No
es una frase
Por Alfonso USSÍA
«A España servir hasta morir».
La leyenda se leía en una montaña de Tremp frente a la Academia
General Básica de Suboficiales del Ejército. Es el lema de la
Academia. De golpe ha sido retirada. Los nacionalistas catalanes no
podían permitir un mensaje de este tipo en una localidad de Lérida.
Días atrás, un político tan sensato y medido como Duran Lleida firmó
un artículo en el que calificaba de «vergonzosa inscripción» el
lema de la Academia de Suboficiales. ¿Por qué vergonzosa? Los
comunistas de Iniciativa por Cataluña-Los Verdes, los ecologistas «sandías»
también exigieron la retirada amparándose en la «adecuación
ambiental». Pero lo insólito, lo incomprensible, lo inaudito es que
el Ministerio de Defensa ha ordenado retirar el lema inscrito en la
piel de la montaña del Talarn. «A España servir hasta morir» ha
desaparecido. Los militares empiezan a estar demasiado acostumbrados a
las humillaciones. Una cosa es la disciplina y la lealtad. Otra muy
diferente, la aceptación callada y la resignación ante la herida.
De seguir así
las cosas, en unos meses se ordenarán borrar de los regimientos los
lemas patrióticos de los militares. Y el «Todo
por la Patria» de la Guardia Civil será sustituido por un
«Todo por lo Políticamente Correcto» –casi siempre, incorrectísimo–,
que pretenden imponernos estos retroprogres acomplejados y resentidos.
Si la retirada del lema de la Academia de Suboficiales es consecuencia
de los humillantes pactos acordados por el actual Gobierno de España
con los nacionalismos independentistas, habrá que exigirle al
ministro de Defensa la dimisión. No vale llenarse la boca la defensa
de España y simultáneamente obedecer sin rechistar una orden
deleznable. Y si el responsable es el ministro de Defensa, se echa de
menos una respetuosa, pero enérgica protesta en voz alta de los
mandos militares.
Retirar el lema
de la montaña de Tremp equivale a reconocer que «A España servir
hasta morir» es un mensaje equivocado, provocador y vergonzoso, como
escribía el hasta ayer moderado Duran Lleida. Humillación tras
humillación, las Fuerzas Armadas cumplen en silencio la orden de su
desgarramiento. No se pide un concierto de ruido de sables en las
salas de Bandera, pero sí una voz autorizada y respetada que defienda
con gallardía a los militares, y a lo que significan. Eso, el
servicio a España, la renuncia a la ambición económica, la veneración
por unos valores supremos que han perdido su reconocimiento en un
sector de la sociedad civil. Escribo que en un sector. Hay otra
sociedad civil que admira profundamente la firmeza, el sacrificio y el
sentido patriótico de los militares. Hay otra sociedad civil que
asume por entero los lemas de sus Fuerzan Armadas. Porque ahí está
el problema. No son frases, no son mensajes, no son lemas. Son
voluntades expresadas, son juramentos, son promesas, son decisiones. A
nadie le asusta una frase. Pero los nacionalistas saben que no se
trata de una frase, y que por mucho que desaparezca de una montaña
una leyenda, el espíritu del lema permanece intacto en casi todos los
miembros de la milicia. Lo que molesta a los separadores es todo lo
que une. Un lema se borra, se amputa, se modifica y hasta se prohíbe.
Pero en la estructura anímica de los militares se mantiene e,
incluso, crece aún más desde la adversidad y la injusticia. La
retirada del lema es un deshonor político, pero el honor de los
militares no desaparece. Intentarán prohibirles también el grito de «¡Viva
España!», que sólo se admitirá en los acontecimientos
deportivos para animar a la selección de España, mientras dure,
claro. El honor de nuestras Fuerzas Armadas está muy por encima de
los chalaneos políticos y las humillaciones cretinas. Pero se echa de
menos la voz que lo proclame, la voz que se arriesgue a gritar ese
«¡Basta ya!» que a tantos se las pasea por la garganta. El militar
que lo haga será fulminado, pero representará el honor de todos sus
compañeros.
Porque vuelvo a
lo anteriormente expuesto. No los conocen. «A España servir hasta
morir» no es un lema, no es una frase. Es una vocación decidida, un
juramento invencible y un ofrecimiento inalterable. Y eso es lo que
tanto asusta a los que han exigido borrar unas palabras de una montaña
de Lérida.
La Razón. 24 de Diciembre de 2.004.-
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