Circula por
Internet un deleznable y asintáctico artículo con mi
firma. Se trata de una redacción grosera y elemental contra
el cineasta Pedro Almodóvar, del que ya me he ocupado en
una columna de «La Razón». Ese artículo es falso y me
siento indefenso ante la infame manipulación. Jamás he
utilizado Internet para nada, y nunca me he escondido detrás
de mis opiniones. Pero lo que más me ha herido ha sido el
centenar de llamadas y mensajes de amigos y lectores
interesados en saber si yo era el autor de la fechoría. Me
ha dolido y herido porque esa bazofia no puede estar peor
escrita, ni tiene que ver con mi estilo, incluido mi peor
estilo. Ahora entiendo el éxito de Prisa en la manipulación
de las elecciones generales. No existe la posibilidad de
defenderse de un impostor.
Salvando las distancias, al gran escritor
colombiano y regular persona Gabriel García-Márquez le
publicaron un falso testamento en una página de Internet. A
Gabo le molestó sobremanera la mala redacción del texto. -Siempre
habrá un imbécil que se crea que lo he escrito yo-. Ahí
se centra el problema. Y para mí, que no hay solución
legal posible, porque Internet vuela por encima de las
leyes, al menos hasta ahora.
Muy probablemente, el autor de esa birria
que no se atreve a firmar con su nombre y al mío la
atribuye leerá este artículo. Se sentirá un triunfador.
Ha conseguido su propósito, que no era otro que difundir
desde la mentira y la confusión sus nauseabundos renglones.
Jamás conoceré su identidad. Los miserables no dan la
cara. Pero no se va a ir de rositas.
Seas quien seas, ten conciencia de tu
miseria. Te exijo que aprendas a escribir antes de abusar de
nuevo de mi firma. Haz un esfuerzo y lee mis libros y mis
artículos. En Internet están los correspondientes a veinte
años en «ABC», quince en «Época», tres en «Tiempo» y
todos los publicados desde que me incorporé a «La Razón».
Los libros te los compras, que me corresponde el diez por
ciento de su precio antes de impuestos. Escribir no es poner
una palabra detrás de la otra. Es tener una idea y buscar
las palabras adecuadas para expresarla, colocando cada
palabra en su sitio. Oficio e inspiración. Y sobre todo,
muchísimo trabajo. Y lee, que en la vida del escritor la
lectura constante es imprescindible. Admite que mi cortesía
es insuperable. Me estoy preocupando por tu futuro a pesar
de tu infame actitud, indocta gallina.
El presente es el que es. Te intuyo
periodista fracasado, o escritor plagiario de otros a tanto
la página. Entretanto, no te quepa la menor duda de que
eres un impostor y un cobarde. No te sientas feliz, porque
lo tuyo es grave.
Que además de impostor y cobarde eres lo
que la calle llama con tanto acierto a los miserables y la
Real Academia Española ratifica. Un clamoroso hijo de puta.
Y ahora sí, firmo yo. Este artículo es mío.