La historia de un país
es ante todo el relato entrelazado de millones de destinos
individuales. El Alzamiento del 18 de julio no podía ser
una excepción. Mi amigo César se retira periódicamente al
monasterio del Valle de los Caídos para meditar unos días
en una celda monacal. Su abuelo está enterrado en la cripta
junto a miles
de Caídos en el Alzamiento. Oficial del ejército,
sobrevivió 24 horas a la herida que le mató, pero antes de
morir afirmó hacerlo feliz por dar su vida en una Cruzada.
Su viuda aún conserva su camisa con el agujero de bala y la
sangre. Setenta años después, su nieto César cree que el
sacrificio de su abuelo no fue en vano: aún puede practicar
libremente el culto católico. Es una historia de
continuidad familiar en la fidelidad a los principios del 18
de julio.
Otras familias fueron
golpeadas de forma aún más implacable. Mi madre Felicidad
tenía una amiga llamada Presentación. Hace ya años la
muerte se las llevó a las dos. Las dos eran de Misa diaria
y las dos tuvieron tres hijos. La diferencia es que dos de
los hijos de Presentación murieron a causa de la guerra.
Eran gemelos: uno murió de frío por la falta de
combustible, el otro murió de calor pues en verano existía
la orden de cerrar las ventanas por los bombardeos.
Presentación vivía en Lavapiés y desde la ventana de su
casa vió cómo saqueaban el palacio de un Grande de España
en la calle de Santa Isabel. Sus hermanos eran conocidos en
el barrio, donde los rojos eran mayoría. Militaban en
Falange desde el día de su fundación, estuvieron en el
acto del teatro de la Comedia y conocían personalmente a
José Antonio. Para los rojos (que no defendían una
democracia de tipo escandinavo, como se nos pretende hacer
creer), éstas eran razones más que suficientes para
aplicarles la justicia republicana: fueron conducidos a la
Casa de Campo, atados a un árbol y allí quemados vivos. Su
hermana, que durante años iba los domingos con su familia a
la Casa de Campo a pasar el día, como se hacía en la época,
no fue capaz de volver a dicho lugar durante medio siglo. A
su marido también se lo llevó la guerra: oficial de policía,
le tocaba guardia la noche del 13 de julio, en que el
gobierno asesinó al jefe de la oposición, Calvo Sotelo.
Fue relevado de la guardia por sus superiores para que el
crimen se cometiese impunemente, y fue a su vez asesinado a
los pocos días por sus ideas derechistas.
A los crímenes de los
primeros días seguirían otros, entre ellos los miles de
asesinados en Paralacuellos del Jarama a lo largo del mes de
noviembre. A algunos heridos se les enterraba vivos sin
rematarles. Ametrallaban incluso a niños por el delito de
acudir a colegios religiosos. El responsable de Orden Público
en Madrid era en la época Santiago Carrillo Solares, cuya
responsabilidad ha quedado demostrada gracias a la
documentación soviética. Este invierno, la noche en que
fue retirada de Madrid la estatua de Franco, coincidió con
un homenaje a Carrillo, que el rey Juan Carlos I, que debe
el trono a Franco, aprovechó para enviar un telegrama de
felicitación a Carrillo por su cumpleanos, felicitación en
la que le enviaba un abrazo a su ”amigo” Santiago
Carrillo. Dicen los chinos que si quieres conocer a alguien
tienes que fijarte en sus amigos.
Cerca de Palacio, en la
Plaza de la Villa, se alza la Torre de Lujanes, uno de los
edificios civiles más antiguos de Madrid. Durante un año
el rey de Francia Francisco I estuvo en ella prisionero.
Dicho rey es famoso no sólo por haber tenido el cuadro de
La Gioconda colgado junto a su retrete, sino también por la
frase que escribió tras la batalla de Pavía: ”Todo se ha
perdido menos el honor”....”Y la vida que quedó
salva”, añadió. La historia es una suma de destinos
individuales, unos embellecidos por el sacrificio y el heroísmo,
otros manchados por la mezquindad y la deshonra. Se pierden
batallas, se ganan guerras, caen reinos, pero sigue vigente
el consejo que en su testamento dió Napoleón a su hijo:
”Lee y medita la historia: es la auténtica filosofía”.
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Frente
a la revancha, justicia..., por Pituca.
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Los
puentes hacia la libertad, por Almirante.
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Franco,
escudo de demócratas, por Ricardo Pardo
Zancada.
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18
de Julio de 2006, por Jakim Boar.
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18
Julio, 70 años después, por Jaime Pérez.
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El
Alzamiento en Málaga, por Eduardo.
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Setenta
años después, por Rafael.
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Gracias,
por J. Esteban.
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La
necesidad y justificación de aquel día, por
Miquel Ángel.
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Cruzada
espiritual de Occidente, por Pelayo.
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Alzamiento
Nacional, por Quique.
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El
eco de un pueblo, por Pedro.
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El
18 de Julio y el cabezazo de Zidane, por
Antonio.
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Caminos
a lomos de Gigantes, por Rafael. |
Especial
18 de Julio de 1936.
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