Por
Pablo Gasco de la Rocha.
Llamase conspiración a la acción de
conspirar, que en sentido real refiere al efecto de poner en
practica acciones o propósitos tendentes a conseguir un fin. Una
maniobra que en los últimos veinticincos años tiene dos referentes
claros, y que en la actualidad, propicia el "bando
independentista" con movimientos tendentes a crear un gran
partido de centro. Propósito en el que están comprometidos
destacados dirigentes nacionalistas vascos y catalanes que trabajan
contrarreloj para conseguir el propósito último que les anima: la
independencia de Vascongadas y Cataluña.
El fracaso o la
crisis de la izquierda española, incapaz ya de seguir sosteniendo
un discurso liberal, pues ni siquiera le vale la degradación moral
a la que han sometido a la sociedad española con todo tipo de
leyes, y el posicionamiento del PP hacia un españolismo sin complejos,
es el argumento que se aprovecha sobre la base de la crispación y
del radicalismo a la búsqueda del espacio centrista. Una operación
de enorme calado, por cuanto ese espacio centrista, que es un
espacio que se utiliza en función de movimientos estratégicos, es
un espacio que vende prudencia, sensatez y moderación.
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La teoría de la
conspiración, que tiene su primera manifestación clara en el
llamado "golpe de Timón" que propicio el 23-F de 1981 y
que consiguió parar el auténtico golpe de Estado, anunciado para
la primavera de ese mismo año, cuando "florecieran los
almendros", fue repetida años más tarde, cuando
nuevamente la crisis política puso en muy serio peligro la
estabilidad institucional de España durante la década prodigiosa
de la corrupción socialista dirigida por el "señor X",
Felipe González, con la denuncia puesta en circulación por ese cónsul
sin credenciales de la Corona que es Ansón, el canelo fino,
que temía que la crisis terminase por contaminar a la Corona. Una
crisis que se saldó con la inmunidad del PSOE y de sus máximos
dirigentes, y con el otorgamiento del estatus de académicos de la
Real Academia Española a los directores de los periódicos en liza:
El País y ABC, señores José Luís Cebrian y Luís Maria Ansón.
En la actualidad, y
sobre el objetivo encubierto de la independencia, Arturo Más y Jesús
Juan Imaz –presidentes de CiU y PNV-, vuelven a la teoría de la
conspiración utilizando convenientemente el argumento de la
necesidad de dar una respuesta ante la crispación a la que se han
abocado los dos grandes partidos, argumentando que les sirve para
proponer la creación de una gran y nueva opción nacional de
centro. Una operación política que busca sencillamente articular
definitivamente los Estatutos: el de Cataluña, pendiente todavía
de las consideraciones legales del Tribunal Constitucional, y el
Vasco, imposible de ratificar en su actual redacción, que situaría
la desmembración definitiva de España en el punto de mira a diez años
vista.
De ahí, pues, que
quienes han diseñado la operación busquen un amplio consenso, una
"gran federación de partidos" de tendencia moderada entre
las formaciones regionalistas minoritarias: Coalición Canaria, el
Partido Aragonés Regionalista, el Partido Riojano y Unión
Mallorquina entre otros. Un partido de tamaño medio, que juegue de
papel bisagra para garantizar el logro de sus objetivos disimulados,
el independentismo, bajo el grandilocuente término de buscar la
gobernabilidad de España ante el fracaso del entendimiento entre el
PSOE y el PP, al que ellos, convenientemente, dan en llamar
izquierda y derecha como forma de utilizar el centro, o lo que es lo
mismo, la prudencia, la sensatez y la moderación.
Propósito que ha
creado una nueva situación política, al menos en el PP, que se ve
impelido a moverse estratégicamente al centro, y cuyos resultados,
puestos en evidencia, son la necesidad de una nueva configuración
directiva en sus cuadros medios y los guiños que ya se le han hecho
al independentismo por destacados dirigentes considerados
derechistas, como Esperanza Aguirre, para buscar pactos y
compromisos de encuentro. Que es el precio que el PP está dispuesto
ha pagar para que la desmembración de España se produzca lo más
tarde posible.
Una situación que
se produce con un Ejército cuyos efectivos más determinantes se
encuentran fuera de nuestras actuales fronteras, defendiendo que no
se rompan otras naciones, que esa es otra de nuestras grandes
paradojas nacionales.
Y como toda formación necesita un líder, ahí
andan los nombres de José Bono y Alberto R. Gallardón sonando más
que de costumbre, pues tanto el mendrugo como el verso
suelto se dejarían querer por un proyecto de tales dimensiones
y características en el que ellos, finalmente, podrían ser Jefe
del Gobierno.
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