Por
Pablo Gasco de la Rocha.
En el décimo aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco, y
dedicado al director de ABC, José Antonio Zarzalejos, a propósito
de su artículo servil (ABC, "La Tercera, 11 de junio de
2007)
Sobre la realidad manifestada por el ex-terrorista de ETA Antón Alcocer,
alias "Zapatones": "Todos tendremos que
olvidar muchas cosas", que de forma inequívoca, continuada y
mayoritaria ha sido admitida por todos los gobiernos que se han
sucedido desde 1977, se impone una catarsis nacional ante este sin
sentido. La tolerancia del Estado a la guerra abierta y declarada en
una parte de España por un grupo de terroristas de ideología
marxista. Pues no ha sido un problema entre "violentos" y
policía, sino la existencia de un grupo terrorista en acción que
se ha cobrado casi un millar de muertos por toda España, y que ha
actuado siempre a la sombra, con millares de adhesiones dentro y
fuera del llamado País Vasco, y una fuerza pública abnegada a la
que le costo mucho tiempo localizar a quienes disparaban sobre sus
espaldas, pues para el Estado constituido en Reino todos eran
"presuntos". De ahí aquel lema... "La Guardia
Civil no se rinde, muere asesinada a traición y por la espalda ante
la cobardía de los políticos del Congreso y del Senado".
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Un sin sentido del Estado de derecho frente al problema secesionista de
Vascongadas, que se ha nutrido y se sigue nutriendo no sólo del mal
llamado "nacionalismo vasco democrático", cobarde y cómplice
de ETA, sino del "semillero" de violencia con el que se ha
intoxicado de anti-españolismo a varias generaciones de jóvenes
vascos desde el fallecimiento de Franco. Adolescentes a quienes se
ha deformado la mente para hacerles proclives a aceptar el
cumplimiento de los fines de ese nacionalismo mediante los métodos
impuestos por ETA, la "kalebarroka", sobre la que
se actúo tarde, mal y en el fondo nunca. De ahí que yo pida para
todos ellos y para sus acciones, la atenuante de enajenación mental
propiciada por el Estado. Una atenuante que debería de figurar en
el nuevo Código Penal.
Panorama desolador que hace muy difícil su solución, pues la causa del
terrorismo en la realidad vasca es la propia ideología nacionalista
legitimada en la sociedad española. Realidad que no aciertan a
comprender quienes, a pesar de todo, siguen considerando que el
problema del terrorismo nada tiene que ver con la independencia, que
de forma evidente refleja la frase de Carlos Fluxá, hombre de
confianza de Aznar durante la negociación que sostuvo con ETA en
representación del Gobierno del PP: "Hemos hecho
un esfuerzo en asumir su lógica... Nosotros no queremos que dejen
de ser independentistas".
Y es que, pese a todo lo que se nos quiera hacer comprender, estamos
ante una situación de proporciones tales, que necesitaremos algo más
que paciencia para salir airosos. Y ello, si por fin somos capaces
de dar cumplida respuesta a los aspectos estructurales y
coyunturales que se han creado, y, dentro de lo malo, somos capaces
de no llegar a lo peor. Me refiero a esos "efectos
colaterales", de evidente relación de causalidad, que pueden
surgir ahora o en el futuro. Porque lo que es indudable, es que este
esperpento que no ha escatimado absolutamente nada, sin duda porque
treinta años dan mucho de sí, ha sido todo un sin-sentido que
necesitara, después de que todo pase, de una catarsis nacional de
proporciones ingentes.
Y tan ingente y amplia deberá ser esa catarsis, que necesariamente
tendrá que abarcar a toda la sociedad, en la medida, en que unos
por acción, en cualquier grado de participación o responsabilidad,
y otros por omisión, sin excluir a los afónicos ni a los
conversos, son culpables de la existencia de ETA.
Culpable, pues, el Ejército , que impasible y en "primer
tiempo de saludo" ha soportado el asesinato de mil inocentes,
compatriotas nuestros, y que ahora asiste en "posición de
descanso" al desmembramiento de España; un proceso que no por
lento deja de ser inevitable. El Poder Judicial, parte
sustancial en la creación del Derecho, pues su capacidad normativa
y resolutiva va mucho más allá del simple manejo de las normas
legales aprobadas en el Parlamento, y que como "poder" del
Estado tiene una función de amparo y protección a la sociedad a la
que sirve. El Jefe del Estado, por muchas abstracciones que
se hagan, quienes las hagan, en cuanto al nulo y decorativo papel
que se le ha dejado, y se le deja representar en la función. La
Jerarquía católica vasca, que desde el principio del
"conflicto" ha instado al Estado de derecho a favorecer
una dinámica de encuentro con el terrorismo de ETA. Y, por
supuesto, el Pueblo, al que algunos dan en llamar
"soberano", que ese es el aspecto del "asunto"
que más sorprende, y que ahora se ha puesto detrás de las
pancartas y proclamas de los "conversos", agrupados en
esos foros emergentes que desde la muerte de Miguel Ángel Blanco
han surgido como las setas después de haberse cansado de retozar en
las alcantarillas.
Todos, menos nosotros. Nosotros, los últimos intransigentes. Nosotros,
que, pese haberse entregado la heredad a los bárbaros, cuya
consecuencia ha sido el ataque frontal a la memoria, al
entendimiento y a la voluntad, hemos caminado hasta aquí sin
abdicar de ninguno de nuestros principios, cuya manifestación máxima
fue y sigue siendo nuestro rechazo frontal a la Constitución,
"en cuyo interior está la barbarie", como manifestó en
su momento don Blas Piñar, referente de la más encomiable
honestidad moral y modelo de futuro.
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