El exiliado

Por Alfonso Ussía

Miguel Gila actuó en diferentes ocasiones, y siempre feliz, en la recepción de Franco del 18 de julio en La Granja. Con el Generalísimo muerto, se inventó que había sobrevivido a su fusilamiento por las tropas nacionales. El final del franquismo y la Transición a la democracia los vivió en Argentina. Se exilió. No lo hizo por motivos políticos, como él aseguraba, sino por conflictos matrimoniales. Huyó de su primera mujer y de sus obligaciones económicas. No se desterró en Cuba, sino en la Argentina de la Dictadura militar de Videla y compañía. Y triunfó en la Argentina porque era un buen humorista. Tan buen humorista que para huir de un régimen autoritario agonizante se refugió en un país con una dictadura férrea y de reciente cuño. Cuando falleció, los medios de comunicación afines a la retroprogresía casi comparan su trayectoria con la del Ché Guevara, que tampoco fue lo que muchos creen a pies juntillas. El Ché era un señorito argentino que despilfarró una fortuna en coches de lujo y caballos de polo, y que libre del peso del dinero heredado y dilapidado, se abrazó a la Revolución marxista-leninista. La vida de los mitos oculta demasiadas sorpresas, cuando no decepcionantes rasgos.
   De España, afortunadamente, nadie se exilia ya, ni por motivos políticos ni por razones de supervivencia. Pero hemos estado a punto de sufrir una inconmensurable pérdida. Nos ha salvado el triunfo del Partido Socialista en las elecciones generales. De haber ganado el Partido Popular, hoy estaríamos huérfanos de la imprescindible presencia del cineasta Vicente Aranda. Sus palabras no dejan lugar a la duda: «Si el PP volvía a ganar, yo pensaba exiliarme». Menos mal que no anunció su propósito antes de las elecciones, porque muchos españoles habríamos votado en pleno ataque de nervios. El hecho es que, gracias al tunecino, al grupo Prisa y a Rodríguez Zapatero, Aranda se queda. Una España sin Aranda no entra en mis entenderas. No nos recuperaríamos de la fundamental pérdida cultural en varias décadas. Tiemblo al figurarme los titulares de prensa. «Aranda se exilia»; «Vicente Aranda deja a España huérfana de su arte». Yo mismo hubiera escrito un artículo con este principio: «No nos dejes. Quédate, Vicente». Después, en el desarrollo del texto vendría lo más emotivo y sincero, con un párrafo final desgarrado: «La victoria del Partido Popular nos ha dejado sin Vicente Aranda. Somos muchos los que creemos que el triunfo del Centro-Derecha ha sido ilegal. Si el precio que debe pagar España por estos resultados es el exilio de Vicente Aranda, lo más democrático sería que se repitieran las elecciones sin candidaturas ni papeletas del Partido Popular. Todo, menos perder a Vicente».
   A Dios gracias, el PSOE ha vencido y vamos a tener a Vicente Aranda entre nosotros. Lo contrario hubiera sido una catástrofe. Aranda exiliado. ¿Qué haríamos sin él?

La Razón. 18 de Abril de 2.004.-


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