradores de reconocida
valía, sustituidos por noticias con enormes caracteres
sensacionalistas y con interesante informaciones propias del
“Reader Digest”. Los dos reflejan en los debates a que acuden,
un aire de superioridad magisterial, hablando pausadamente –auto
complaciéndose con sus peroratas– con una aparente seguridad del
tema abordado, teniendo siempre la razón y aplicando argumentos
prepotentes amparados por el Sistema, para de esa forma descalificar
al oponente, al que suelen cortarle la palabra despectivamente.
Su talante
antifranquista es superlativo. Cuando surge el tema del
“dictador” y su Régimen, no pueden soportarlo. Cambian su
imagen, su facies se congestiona y el gesto de rabia refleja un
profundo odio y resentimiento.
Estamos hartos de
este pseudos periodismo virulento que presume de democracia,
llenándose la boca de ese vocablo cuyo desarrollo y aplicación
verdadera se desconoce plenamente en este país de batuecos, al
igual que no lo conocían los del Este europeo, que llegaban a
llamar a su estado República Democrática…
Los medios de
comunicación de masas –salvo dos o tres honrosas excepciones–
manipulan, engañan y confunden a la opinión pública con sus
patrañas, tergiversaciones, medias verdades y falsedades,
auspiciados desde las alturas partitocráticas.
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